El City encara el pase ante el Gladbach
→ Los goles de Bernardo Silva y Gabriel Jesus dejan casi sentenciada la eliminatoria frente a un rival que vivió un auténtico calvario
→ Camino de que acabe febrero, el City sigue sin dar muestra de debilidad. Ajeno a cualquier desliz, se cambió el traje pero no se traicionó esta vez en Europa. Fue el mismo que en Inglaterra, un equipo que gobierna cada choque sin importarle quién tiene enfrente. Para el Gladbach la ida en Budapest fue un suplicio, castigado a perseguir con desespero una pelota que nunca le perteneció. El 0-2 tan solo fue el reflejo de la superioridad de principio a fin.
Guardiola separó a Rúben Dias de Stones, suplente ayer en Champions. Ubicó a Cancelo en la banda izquierda y sentó a De Bruyne. Un lujo al alcance de pocos en el continente, prueba de que el equipo tiene que comprometerse de una vez por todas a ser candidato. Apenas hubo disputa frente a un Gladbach obligado a correr porque el dominio fue inglés, un pacto de antemano cada vez que alguien se enfrenta a este City.
Un escenario poco tentador. El cuadro de Marco Rose no se amedrentó de entrada, fiel a querer salir ordenado. Ocurre que ninguno de sus pases tuvo demasiado futuro, frustrados por la presión asfixiante de un City que cortocircuitó al Gladbach. Está tan trabajado por Guardiola que cada futbolista sabe qué hacer en cada momento, cuándo saltar o cuándo esperar. Y ante esa estrategia tan sofisticada era cuestión de tiempo que llegara un error de los alemanes.
Fue en un mal pase de Kramer, recuperado por Cancelo. Otro de los nombres propios de la temporada. De portugués a portugués, el lateral encontró a Bernardo Silva y su compatriota remató de cabeza a un Sommer al que cogió a contrapié. Premio a la insistencia de un City con menos oportunidades pero tan determinado como siempre a hacer de la noche uno de sus habituales monólogos que acaban por desesperar a sus enemigos.
Dar seis pases consecutivos fue un milagro para un Gladbach sin mucha iniciativa. Sin embargo se sostuvo de pie durante mucho rato porque a falta de juego respondió con solidaridad, antes y tras el 0-1. Gabriel Jesus perdonó la vida a su rival, lento e inocente en una jugada en la que probó que nunca fue un ariete infalible. Aunque el brasileño tuvo la reválida y supo dar el golpe definitivo tras otro centro de Cancelo al segundo palo, amansado por Bernardo Silva y definido por el 9.
Faena hecha para un City que no pierde esa condición de impermeable, ahora tampoco en Champions. Sabe que le queda una deuda por resolver en la Champions y no quiere dejar escapar otra oportunidad. En Budapest dejó prácticamente sentenciada la eliminatoria ante un Gladbach que apenas remató una vez con peligro a Ederson. Pobre balance como para hacerle frente al que ahora parece el mejor equipo de Europa. Aunque eso, como cada año, tiene que refrendarse en mayo ●
Camino de que acabe febrero, los de Pep siguen sin dar muestras de debilidad