Antoine Griezmann, el príncipe crece en las finales
Después de ganar la final, el primer entrevistado fue Griezmann. Tenía todo el sentido. Su gol había abierto el marcador, acababa de ganar su primer título con el Barça y había jugado su primera final de Copa tras 10 años en España. Además, venía de ser suplente en el partido más importante del mundo: el Madrid-barça. Quizá porque en las finales siempre aparece, quizá porque le quiso decir a Koeman “aquí estoy yo”, quizá porque la mentalidad es su mejor virtud, hizo un partido impecable. No se precipitó en los pases, se colocó siempre donde debía, buscó su espacio, combinó bien con todos y, además llegó al área pequeña por sorpresa. A la primera, se la sacó Unai milagrosamente con el pie. En la repetición de la jugada, la metió dentro. 1-0 y coser y cantar. Ya en la final de la Supercopa, habría sido el héroe marcando los dos goles, adelantando siempre el Barça en el marcador… pero el gol de Villalibre y la prórroga le birlaron su gran noche como culé. En Sevilla, Griezmann se sacudió el mal fario con la camiseta del Barça. En lo que va de temporada, ha marcado 15 tantos sin chutar faltas ni penaltis (chutó y falló ante el Betis). Es el único que ha marcado en las cuatro competiciones. Y consta que, dicharachero y alegre, es un personaje muy querido en el vestuario. Alguna imitación suya del vicepresidente Rafa Yuste les hizo reír a todos