Conquistados y extinguidos
No es necesario remontarnos a la más remota Antigüedad para encontrar casos de civilizaciones perdidas. Con el descubrimiento de América en 1492, se inició un proceso de conquista y colonización que supuso el final de algunas de las sociedades precolombinas más avanzadas del continente. Hernán Cortés en México y Pizarro en el Perú sometieron, respectivamente, a los aztecas y al imperio inca mediante una combinación de armas modernas y un aliado inesperado: las enfermedades traídas desde Europa. Las armaduras de algodón acolchado y los cuchillos de obsidiana podían resultar útiles a los caciques precolombinos para luchar contra los pueblos enemigos vecinos, pero se revelaron completamente ineficaces a la hora de hacer frente a los cañones, arcabuces, ballestas, armaduras y espadas de filo toledano de los españoles. Epidemias, un arma letal. Los conquistadores compensaron su inferioridad numérica con una eficacia que causaba miles de bajas entre los ejércitos indígenas, incapaces de frenar el ímpetu guerrero de los barbudos llegados desde el otro lado del Atlántico. Las epidemias extendidas rápidamente entre los pueblos autóctonos provocaron mayor mortandad que la guerra. Los organismos de los afectados El encuentro entre Hernán Cortés y el emperador azteca Moctezuma II, según un cuadro del mexicano Juan Ortega (1885). no contaban con las defensas inmunológicas necesarias para hacer frente a unas enfermedades que eran desconocidas en el continente americano. Así, la viruela y el sarampión provocaron estragos en la población local, es- pecialmente entre los niños, acabando con la vida de miles de personas. En lugares como la isla de La Española, Cuba y Puerto Rico, la mortandad alcanzó niveles de exterminio, despoblando el territorio de sus habitantes originales.