De la pasión inicial al reconocimiento final: una afición para soñar
→ Los culés animaron y consolaron: su química con el equipo, clave para el futuro
→ El Barça viene del barro, de años de humillaciones deportivas en la Champions League, de encajar dolorosos golpes hasta en la Europa League, con aquella imagen lamentable de los seguidores del Eintracht de Frankfurt mandando casi en número en el Camp Nou. Ni en el césped, ni en la grada, ni en los despachos. Todo era fango. Por eso, pese al 1-4 ante el PSG en la vuelta de los cuartos de final, estar tan cerca de volver a una semifinal aparta a este partido de la colección de los horrores. Todo lo anterior parecía el fin. Detrás sólo se intuía el abismo. Pero ahora es el inicio de algo. Por delante se detecta un horizonte con luz que se puede alcanzar con la comunión entre un equipo que crece y una afición que cree.
Tras el pitido final del rumano Istvan Kovacs, cuyos próximos arbitrajes analizaremos con lupa para ver si siempre es tan estricto y riguroso
Montjuïc dejó de ser una fortaleza en Europa, pero cayó con orgullo
Esta vez no se intuye un abismo tras un KO doloroso europeo: hay un horizonte con luz
como con la decisiva roja directa mostrada a Araujo con 1-0 y 4-2 en la eliminatoria, se vivió una escena que recordó a aquel KO en semifinales de la Champions League 2011-12 ante el Chelsea en el Camp Nou. La afición aplaudió a los jugadores en un emotivo reconocimiento final a su participación en esta edición, al 2-3 de la ida en París y a una épica pelea final pese a la desigualdad numérica que no tuvo premio.
Raphinha pidió perdón por el KO con los seguidores consolando a los jugadores. No estuvo tan lejos el Barça de forzar la prórroga con diez, el 2-3 se acarició antes del 1-4 final de Mbappé que acababa con la condición de inexpugnable de la fortaleza europea que estaba siendo el Estadi Olímpic Lluís Companys de Montjuïc.
Los seguidores vivieron con pasión desde primera hora de la tarde el partido, respondiendo al llamamiento en la víspera de Joan Laporta, Xavi Hernández y Pedri González. El recibimiento al autobús del Barça en las cuestas de la montaña de Montjuïc fue apoteósico, con bengalas, humo, petardos, banderas, cánticos...
Sobraron las referencias de unos pocos a Vinicius, porque no estaba en esta batalla y porque nadie se merece que le deseen lo peor, pero el ambiente era hostil contra el PSG, un rival ya odiado de por vida, y contra Ousmane Dembélé, el nuevo Judas para la afición culé. Para colmo, el ‘Mosquito’ fue el MVP del partido. Pero si lo de ayer fue el comienzo de algo, llegará la oportunidad de vengarse y aplastarlo. Deportivamente, claro ●