Las geishas, unas acompañantes muy especiales
Las geishas no tienen una historia milenaria: surgieron en los siglos XVIII-XIX, pero en poco tiempo se han convertido en personajes míticos. Nacieron como una derivación de las cortesanas oiran (ver texto principal), aunque con la importante diferencia de que no ofrecían servicios sexuales, sino sólo diversión y entretenimiento. Aún en el siglo XX, como relata la novela Memorias de una geisha, de Arthur Golden, las niñas sin recursos de zonas rurales eran vendidas por sus padres a intermediarios que las entre- fue adaptada al cine en 2005, con Gong Li y Michelle Yeoh (en la imagen). A la izquierda, el famoso retrato de la geisha Itsutomi (1793, Hosoda). gaban a las propietarias de las casas de té, en las que se les daba una exigente formación para cumplir los requisitos que se esperan de una geisha. Su aspecto (peinado, maquillaje, kimono, calzado) y habilidades artísticas están profundamente institucionalizados, por lo que su éxito posterior dependerá de la preparación recibida. Su dedicación principal es la de entretener a los acaudalados hombres que pueden pagar por su compañía. La profesión de geisha sigue siendo compleja y polémica, por la delgada diferencia entre esta condición y la de prostituta; es habitual entre ellas tener un cliente habitual que ejerce de protector, llama- do danna. En algunos casos, las geishas se casan con estos protectores, o con otros clientes, pero tal elección las obliga a dejar su profesión. Pero el aspecto más criticado fue, ya en el siglo XX, la institución del mizuage, un ritual que indicaba el paso a la mayoría de edad de las maikos (aprendizas de geisha) para poder ejercer plenamente la profesión. Una de las etapas de este rito de paso era la desfloración de la maiko por su danna. Éste pagaba una gran suma por la pérdida de la virginidad de su protegida. Un creciente rechazo social hizo que las autoridades japonesas se vieran obligadas a ilegalizar esta parte del ritual en 1959.