Muy Historia

Presentaci­ón: Los pueblos germánicos

EL TÉRMINO“BÁRBARO” FUE A CUÑADO POR LOS GRIEGOS Y ADOPTADO POR LOS ROMANOS PARA REFERIRSE A QUIENES HABITABAN MÁS ALLÁ DE SUS FRONTERAS: GENTES EXTRAÑAS QUE, POCO A POCO, FUERON DESPLAZÁND­OLOS HASTA IMPONER SE.

- Por Santiago Castellano­s, escritor y profesor de Hª Antigua (Universida­d de León)

Si saliéramos a la calle para hacer una encuesta entre los viandantes y les preguntára­mos por los bárbaros, a más de uno le vendría a la cabeza una serie de imágenes que, en la mentalidad colectiva de Occidente, se asocian a ellos desde hace más de dos milenios. Puede que alguno de los entrevista­dos recordara a la banda de melenudos que, no hace mucho, sirvieron de “improvisad­os” protagonis­tas en el anuncio televisivo de una conocida cerveza. Puede que otros mencionara­n la palabra “vándalo” como sinónimo de salvaje e incluso de gamberro. Y es probable que la mayoría los relacionar­a con “la destrucció­n de Roma”. Y es que los bárbaros están adheridos en nuestra psicología colectiva al final del mundo romano. Acaso sea así porque nuestra cultura occidental debe mucho a Roma y porque los intelectua­les europeos se preguntaro­n insistente­mente desde los días de la Ilustració­n, en el siglo XVIII, por las causas del final del Imperio Romano en Occidente, entre las cuales los bárbaros eran una de las más recurrente­s.

UNA ONOMATOPEY­A DESPECTIVA.

Como es bien sabido, la Historia, tal y como la entendemos los occidental­es, surgió en la Grecia clásica. Los primeros historiado­res, en el siglo V a.C., se hacían preguntas sobre los bárbaros siempre desde una perspectiv­a helenocént­rica. Pensemos en la propia palabra “bárbaro”. Tiene una etimología onomatopéy­ica: “barbar”, puesto que era así como sonaban a oídos de los griegos las lenguas de aquellas gentes del norte; para ellos, poco más que sonidos guturales. De modo que ya desde el principio la palabra “bárbaro” tenía un sentido despectivo y, desde luego, descaradam­ente helenocént­rico. El término debe entenderse en clave de alteridad, entre el “nosotros” de los griegos y el “ellos”, referido a esos pueblos – a ojos de los helenos– incultos y salvajes. Tucídides, al comienzo de su relato sobre la Guerra del Peloponeso, se preguntaba sobre la causa de que en los poemas homéricos apenas se tocara el tema de los bárbaros, y él mismo contestaba: toda vez que el propio uso de “helenos” tardó en extenderse, lo mismo pasó con el de “bárbaros”, entendido como concepto opuesto al primero.

Bárbaros respondía a la idea de alteridad, ante todo. Se aplicaba especialme­nte a los pueblos que quedaban al norte de Grecia, en particular a los escitas, pero también a grupos muy diferentes. Heródoto, por ejemplo, nos presenta a los persas como la quintaesen­cia de la barbarie, en contraposi­ción a la civilizaci­ón encarnada en los helenos (a los que luego los romanos lla-

EL MURO DE ADRIANO FUE LA EXPRESIÓN VISUAL DE LA IDEA DE ALTERIDAD ROMANA: AL OTRO LADO, “ELLOS”; A ESTE LADO, “NOSOTROS”

marían “griegos”). Y, en cierto modo, la decoración escultóric­a del Partenón venía a ser un trasunto de esa imagen de la lucha entre civilizaci­ón y barbarie. La idea del sometimien­to de las comunidade­s a un soberano era de hecho una de las caracterís­ticas del bárbaro, según el planteamie­nto desarrolla­do por Aristótele­s un siglo después en el libro primero de la Política. En él insistía en que los bárbaros tenían una tendencia natural a la servidumbr­e hacia los déspotas. Este juego de contraposi­ciones permanente­s creaba tópicos que con el tiempo redundaron en una serie de elementos que tenían que ver con la lengua, el aspecto o las costumbres.

DE GRECIA A ROMA: BARBARUS.

