La culpa no fue de los avales
l ‘show’ que se organizó a cuenta de los avales que la directiva de Laporta debía aportar, como requisito insoslayable previo a su toma de posesión, ha propiciado un ambiente contrario a la citada media, que se contempla en la Ley del Deporte.
Cuando a finales de los años 90 trascendió que, antes de su desaparición, el Burgos CF había recibido fuertes subvenciones de la Diputación, Felipe González decidió que los clubs profesionales se convirtieran en sociedad anónima al considerar inadmisible que las administraciones tuvieran que ayudar a pagar fichas, a veces millonarias, de los jugadores amén de los excesos de los directivos.
Javier Gómez Navarro ejecutó el encargo. Tras duras negociaciones para mantener la esencia del Barça, Josep Lluís Núñez consiguió que los clubs que llevasen cinco años o más generando beneficios quedaran exentos de la norma. Gómez Navarro accedió pero, a cambio, los directivos de clubs no SA serían obligados hacerse responsables de las posibles pérdidas avalando el 15% del presupuesto. ‘In extremis’ Núñez logró también que si la gestión generaba beneficios y superaba la cantidad a avalar, los avales deberían cancelarse.
Nunca hubo problema alguno al respecto. Lo ocurrido la pasada semana fue excepción, pero la culpa no fue de la medida, sino de la improvisación de quien durante la campaña electoral presumía de credibilidad y experiencia ante los bancos para obtener el imprescindible aval de casi 125 millones, cuando la realidad era muy distinta. Al final del ‘show’, uno de los avaladores confesó que lo había hecho para librar al Barça un ridículo mundial sin precedentes ●