Mundo Deportivo

La lección de los niños culés que ayer copaban la rotonda

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Si el Barça llegase a la final de la Champions (siempre hay a quien le toca el gordo), Laporta tendría que tener un detalle con los 17.552 socios que sacamos el pase de temporada para Montjuïc. Una entrada para cada uno para Wembley. Nos la hemos ganado. Por fidelidad a los colores, por el montón de sacrificio­s que significa, por el maltrato en la ubicación en la grada, por el poco fútbol que hemos visto, por el puñado de decepcione­s que acumulamos (Madrid, Girona, Villarreal, Granada) y porque, a pesar de ello, animamos como nunca, coreamos a Xavi con 0-0, hacemos la ola en el minuto 15 y, cuando las cosas terminan como el rosario del aurora, impera la indiferenc­ia, hay pocos silbidos y ni un pañuelo blanco pidiendo dimisiones en cadena. Los que suben a Montjuïc, para estar con el equipo en el momento actual, no es un barcelonis­mo que se apunta a las maduras sino que, también, está a las duras.

Y las actuales circunstan­cias son durísimas. Otros que viven el barcelonis­mo al margen de los resultados son los niños. Ayer, después del 3-3, a les 3 de la tarde, me fui a la puerta de salida de la Ciutat Esportiva de Sant Joan Despí para ver qué ambiente se respiraba. Ni una crítica, ni un reproche a los jugadores.

Al contrario, una chiquillad­a entregada que enloquecía cada vez que pasaba un coche con los presuntos cracks. Niños y niñas, lejos de la mayoría de edad, vestidos con las camisetas del Barça intentando hacerse una foto con cualquiera. Lo de conseguir una firma, ya lo dan por perdido. Pero la ilusión era máxima. Viendo tanta culerada que vive y siente los colores sin asteriscos a pie de página, el futuro está asegurado ●*

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