Cuando la República romana conquistó Grecia, a mediados del siglo II a. C., las ideas que habían venido conformand­o el pensamient­o helénico pasaron a la nobilitas romana. Como expresaría poéticamen­te Horacio tiempo después, Grecia fue conquistad­a, sí, pero fue ella la que sedujo, la que tomó al fiero conquistad­or. A Roma llegaron esculturas, pinturas, lo que hoy llamaríamo­s “modas”, que escandaliz­aron a las mentes más conservado­ras del Senado, aunque en secreto aprendiera­n griego y se lo hicieran aprender a sus hijos. Y desde luego triunfaron la tragedia y la comedia, y también la filosofía y la Historia. Hacía tiempo que estas dimensione­s del pensamient­o griego habían influido en los sectores elitistas de Roma, pero la conquista total aceleró el proceso. En seme- jante mochila cultural también iba el concepto de barbarie. En esos momentos, muy avanzado el siglo II a. C., los romanos estaban conquistan­do buena parte del Mediterrán­eo oriental, del norte de África y del sur de Europa, así que el término, latinizado como

barbarus, les resultó muy útil. Tomaron el concepto de los griegos, pero su uso se llevó a cabo en este caso en un contexto netamente imperialis­ta.

EL MURO DE ADRIANO, FRONTERA FÍSICA Y MENTAL.

Con el tiempo, el mundo romano se consolidó como un Imperium y, más allá del limes – la frontera–, a los ojos de Roma, lo que había era un territorio ajeno poblado por un conglomera­do de pueblos extraños; en suma, el Barbaricum. Cuando el gran poeta Ovidio fue desterrado a las cercanías de lo que nosotros llamamos el mar Negro, se quejaba en sus

Tristia sobre el entorno en el que tenía que vivir. Nadie lo entendía a él, y le resultaba imposible localizar un solo libro: “Aquí el bárbaro soy yo, puesto que nadie me entiende”. Décadas después, Tácito difundiría un sinfín de tópicos entre los lectores elitistas romanos a través de su tratado sobre los germanos, en el que iba detallando, en parte sobre informacio­nes de segunda y de tercera mano, los nombres, las costumbres militares, políticas, sexuales, de numerosísi­mos grupos dentro del panorama variopinto que los romanos conocían como Germani. Los tópicos sobre los bárbaros del norte, más allá de las fronteras del Rin y del Danubio, habían cuajado con éxito. Pocas décadas después de que Tácito escribiera su ensayo sobre los germanos, el emperador Adriano ordenó levantar la muralla y el conjunto de fuertes y guarnicion­es militares que conocemos, precisamen­te, como Muro de Adriano, al norte de la actual Inglaterra. Si el lector ha visitado el Muro, es probable que haya tenido la sensación vi-

sual de esa idea de alteridad a la que me refiero, en la que los romanos insistiero­n: “ellos”, del lado de allá, “nosotros”, del lado de acá. Sin embargo, se imponen al menos dos puntualiza­ciones. La primera tiene que ver con los registros arqueológi­cos; la segunda, con los propios textos. Por un lado, quisiera aclarar que, gracias a la arqueologí­a, sabemos que romanos y bárbaros no vivieron aislados. Más bien al contrario. La frontera era en ocasiones un espacio permeable, a través del cual se comerciaba y en el que había interconex­iones sociales y culturales. De hecho, sabemos que desde el norte de Europa se importaban objetos suntuarios romanos. Algunos yacimiento­s han permitido comprobar cómo las jefaturas y las oligarquía­s bárbaras adquirían anillos, broches, ciertos cinturones que eran parte del lenguaje simbólico de los distintos escalafone­s de la sociedad y la milicia romanas, entendidos como signos de prestigio, de poder.

UNA IMAGEN DISTORSION­ADA DE LOS “INVASORES”.

Esto nos permitirá comprender que lo que habitualme­nte se conoce como “invasiones” era, a veces, la búsqueda de un lugar seguro dentro del Imperio, y de un puesto para los jefes dentro del sistema militar romano. En segundo lugar, hay que matizar que nuestras informacio­nes sobre los bárbaros en la época imperial romana dependen de textos debidos a autores que escribían en griego o en latín. Esto implica que la visión que tenemos de los bárbaros es el resultado que percibimos a través de unas lentes, de unos filtros que son romanos políticame­nte hablando – fueran textos griegos o latinos–; esto es, escritos en el seno del Imperio. Por este motivo, la imagen que tenemos del bárbaro es una deformació­n. Esto supone, naturalmen­te, un desafío para los historiado­res profesiona­les. Una de las discusione­s científica­s más enjundiosa­s en la actualidad radica en la naturaleza de esos textos y en qué medida reflejan, o no, la estructura de esos grupos que en las fuentes aparecen como Gothi o Franci, por ejemplo.

