Persia, la gran enemiga
A MEDIADOS DEL SIGLO III, EL IMPERIO ROMANO NO SÓLO SE ENFRENTABA A LAS TRIBUS BÁRBARAS QUE CRUZABAN LA FRONTERA NATURAL DE LOS RÍOS RIN Y DANUBIO, SINO TAMBIÉN A LAS ACOMETIDAS DE LA PODEROSA PERSIA CONTRA LA QUE ROMA–YA EN DECADENCIA– LUCHÓ.
En el año 236, Ardashir, el monarca de la nueva dinastía de los sasánidas, tomó las ciudades de Nisibis, Edesa y Carras. El emperador romano Maximino apenas reaccionó ante las alarmantes noticias que llegaban de Mesopotamia. Tenía demasiados problemas internos como para prestar oídos a una nueva incursión persa en Oriente.
El antecesor de Maximino, Alejandro Severo, le había cedido un Imperio en bancarrota y se vio en la necesidad de in- crementar los impuestos, lo que provocó el malestar general y disturbios en algunos territorios romanos. Hartos de la presión fiscal a la que eran sometidos, los terratenientes de la provincia de África (actual Túnez) proclamaron emperador a Gordiano, un senador anciano que ejercía las labores de procónsul en ese territorio.
El octogenario estableció su corte en Cartago y nombró corregente a su hijo, Gordiano II, dos medidas que fueron recibidas con aplausos por los senadores ro- manos, muchos de los cuales estaban enfrentados a Maximino, razón por la que el Senado le declaró enemigo público del Imperio. Pero los senadores pasaron por alto que Gordiano apenas disponía de fuerzas militares, lo contrario que el gobernador de la vecina Numidia, que albergaba la legión III Augusta. Sus fuerzas derrotaron a Giordano, que se ahorcó cuando supo que su hijo había sido ejecutado como uno de los inductores de la revuelta.
Gracias a los legionarios de Numidia,
Valeriano fue el primer emperador capturado por el enemigo persa, lo que causó una tremenda conmoción en Roma
Maximino mantuvo el poder por un tiempo hasta que sus oficiales acabaron con su vida, lo que obligó al Senado a nombrar un nuevo emperador. El elegido fue un adolescente de trece años llamado Gordiano III, nieto del octogenario que se había autoproclamado emperador en África. Debilitado por la guerra civil y las conspiraciones palaciegas, con un adolescente a la cabeza, el Imperio dio muestra de una gran vulnerabilidad.
INICIO DE LA DECADENCIA DEL IMPERIO.
En un plazo de cincuenta años, Roma fue gobernada por veintiséis emperadores, de los cuales todos salvo uno murieron violentamente. Muchos de ellos eran militares que conspiraron contra el gobierno imperial y el Senado y otros pocos eran niños cuando llegaron al poder. En aquellos años de gran zozobra y violencia, en los que la vida de los poderosos apenas valía nada y en los que las invasiones bárbaras amenazaban las fronteras, fue cuando comenzó a fraguarse la lenta caída del Imperio Romano de Occidente.
En Persia, el anciano monarca Ardashir cedió el trono a su hijo Sapor I, cuya primera medida fue poner en marcha una gran campaña militar en el año 252 para conquistar Armenia y Siria y saquear Antioquía. El ataque del monarca sasánida coincidió con la irrupción de miles de bárbaros en la frontera oriental del Imperio Romano. Mientras las legiones intentaban frenar el empuje de los godos a orillas del río Rin, Gordiano III se puso a la cabeza de un ejército para atacar Mesopotamia y devolver el golpe a los persas. Pero Sapor I le plantó cara.
Tras varios enfrentamientos, el emperador romano murió en extrañas circunstancias. Los persas aseguraron que fueron sus ejércitos los que acabaron con Gordiano III, aunque lo más probable es que fuera asesinado por sus propios hombres. Su sucesor, el emperador Valeriano dejó a su hijo Galieno a cargo de Occidente y a continuación dirigió sus falanges hacia Oriente, donde recuperó Siria y Antioquía en el año 257.
Sin embargo, aquellos éxitos iniciales se tiñeron de negro cuando Valeriano fue apresado por los persas, lo que causó una tremenda conmoción en la metrópoli, ya que era el primer emperador romano capturado por el enemigo. Un relieve que se conserva en Bishapur ( Irán) muestra a un caballo que patea el cuerpo sin vida de Gordiano III, mientras su orgulloso jinete, Sapor I, conduce de la muñeca al derrotado Valeriano, quien poco después fue ejecutado por los persas.
Le sucedió su hijo Galieno, aunque pronto se enfrentó a diversas intrigas que intentaron apartarle del poder. En la Galia, el general Póstumo se proclamó emperador, siendo reconocido como tal por las provincias occidentales de Britania, Hispania y la Galia. El usurpador organizó un Imperio paralelo que fue independiente de la autoridad de Roma durante varios años. Galieno tuvo que asumir la situación sellando un pacto con Póstumo, que renunció unificar el Imperio bajo su mando y centró sus esfuerzos en defender sus provincias de los bárbaros.
EL PODER DE PALMIRA.
Amenazado en el flanco occidental del Imperio, Galieno se vio obligado a pactar con el príncipe árabe de Palmira, Odenato, para tratar de frenar el empuje de Persia en Oriente Medio. Las fuerzas de Palmira infligieron varias derrotas a los persas y Galieno pagó el favor a Odenato permitiéndole crear un reino en torno a Palmira bajo soberanía romana. Craso error del emperador romano. Cuando el monarca falleció, su mujer Zenobia declaró la independencia de Palmira y amenazó a las provincias romanas de Oriente, lo que debilitó el poder de Galieno, que finalmente fue asesinado por sus oficiales en el año 268.
Su sucesor, Claudio II, heredó los problemas que padecía Roma. Desde el primer momento tuvo que combatir contra las tribus bárbaras, que continuaban presionando las fronteras del Imperio. Meses antes de que Claudio II llegara al trono, los godos habían atacado los Balcanes y otros pueblos bárbaros habían hecho lo propio en la Galia y el norte de Italia. Ante la amenaza que se cernía en la península itálica, el emperador organizó un ejército para frenar la peligrosa acometida de los guerreros germánicos.
Tras duros enfrentamientos y sufrir importantes bajas en sus ejércitos, el emperador derrotó a los godos, por lo que fue llamado “Gótico” y “Máximo”. Pero los problemas que atenazaban a Roma seguían allí. A pesar sus victorias contra los alamanes y los godos, Claudio II murió víctima de la peste en el año 270 sin haber logrado taponar las fronteras del Imperio.
Mientras Roma rendía honores al emperador fallecido, nuevas hordas de guerreros bárbaros traspasaron la limes del Imperio. Pero, ¿qué empujaba a los germánicos a actuar de ese modo? En realidad, fueron varios factores los que contribuyeron a incrementar el número de invasiones.