La otra es la de verdad
La historia de amor entre Carlos de Inglaterra y Camilla Parker-bowles es una gran paradoja. De haber transcurrido por los cauces normales, no habría pasado de ser un enlace real como otros, y no habría estimulado la atención de los medios y el público más que cualquier otra boda tan grandiosa como previsible y sometida a la obli- gación y el protocolo más tradicional. Puede que fuera lo que la propia pareja hubiera deseado. Pero la religión y una tercera mujer se interpusieron, llenando su vida de combustible para la prensa sensacionalista, convirtiéndoles en centro de atención mundial, en un culebrón que duró décadas y en el que les correspondió jugar el peor papel.
Carlos y Camilla se conocieron en 1970 en un partido de polo, y no tardaron en darse cuenta de todo lo que tenían en común: no sólo su entorno social –el padre de Camilla, el comandante Bruce Shand, era oficial del ejército británico, y su madre, Rosalind Cubbitt, tenía un irreprochable y aristocrático árbol genealógico– sino también gustos, opiniones y aficiones que les hicieron conectar al instante. Pero el porvenir de la pareja se enfrentaba a obstáculos religiosos –el rey de Inglaterra es también cabeza de la iglesia anglicana, y Camilla era católica– y la oposición de la Familia Real y sus consejeros, que no la consideraron una candidata apta para consorte del futuro monarca. La relación no prosperó, y en 1973 Camilla contrajo matrimonio con Andrew Parker-bowles; ocho años después, Carlos haría lo propio con la joven Lady Diana Spencer en la que fue calificada como una de las bodas del siglo. Las dos parejas mantenían contacto: Carlos fue el padrino del primer hijo de Andrew y Camilla, y ella fue una de las invitadas de honor en la boda de los Príncipes de Gales.
Por mucho que ambos in-