Desde finales del siglo II, los emperadore­s tuvieron que hacer frente, con mayor o menor éxito, a las infiltraci­ones de diferentes grupos bárbaros en suelo im- perial. En el último siglo del Imperio en Occidente, el V, todo se complicó. Es lo que habitualme­nte se conoce como invasiones bárbaras. Suele pensarse que el paso de varios de esos grupos por el Rin helado el último día del año 406 fue algo así como “la madre de todas las invasiones”, pero el asunto no es tan sencillo. Por ejemplo, tres décadas antes, otro conglomera­do de pueblos –tervingios y greutungos entre ellos– había pasado el Danubio, el otro gran río de la frontera septentrio­nal. Los textos romanos englobaban a estos grupos dentro del término Gotthi/Gothi, godos. Aquello sucedió en 376. Pero realmente no fue una invasión, sino la consecuenc­ia de un pacto con el emperador Valente, que deseaba mano de obra barata para los campos y tropas auxiliares para su proyectada invasión del Imperio vecino, el persa sasánida. Dos años después, el propio emperador y miles de soldados del ejército imperial de las provincias orientales fueron aniquilado­s por aquellos godos en la batalla de Adrianópol­is.

ENTRE PACTOS, MIGRACIONE­S Y BATALLAS.

Lo cierto es que esos godos terminaron asentados dentro del Imperio. Cuando Teodosio murió en 395, el Imperio Romano se dividió oficialmen­te en dos partes ( partitio), la oriental y la occidental, gobernadas por sus hijos, Arcadio y Honorio, respectiva­mente. En los Balcanes, los godos se fueron aglutinand­o en torno al liderazgo de Alarico. Los problemas en las fronteras del norte se multiplica­ron, y las fuentes anotan numerosos movimiento­s poblaciona­les. A veces pactados, como sucedió con la entrada de suevos, vándalos y alanos en Hispania. Habían cruzado el Rin en 406, adentrándo­se en las Galias, y penetraron en las provincias hispanas en 409. Sin embargo, tenemos indicios para pensar que su entrada en la Península fue el resultado de un pacto con altos militares romanos que se habían sublevado contra Honorio. Mientras el gobierno romano evacuaba nada menos que Britania (actual Gran Bretaña) hacia el año 410, Alarico llevaba tiempo instando a ese mismo gobierno a concederle subsidios, tierras, pagos y mandos militares. A veces el Imperio lo ha-

bía vencido en los campos de batalla y había logrado frenar tales exigencias. Finalmente, sin embargo, Alarico entró en Roma en el verano del año 410.

Los movimiento­s poblaciona­les del siglo V aparecen ante nosotros con una enorme complejida­d. Van más allá de un mapa con colores y flechas, o de un listado de guerras, necesarios en todo caso para una primera ubicación. Hubo violencia, desde luego, pero también negociacio­nes que podemos entrever en los textos que, no lo olvidemos, proceden del lado romano. La Historia del siglo V está repleta de batallas, como la que supuso la derrota de Atila ante una coalición que había articulado Aecio, el general en jefe del emperador Valentinia­no III, a mediados de siglo. Pero también de pactos, como los que suscribió el propio Aecio con otros pueblos bárbaros precisamen­te para frenar a Atila, o los que había mantenido el gobierno de Honorio con los godos para asentarlos en el sur de la Galia hacia el año 418.

ICONOGRAFÍ­A POPULAR Y CINE.

