Via Veneto: de Dalí a Laporta
El restaurante Via Veneto abrió sus puertas en Barcelona hace 55 años, como una iniciativa de Oriol Regàs, empresario visionario de las noches de ocio de la Ciudad Condal, que dinamizó también con otras grandes referencias como lo fueron la discoteca Bocaccio, lugar de encuentro de la denominada ‘gauche divine’ entre los que destacaban Joan Manuel Serrat, Teresa Gimpera, Terenci Moix, Ricardo Bofill, Oriol Maspons y Pere Portabella, entre otros. Años más tarde, en 1982 en pleno Mundial de futbol, se lanzaría a una nueva aventura con Up&down, local de puerta infranqueable por las exigencias de selección de sus responsables (Pedro y Josep) y que durante más de veinte años, hasta convertirse hoy en día en un gimnasio, reunía a padres e hijos en sus dos plantas de doble ambiente. Siendo durante las noches de los JJ.OO. de Barcelona’92 un lugar de cita obligada de grandes estrellas mundiales, tanto del deporte como del espectáculo.
Via Veneto. Regàs traspasó el negocio hace medio siglo, a Josep Monje, por aquel entonces maitre, después de haber ascendido desde camarero y jefe de sala. Actualmente, con la sutileza que les caracteriza a ambos, dirige el restaurante junto a su hijo Pere, que siempre ha destacado el incomparable aprendizaje adquirido junto a su progenitor. Por los comedores privados del establecimiento, que mantiene ininterrumpidamente desde hace cinco décadas una estrella Michelin, han desfilado desde jefes de estado, como Nixon, monarcas, todos los presidentes de gobiernos españoles desde la instauración de la democracia, escritores, artistas y una largo listado de ilustres personajes. Pero quien más dejó su impronta fue Salvador Dalí ,que jamás olvidaba pasar por la calle Ganduxer cuando visitaba Barcelona. Con enorme simpatía recuerdan los Monje algunas de las excentricidades del pintor ampurdanés. Una de las más comentadas fue la de pedir butifarras crudas para colgarlas, como si de collares se tratasen, de los cuellos de las bellas musas que le inspiraban.
En el universo blaugrana se recordará que en un privado de Via Veneto, Núñez cerró el fichaje de Vitor Baia, mientras en una habitación del Princesa Sofía, el portero internacional alemán Andreas Köpke esperaba ansioso saber si él era el escogido. Un año más tarde se negoció con el trío de representantes de Ronaldo Nazario la continuidad del astro brasileño, al que se acabaron llevando al Inter y durante los ocho años que vistió de blaugrana para Bernd Schuster fue, junto a su esposa Gaby, el segundo comedor la familia.
Desde su retorno a la presidencia, Via Veneto se ha convertido en el* restaurante de cabecera de Joan Laporta y su séquito. Prácticamente no hay una reunión importante como las mantenidas con Ronald Koeman, Peter Lim ylamás reciente con en el agente Jorge Mendes, que no tenga lugar en sus privados. Lo cierto es que tanta opulencia no concuerda con la delicada situación económica del club. No se corresponde con el discurso de extrema austeridad de la que anda necesitado el Barça, “ingresado en la UCI”, como la comparó el presidente recientemente ante los senadores blaugrana, con el exceso de ágapes que en el mejor de los casos no deben bajar de los 150 euros por cubierto.
¿Cómo se les puede pedir a los capitanes que se revisen nuevamente la nómina si desde la dirigencia no sé es un poco más comedido? ¿No sería más consecuente llevar las reuniones de trabajo a las dependencias del mismo club, complementadas con un servicio de catering de los que hoy se estilan? “M’estic posant com un bacó” (“me estoy poniendo como un gorrino”), reconocía Laporta en aquel memorable documental ‘Barça confidencial’, en el 2003, pocos meses después de acceder a la presidencia. En la actualidad casi no se puede abrochar los botones de la americana