Matrimonios morganáticos: el temor de las dinastías
Cuando el matrimonio por amor empezó a abrirse camino entre las casas reales, se reactivó la vigencia de una figura legada por el derecho germánico: el matrimonio morganático, que proviene de la expresión germana morgengabe (regalo matinal). En la tradición de las tribus que sucedieron al Imperio Romano, se refería a la segunda ofrenda del marido a la esposa (la primera era el “precio de la novia” o dote), dada a la mañana siguiente de consumarse el matrimonio. Si sólo existía la segunda ofrenda, significaba que había un matrimonio desigual. En la historia de España aparecen varios de estos matrimonios, en general poco recordados. La viuda de Fernando VII, María Cristina de Borbón-dos Sicilias, se casó en segundas nupcias secretas con Agustín Fernando Muñoz y Sánchez, un militar conquense que prestaba sus servicios en la Casa del Rey y que más tarde sería ennoblecido como duque de Riánsares por su real esposa. Más trascendencia tuvo la elección de esposa por Alfonso XIII. Según el historiador Juan Balansó, Victoria Eugenia de Ba enberg –“una belleza rubia que encandiló al joven Alfonso XIII”– pudo acceder al trono “abjurada su religión protestante y disfrazada su calidad de hija de un príncipe morganático alemán”. En efecto, el título de su padre (príncipe de Ba enberg) había sido una creación artificial para dar mayor rango a su abuela, noble polaca de insuficiente pedigrí. Y, como quizás la historia se repite, el hijo mayor de Alfonso XIII y Victoria Eugenia, Alfonso, también se enamoró de una plebeya, la cubana Edelmira Sampedro. Para casarse con ella, tuvo que renunciar a su título de Príncipe de Asturias en 1933.