Grogui, no
Ceferin no es tan malo como lo pintan o los árbitros son mejores de lo que parecen. ¿Es un axioma? Depende. El presidente de la UEFA se ha refugiado en el capital inagotable de los clubes-estado para ciscarse en el fair play financiero e inaugurar nuevos pozos petrolíferos. No interviene en el desarrollo de un partido ni de la competición, o así se intuye, pero anuncia medidas coercitivas contra los levantiscos no arrepentidos: para ellos no será el reino de los siervos, avisa. En cuanto a los árbitros, con un ejemplo basta: el neerlandés
Makkelie no advirtió falta de
Casemiro en el gol de la resurrección, el 1-1 de Benzema, ni en un empujón de Carvajal a
Chilwell dentro del área. Erró, porque es humano, ajeno a cualquier presión, o porque no es tan bueno, pero Tuchel no le señaló; el entrenador del Chelsea culpó del empate a la falta de puntería de sus pupilos, que disputaron el primer tiempo con la ferocidad de las alimañas y transitaron por el segundo como corderos.
En el cuarto de hora inicial, los asalariados de Abramovich generaron tres ocasiones claras de gol y materializaron solo una. Luego apareció Benzema, volvió a superar Valdebebas el examen del agua y el “Chelseanator” se diluyó entre la voluntad inquebrantable de los jugadores del Madrid, que no estaba muerto, leré, y el diluvio habitual.
El 1-1 es el mejor de los peores resultados tal y como anunciaba la masacre. Hay vida para la vuelta, y esperanza, ese estimulante vital que a
Nietzsche se le antojaba más favorable que la suerte, esa aliada de Zidane en los encuentros cruciales. No obstante, el Chelsea da miedo porque ha despuntado en máquina, detalle que no condena al Madrid, superviviente en un mar de dudas, no de petróleo, como
Ceferin ●