Cleopatra
belleza y personalidad voluptuosa ha sido desmentido por nuevas investigaciones. Sus representaciones más fidedignas (aunque todas tienen un alto grado de idealización, tal como es el arte dedicado al poder) oscilan entre el rostro de alguien de origen africano con tez oscura o una mujer de origen macedónico (más occidental que egipcia), no muy alta ni especialmente guapa. La egiptóloga Sally Ann Ashton recreó su posible rostro para un documental.
El famoso mito de la nariz de Cleopatra no es más que una popularización de la frase de Blaise Pascal: “Si Cleopatra hubiera tenido otra nariz habría cambiado la faz del mundo”, para simbolizar los detalles aparentemente insignificantes que pueden influir en la historia. En cuanto a su inclinación hacia los placeres sexuales, en las nuevas biografías de Goldsworthy y la de la egiptóloga Tyldesley también se establece que, probablemente,
En el otoño del 37 a. C. yendo hacia su campaña contra los partos, Antonio aprovechó para ver a su amada después de cuatro años de ausencia. Se casó entonces con ella, aunque todavía no había repudiado a su esposa romana de conveniencia. Ahí empezó la campaña contra la supuesta frivolidad de la egipcia procedente de los partidarios de Octavio (después llamado Augusto), que la tildaron, además, de hechicera y de inclinar a Antonio hacia todos los placeres dionisíacos. Octavio se puso decididamente en contra de Antonio acusándole de conceder a Cleopatra algunas posesiones romanas, asunto que se confirmaba en un documento secreto protegido por las vestales que se atrevió a destapar. También reveló los planes de Marco Antonio para trasladar la capital del imperio a Alejandría. Octavio expulsó a Antonio del triunvirato y consiguió que el Senado romano declarara la guerra a Egipto. Hubo una batalla decisiva en Actio, en la que el general Agripa hizo retroceder a los barcos egipcios y luego a la flota de Marco Antonio; el poder se les escapó definitivamente de las manos a los dos amantes y poco después, en el año 30 a. C., Octavio entró victorioso en Egipto. A Marco Antonio es posible que alguien le diera la anticipada noticia de la muerte de Cleopatra y no le quedó otra que usar su propia espada para darse muerte, ante la derrota militar, la desaparición de su amada y, sobre todo, la ignominia política.
Luego vino el famoso episodio del suicidio de Cleopatra, que los nuevos biógrafos se han encargado de desmentir, ya que no fue causado por la mordedura de un áspid en el seno, circunstancia muy cinematográfica y erótica. En su biografía, Stacey Schiff asegura que jamás a esta mujer tan preocupada por dar determinada imagen se le podría haber ocurrido someterse a una muerte tan desagradable. La egiptóloga Joan Fletcher dice que sí empleó veneno de cobra, pero destilado e introducido a través de una herida en el brazo, pues nadie que conozca el comportamiento de los reptiles puede estar seguro de que va a causarle una mordedura mortal. El especialista Christoph Shäfer dice que Cleopatra se suicidó usando varios venenos. Por último, parece que resulta imposible disimular una cobra egipcia dentro de un cesto de higos, como cuenta el mito. La escena final de la función puede que haya sido algo distinta de la realidad, pero el nudo, el amor de dos personajes poderosísimos en su época, fue real. Así que, como titula Terenci Moix a su conocida novela sobre los dos amantes más extraordinarios del mundo antiguo, no digas que fue un sueño, porque fue real.