En memoria de Josep Maria Miralles
Este viernes pasado en el centro comercial la Illa de Barcelona, una señora que me ayudó en el ascensor del parking se presentó muy amablemente como “la viuda de Josep Maria Miralles ,que sentía por usted mucho afecto”. Me quedé de una pieza, al tener noticia de la muerte de uno de los directivos más longevos de la historia del Barça, con 25 años de dedicación al club, sumados los mandatos presidenciales de Núñez y Gaspart. Le respondí a la señora que el cariño era reciproco y estupefacto le mostré la sorpresa por desconocer el fallecimiento de su esposo. Que me indicó que se había producido hacía tres años, en plena pandemia, pero no a causa del virus Covid 19, sino por las consecuencias de su avanzada edad, superada la noventena.
Hacía una década que no había visto a Josep Maria. La última fue con motivo de un entrañable almuerzo, al que también asistieron mi suegro Carles Feliu, como ex delegado de la sección de atletismo, con quien tuvo una relación muy cordial, más el también periodista Fernando Borderías, todo un referente de la información deportiva. Con Miralles de anfitrión, la cita no podía ser en otro restaurante que Gorría, templo gastronómico, de cuyas paredes cuelgan infinidad de retratos de grandes cracks del Barça en diversas épocas.
Agente de aduanas de profesión, entró a formar parte de la primera junta de Núñez después de concurrir a las elecciones de 1979 dentro de la candidatura de Nicolau Casaus, que tras su controvertida actuación durante la intensa campaña. “Que me llamen cerdo si no gano las elecciones y pacto después con Núñez”, llegó a asegurar Casaus con su vehemencia habitual, para después acabar pactando, tras restarle unos cuantos votos que habrían llevado a Ferran Ariño a la presidencia.
Con ello varios integrantes de la candidatura del ex presidente de la popular Penya Solera se vieron arrastrados a formar parte de la directiva del conocido constructor, entre ellos Mussons, Tusquets, Arnán y Miralles.
Durante sus más de dos décadas como directivo blaugrana Miralles, primero como adjunto de Mussons y posteriormente como máximo responsable, fue el responsable de reflotar a las secciones, que a excepción de la de hockey patines, que con Josep Lorente en el banquillo ya tenía varias copas de Europa en su palmarés, el resto eran segundonas en sus respectivas disciplinas. Tanto en baloncesto, como en balonmano, se logró cambiar la dinámica dando la máxima confianza a los entrenadores. Antoni Serra, incorporado del Joventut, y un inexperto Valero Rivera tuvieron todo el apoyo para construir sendos proyectos que resultaron ganadores, con un Palau que se llenaba en las grandes citas. Figuras como Epi, Solozabal, Sibilio o De la Cruz, con el apoyo de notables americanos como Ruland, Phillips o Starks ,enel caso del baloncesto. Pagoaga, Serrano, Sagalés, Papitu y extranjeros decisivos como el gigantón germano Wunderlich, pusieron los cimientos del éxito de las secciones.
Hasta que primero el fichaje de Aíto, en vez de dar continuidad a Flores, que como relevo de Serra había ganado el primer titulo europeo, la recordada Recopa de Grenoble frente al Zalgiris de Sabonis, más la conquista de la tercera Recopa consecutiva y la primera Liga con Valero en el banquillo, que dieron al traste con el simulacro de un relevo técnico con el frustrado fichaje del técnico rumano Peter Ivanescu ,alque desde dentro del club y a espaldas de Miralles, se había apalabrado su fichaje, le llevaron a dimitir de directivo en un golpe de dignidad. Años más tarde y tras enviudar, Núñez lo volvió a recuperar, como directivo del fútbol, en funciones de apoyo a Casaus ,enlos desplazamientos, en la gloriosa etapa del Dream Team.
Qué tiempos aquellos, Josep Maria, cómo los disfrutamos.
Sobre todo aquella vez que le devolvimos 300 latas de caviar al Dinamo de Kiev, que nos querían colar latas de contenido falso saladísimo por beluga. Con gente como tú, Núñez podía presumir de tener a grandes profesionales trabajando sin cobrar un duro para el Barça. Menudo era el ‘presi’, siempre mirando por la pela. Y perdona de no haber sabido de tu adiós hasta ahora, pero ten por seguro que nunca olvidaré a mi directivo favorito ●