Mundo Deportivo

Supercita con la historia

→ La Real aspira esta semana a un título, proeza que se le resiste desde hace 34 años → Ganar al Barcelona hoy significar­ía jugar la octava final de la historia

- Germán Melero

→ Sólo hay un futbolista en la actual plantilla que había nacido cuando la Real levantó su último título. Salvo Moyá, el resto ni siquiera existía. Pudiera ser que Monreal o Silva fueran un proyecto vital de sus progenitor­es. Quizá Illarramen­di o Portu estuvieran en un plan a largo plazo de venir al mundo. Y seguro que toda la constelaci­ón de jóvenes que hoy aspiran a ser herederos de los campeones, eran todavía producto de una realidad muy lejana. Los padres de la mayoría de realistas pensaban entonces que todo estaba por escribir. Una sensación similar a la que deben de experiment­ar ahora los Oyarzabal, Zubeldia, Aritz Elustondo, Zubimendi o Isak, a las puertas de una cita con la historia como la Supercopa.

La descendent­e senda que desarrolla la Real esta temporada admite un paréntesis. La Supercopa de España reaparece en la vida txuri urdin con aires de torneo talismán. Es la segunda vez en que la Real toma parte. La primera fue en el 82. Era la edición inaugural y el campeón fue el cuadro de Ormaetxea, en Atotxa.

A dos partidos de un título, florecen los retales de la época gloriosa. La Real aspira a ser campeona desempolva­ndo el baúl de los recuerdos y queriendo hacer añicos aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Es una proeza que se le resiste desde hace 34 años. Cuando Arconada detuvo el penalti a Quique Ramos que terminó con la Copa del 87 en la vitrina realista.

La Real viaja hoy a Córdoba conjurada para romper con el guion establecid­o. Ganar al

Barcelona significar­ía jugar la octava final en la historia de la entidad. Ha disputado siete, seis de Copa y la que ganó al Real Madrid en la Supercopa de 1982. Y queda pendiente la eterna contra el Athletic, correspond­iente a la pasada temporada. Precisamen­te la memorable noche del 4 de marzo de 2020, en Miranda de Ebro, propulsó a la Real a disputar esta Supercopa. Y le devolvió a la lucha directa por un título 32 años después.

El Barça, la espina de siempre

La final de Copa 19/20 y esta Supercopa sitúan a esta generación realista en el mapa de las reuniones de alto copete. Es la era que puede devolver al club al rango más condecorad­o. El que distingue a los ases.

A nivel de club, la Real es más vieja rockera que neonata en estas lides. De hecho, la semifinal de hoy en Córdoba es la repetición de varios precedente­s. El Real-barcelona es un clásico que en el Nuevo Arcángel recupera el esplendor propio de una semifinal. Son rivales que se han medido en ocasiones semejantes. Incluso en finales.

A tenor de los resultados, el Barcelona representa una espina eterna en el alma de la Real. Un teorema irresolubl­e. Los blaugrana se llevaron las finales contra los txuri urdin de 1913, 1928, 1951 y la más contemporá­nea de 1988, especialme­nte hiriente para la familia guipuzcoan­a por el caldo de cultivo que generaron luego las salidas de Rekarte, Bakero y Begiristai­n. La polémica semifinal copera de 2014 a favor del Barça profundizó la herida. La ‘supercita’ de Córdoba ofrece la revancha ●

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FOTO: UNCITI Aritz, Illarra, Aihen, Zaldua, Moyá, Guevara, Oyarzabal, Le Normand, Zubeldia y Remiro celebran el pase a la final de Copa en Anduva
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FOTO: ARCHIVO RS López Ufarte, Bakero, Gajate, Orbegozo con el trofeo en la mano, Celayeta y Arconada, al fondo, pasean la Supercopa del 82 por Atotxa
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