El Dragon Khan azulgrana
Lleva el barcelonismo muchos días subido al Dragon Khan de Port Aventura. Sube y baja como la espuma, pero irritado. Se anima, se deprime. Ahora arriba, ahora por los suelos. Y se sumerge en el derrotismo. Las eliminaciones de la Champions, el reciente varapalo ante el PSG, el 2-0 del Sevilla en Copa y el empate ante el Cádiz parecen heridas abiertas imposibles de cicatrizar. Para algunos aficionados semejante actuación del equipo significa una decepción. A otros les causa rabia, los que menos aceptan los resultados con resignación. En realidad los tiempos no acompañan. Eso de que la diversión del día en la calle finaliza a las 16.30 entristece, y ya no hablemos de estar pagando un carnet de socio y no poder asistir al Camp Nou. Todos estamos convencidos que a esta pandemia hay que combatirla con todo, pero hay cosas que animan, que invitan a la euforia, y este Barça precisamente está subido en ese Dragon Khan que da y quita emociones por instantes. Y ves que hay personas en las redes sociales que renuncian a seguir hablando de fútbol porque no solo no soportan semejante tristeza de resultados sino también a los derrotistas consumados. Y observas que tuiteros excelentes, como Joanmiró10, renuncian a seguir hablando de fútbol. O personas como Jordi Morell, que regenta con su hijo Jordi y su esposa Elena el bar de la esquina más caliente del Passeig Marítim de Cambrils, prefieren que sus clientes bailen y se distraigan con la música antes que discutan de fútbol. Pero el Barça es el Barça y ese sentimiento no depende de un resultado, ni de un sube y baja ●