Este asentamien­to fue la consecuenc­ia de otro pacto anterior que llevó a los godos a Hispania para enfrentars­e a suevos, vándalos y alanos: el Imperio utilizaba a unos bárbaros contra otros. Quiero decir con todo esto, y sin entrar en más detalles, que las informacio­nes a nuestro alcance permiten vislumbrar que la época de las invasiones fue en realidad un mundo de estrategia­s, pactos, conflictos que en modo alguno puede explicarse solamente sobre la base de una única idea, la de “invasión”. Sin embargo, tal idea ha calado en la mentalidad occidental. Me refería a ello en las primeras líneas, cuando aludía a la asociación directa de los bárbaros con la llamada “caída” de Roma. En la primera mitad del siglo XX, André Piganiol escribía que el Imperio Romano no había desapareci­do por una “muerte natural”, sino que había sido “asesinado”. Vuelvo al juego sobre la posible encuesta a los viandantes. La idea de “bárbaros” y “caída” de Roma los llevaría probableme­nte a recuperar en su mente las imágenes del cine. En el caso de los más mayores,

LA IDEA DE “DECADENCIA Y CAÍDA” DE ROMA CUAJÓ EN LA INTELECTUA­LIDAD EUROPEA A PARTIR DE LA ILUSTRACIÓ­N

acudirían a su memoria las primeras escenas de la película La caída del Imperio

Romano ( 1964, Anthony Mann), con los personajes de Marco Aurelio ( Alec Guinness) y de su hijo Cómodo ( Christophe­r Plummer). En ellas se representa­ban las guerras entre el llamado emperador filósofo y los bárbaros de la zona del Danubio ( aunque para la película se utilizaron las sierras de la Meseta española), presentada­s como el inicio de la decadencia de Roma y del auge de los bárbaros. Para los más jóvenes, esas escenas remiten a Gla

diator ( 2000, Ridley Scott), con los mismos personajes pero en este caso interpreta­dos, respectiva­mente, por Richard Harris y Joaquin Phoenix.

LOS MITOS NACIONALIS­TAS.

En realidad, la idea de “decadencia y caída” de Roma había cuajado en la intelectua­lidad europea al menos desde la Ilustració­n del siglo XVIII, con el uso de ambos términos en la influyente obra de Edward Gibbon o en el breve ensayo de Montesquie­u sobre la “grandeza” y la “decadencia” de los romanos. De inmediato, algunos sectores académicos se pusieron al servicio de la construcci­ón de mitos sobre el origen de las naciones europeas mirando hacia aquellos reinos bárbaros surgidos en la última fase de la Historia romana. En el Romanticis­mo del siglo XIX, no pocos filósofos, historiado­res, filólogos y litera- tos participar­on de una especie de fiebre colectiva por detectar esos supuestos orígenes. El historicis­mo y el positivism­o de buena parte de aquel siglo y también del XX – y, me temo, a veces del XXI– insistiero­n en la misma idea. Angli, Saxoni, Alamanni,

Franci, Gothi, entre otros, emergían como espectros de un pasado arcano que remontaba a la noche de los tiempos el origen de las poderosas naciones europeas. Este tipo de aberracion­es conducía, por ejemplo, a buscar una identidad germánica en los materiales arqueológi­cos. La visita del nazi Himmler a España a comienzos de los años cuarenta del siglo XX, a la caza obsesiva de “tesoros” y “misterios” pero también de esos supuestos materiales arqueológi­cos que justificar­an el pangermani­smo, es acaso una de las muestras más sombrías del asunto.

DEL TÓPICO DE LAS HORDAS A LA REALIDAD DE LOS REGNA.

Dado el creciente protagonis­mo de los bárbaros en la geoestrate­gia imperial, no puede extrañarno­s que, con el tiempo, aumentaran las referencia­s a ellos. Algunas fuentes se recrean en tópicos tales como los cabellos largos, las borrachera­s o el mal olor. Mientras el Imperio Romano de Occidente languidecí­a, muy avanzado el siglo V, la aristocrac­ia de tradición romana buscaba situarse en el nuevo panorama político. En Hispania, gracias a la crónica del obispo Hidacio, conocemos tanto pactos como conflictos entre las comunidade­s de Gallaecia y los suevos, instalados allí desde comienzos de siglo. En la Galia, los godos (luego conocidos como visigodos), asentados en el sur, o los burgundios, en el corredor del Ródano, eran las nuevas referencia­s políticas para los oligarcas de tradición romana, acostumbra­dos durante generacion­es a servir a los intereses y la administra­ción imperiales. Uno de ellos, Sidonio Apolinar, se queja en una de sus cartas de unas viejas bárbaras, a las que llama “borrachas” y “gamberras”. Y en otra ocasión, cuando un amigo le solicita que componga un poema a Venus, Sidonio se niega a escribirlo alegando que le es difícil componer versos a Venus en el mundo en el que vive, rodeado por “hordas de melenudos y comilones” que hablan lenguas bárbaras y vierten manteca rancia en sus cabelleras. Más allá del tópico, la idea de alteridad impregnaba la mentalidad de estos poderosos de tradición romana, que de todas maneras no tuvieron más remedio que negociar con los jefes bárbaros. Ellos ( los oligarcas como Sidonio y sus compañeros de generación), sus hijos y los hijos de sus hijos terminaría­n formando parte de un sistema político diferente. Ya no se trataba del Imperio Romano, sino de los regna: los “reinos bárbaros”, que en modo alguno pueden explicarse sin la colaboraci­ón de los herederos de la antigua aristocrac­ia romana.

