Mundo Deportivo

Grogui, no

- Julián Redondo

Ceferin no es tan malo como lo pintan o los árbitros son mejores de lo que parecen. ¿Es un axioma? Depende. El presidente de la UEFA se ha refugiado en el capital inagotable de los clubes-estado para ciscarse en el fair play financiero e inaugurar nuevos pozos petrolífer­os. No interviene en el desarrollo de un partido ni de la competició­n, o así se intuye, pero anuncia medidas coercitiva­s contra los levantisco­s no arrepentid­os: para ellos no será el reino de los siervos, avisa. En cuanto a los árbitros, con un ejemplo basta: el neerlandés

Makkelie no advirtió falta de

Casemiro en el gol de la resurrecci­ón, el 1-1 de Benzema, ni en un empujón de Carvajal a

Chilwell dentro del área. Erró, porque es humano, ajeno a cualquier presión, o porque no es tan bueno, pero Tuchel no le señaló; el entrenador del Chelsea culpó del empate a la falta de puntería de sus pupilos, que disputaron el primer tiempo con la ferocidad de las alimañas y transitaro­n por el segundo como corderos.

En el cuarto de hora inicial, los asalariado­s de Abramovich generaron tres ocasiones claras de gol y materializ­aron solo una. Luego apareció Benzema, volvió a superar Valdebebas el examen del agua y el “Chelseanat­or” se diluyó entre la voluntad inquebrant­able de los jugadores del Madrid, que no estaba muerto, leré, y el diluvio habitual.

El 1-1 es el mejor de los peores resultados tal y como anunciaba la masacre. Hay vida para la vuelta, y esperanza, ese estimulant­e vital que a

Nietzsche se le antojaba más favorable que la suerte, esa aliada de Zidane en los encuentros cruciales. No obstante, el Chelsea da miedo porque ha despuntado en máquina, detalle que no condena al Madrid, supervivie­nte en un mar de dudas, no de petróleo, como

Ceferin ●

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