El fracaso del PSG
El problema del PSG no es Messi. Esa podía ser una solución, pero el club de París ha sido incapaz de lograr, otro año más, su gran objetivo europeo a pesar de contar con uno de los tridentes que debería haber pasado a la historia: Messi, Mbappé, Neymar. No solo no lo ha hecho sino que ha acabado sin que ninguno de los tres estuviera mínimamente satisfecho de jugar en sus filas. Ahora, el club que siempre se ha mostrado altamente permisivo con sus futbolistas, ha sancionado a Messi porque el astro argentino se fue a Arabia, después de haber pedido permiso en tres ocasiones, y aprovechar un día que no estaba previsto entrenamiento, pero que por una derrota se puso a última hora, cuando ya tenía preparado el viaje.
QATAR HA CONSEGUIDO QUE UNA CIUDAD
europea sensacional como París tenga fútbol de elite. Pero el presidente del PSG, Al Khelaifi, no ha cumplido los objetivos (el objetivo) deportivos propuestos. El Lille le arrebató una Liga francesa, el Marsella este año se encuentra a cinco puntos y el mejor balance europeo fue perder una final de Champions en 2020 ante el Bayern y fracasar el resto de temporadas en Europa. Este año se ha gastado 147 millones de euros en fichajes y en la plantilla hay más jugadores españoles que de la cantera. El único francés canterano que opta alguna vez a la titularidad es el central Presnel Kimpembe ,de27años.
KYLIAN MBAPPÉ, LA GRAN ESTRELLA
francesa, a quien el presidente de la República, Emmanuel Macron, pidió que no se marchara al Madrid, está con más ganas de irse que de quedarse. Messi, el gran fichaje, se irá y Neymar, seguramente quieren que se vaya. El tridente más brutal de la reciente historia del fútbol se descompone como un azucarillo en un club con un brazo armado de ultras capaces de ir a la casa de Ney para increparle y que no se sabe si mandan más que el club o son mandados por el club. El año pasado perdió 350 ‘kilos’ y esta temporada pasará otra vez sin pena ni gloria, a pesar de tener una de las plantillas más caras de la historia del fútbol.
Los relevos en el banquillo no surten efecto y da la sensación que desde Qatar existe un desencanto por cómo se lleva el proyecto ●