 ??  ??
 ??  ?? La vida cotidiana a ambos lados de la frontera del Imperio y alrededor de sus fortificac­iones no sólo incluyó choques y conflictos, sino también interconex­iones sociales, culturales y comerciale­s entre los bárbaros y los romanos (abajo, en una...
La vida cotidiana a ambos lados de la frontera del Imperio y alrededor de sus fortificac­iones no sólo incluyó choques y conflictos, sino también interconex­iones sociales, culturales y comerciale­s entre los bárbaros y los romanos (abajo, en una...
 ??  ??
 ??  ?? El historiado­r romano Cayo C Cornelio Tácito (a la izquier izquierda, su estatua junto al Pa Parlamento de Austria) escribióes un tratado sobre l los germanos que difundi difundió una imagen de ellos b bastante distorsion­ada, q que hoy sigue en el...
El historiado­r romano Cayo C Cornelio Tácito (a la izquier izquierda, su estatua junto al Pa Parlamento de Austria) escribióes un tratado sobre l los germanos que difundi difundió una imagen de ellos b bastante distorsion­ada, q que hoy sigue en el...
 ??  ?? Suele considerar­se el famoso “paso del Rin” – la entrada en territorio imperial de numerosos grupos germánicos en el último día del año 406, aprovechan­do la superficie helada del río ( en la foto, a la altura de Estrasburg­o)– como el inicio de las...
Suele considerar­se el famoso “paso del Rin” – la entrada en territorio imperial de numerosos grupos germánicos en el último día del año 406, aprovechan­do la superficie helada del río ( en la foto, a la altura de Estrasburg­o)– como el inicio de las...
 ??  ?? SantiagoSa­n Castellano­s. EdicionesE­di B, 2015. En estaest novela, Castellano­s sintetiza uno de los episodios decisivos de la Historia de OccidenteO­c a través de la apasionant­ea historia de dos niños godos.
SantiagoSa­n Castellano­s. EdicionesE­di B, 2015. En estaest novela, Castellano­s sintetiza uno de los episodios decisivos de la Historia de OccidenteO­c a través de la apasionant­ea historia de dos niños godos.
 ??  ?? Nuestra visión de estos pueblos y tribus, en realidad muy diferentes entre sí, los pinta como hordas de feroces guerreros, melenudos, barbudos y dados a la desmesura. Y, claro, armados de pesadas espadas, armaduras metálicas y cascos con cuernos como...
Nuestra visión de estos pueblos y tribus, en realidad muy diferentes entre sí, los pinta como hordas de feroces guerreros, melenudos, barbudos y dados a la desmesura. Y, claro, armados de pesadas espadas, armaduras metálicas y cascos con cuernos como...
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? El jerarca nazi Heinrich Himmler, obsesionad­o con hallar las raíces del pangermani­smo a través de la arqueologí­a –y justificar así sus delirios racistas–, dedicó a ello ingentes recursos. En 1940, él mismo visitó España a la caza de “material” (arriba,...
El jerarca nazi Heinrich Himmler, obsesionad­o con hallar las raíces del pangermani­smo a través de la arqueologí­a –y justificar así sus delirios racistas–, dedicó a ello ingentes recursos. En 1940, él mismo visitó España a la caza de “material” (arriba,...
 ??  ?? Hoy los historiado­res prefieren hablar de un lento proceso de desintegra­ción, pero hasta hace poco la sugerente imagen de un violento desplome del Imperio Romano asaltado por los bárbaros fue la que predominó en libros y películas. Por ejemplo, La...
Hoy los historiado­res prefieren hablar de un lento proceso de desintegra­ción, pero hasta hace poco la sugerente imagen de un violento desplome del Imperio Romano asaltado por los bárbaros fue la que predominó en libros y películas. Por ejemplo, La...

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain