Leyendas amorosas
Pasiones contrariadas, afectos indestructibles y puros, descensos a los infiernos, tragedias carnales... La mitología, la cultura popular y, más tarde, la literatura y el arte inmortalizaron para siempre estas grandes historias de amor.
SPor Alberto Porlan · Ilustraciones: Max Hierro e dice que no existieron tiempos sin pasiones, y ahí está la Historia para sostener rotundamente esa afirmación. Incluso en las épocas y en las tierras más severas y desalentadoras del goce, los humanos hemos experimentado el mismo ardor erótico y sus, a menudo, terribles consecuencias. Pues la pasión contrariada siempre ha provocado excesos y catástrofes, que son materiales de primera clase para leyendas y mitos.
Muchas obras mayores de la literatura y las bellas artes se construyeron con dichos materiales, lo mismo que nuestras creencias espirituales. Los mitos de la Creación más antiguos (egipcios, griegos, celtas, etc.) hablan de parejas primordiales que se unen para dar origen a todo lo demás. La idea es que de la atracción amorosa nace cuanto existe, y esa unión, llamada técnicamente hierogamia, adopta formas muy distintas. No deja de ser interesante que gran parte de las divinidades clásicas sean, en mayor o menor medida, víctimas del amor pasional, lo que equivale a decir que el mundo antiguo era incapaz de concebir una entidad superior a la humana que no estuviera, a su vez, gobernada o superada por el instinto erótico. Zeus, sin ir más lejos, es descrito como un tipo rijoso, esclavo de sus pasiones, que se transforma en cisne para poseer a Leda y en toro para secuestrar a Europa. El cristianismo sublimó o amplió ese instinto, lo vació de erotismo, lo llamó amor y lo utilizó como primera palabra de sus mandamientos.
Las viejas historias de pasión tejidas por el mundo pagano se convirtieron en referencias legendarias, y es llamativo que, a pesar del aforismo latino amor omnia vincit (el amor todo lo vence), cuando se las considera en conjunto, la inmensa mayoría de ellas sean historias desgraciadas y trágicas.
Lo divino y lo humano. Tal vez se deba a que el relato de la búsqueda de la felicidad resulta mucho más interesante que el de la felicidad en sí misma, de la que hay tan poco que decir. Si nuestros cuentos infantiles terminaban con los protagonistas felices y comiendo perdices es porque, después de las perdices, ya no queda nada que contar. La felicidad es para vivirla, no para explicarla.
En cuanto a las historias paganas de amor, hay que distinguir entre las mitológicas y las legendarias. Las primeras son cosa de los dioses, mientras que las segundas tienen por protagonistas a humanos, sean estos héroes, reyes o simples mortales.
Aunque hay casos intermedios, como el de Orfeo. Los griegos de