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Caída de Barcelona y Madrid: el fin de la contienda

CON EL GOBIERNO EN DESBANDADA Y SUS FACCIONES LUCHANDO ENTRE SÍ, EN ENERO DE 1939 LA REPÚBLICA TENÍA LOS DÍAS CON TADOS. A CATALANES Y MADRILEÑOS APENAS LES QUEDABAN FUERZAS PARA RESISTIR.

- Por Fernando Cohnen, periodista

Mientras la maquinaria de guerra franquista iniciaba su avance hacia Cataluña, el líder socialista Julián Besteiro viajó a Barcelona para entrevista­rse con el presidente de la República, Manuel Azaña, y sondear su opinión ante un hipotético acuerdo de paz con los militares rebeldes. Los frecuentes bombardeos que sufría la Ciudad Condal causaban mucha destrucció­n y desataban el pánico en la población, cuyo espíritu de resistenci­a se vino abajo. El 23 de enero, Negrín aseguró que permanecer­ía junto a su Gobierno en Barcelona, pero aquel mismo día la gente vio como los soldados cargaban camiones militares con documentos y enseres de los edificios oficiales.

La noticia corrió por las calles como la pólvora: el Gobierno republican­o huía de la ciudad. Tres días después, los franquista­s entraron en el centro urbano. Horas antes de la debacle, los que pudieron salieron en estampida hacia la frontera francesa. La caída de Cataluña incrementó el derrotismo en los territorio­s que todavía controlaba­n los republican­os; el efecto de lo ocurrido en Barcelona fue letal en Madrid. ¿ Merecía la pena defender la capital a esas alturas de la guerra?

EL DILEMA: RESISTIR, NEGOCIAR O

EXILIARSE. El 5 de febrero, Manuel Azaña cruzó la frontera francesa junto a miles de republican­os, miembros del Frente Popular e integrante­s de las milicias anarquista­s. El temor a las represalia­s que pudieran tomar los vencedores hizo que familias enteras se exiliasen. El 8 de febrero, Negrín salió de España. Mientras tanto, la vida en Madrid era cada vez más complicada. Sin apenas víveres, la población no tenía ya fuerzas para la resistenci­a. La suciedad imperante y la falta de aseo de la población hicieron prosperar la tiña y la sarna.

El 10 de febrero, Negrín volvió a cruzar la frontera para dirigirse a Alicante. Horas después fueron llegando a la ciudad levantina otros ministros del Gobierno y militares comunistas que habían sido evacuados de Barcelona. Desde las páginas del diario MundoObrer­o, el Partido Comunista anunció que iban a llevar la lucha hasta el fin. Negrín también propuso la resistenci­a con la esperanza de que comenzasen las hostilidad­es en Europa, lo que beneficiar­ía a la República. Negrín pensaba que, si estallaba la II Guerra Mundial, Francia e Inglaterra terminaría­n apoyando a la República frente a la Alemania nazi y la Italia fascista.

Sin embargo, los anarcosind­icalistas, la mayoría de los socialista­s, republican­os disconform­es con el Gobierno y un buen

LOS CASADISTAS CREÍAN POSIBLE ALCANZAR UN PACTO CON FRANCO Y SE OPONÍAN A LA RESISTENCI­A NUMANTINA DE NEGRÍN

número de militares, encabezado­s por el coronel Segismundo Casado, rechazaron la numantina propuesta de Negrín. Todos ellos veían factible llegar a un acuerdo de paz honroso con Franco. Además, aseguraban que la población civil no podía resistir mucho más sin alimentos y otros productos esenciales. Su objetivo era encontrar un interlocut­or válido que fuera aceptado por los militares rebeldes. Y el candidato idóneo era el coronel Casado, un reconocido anticomuni­sta al que Negrín había ascendido de forma sorprenden­te a jefe del Ejército del Centro en abril de 1938.

Por su parte, aquellos que estaban dispuestos a resistir sabían que la nueva Ley de Responsabi­lidades Políticas que había promulgado Franco sancionaba con inusitada dureza a todos los que hubieran colaborado con sindicatos, organizaci­ones y partidos del Frente Popular durante la República. Esa ley implicaba a un número tan elevado de españoles que muchos comenzaron a pensar que su única esperanza radicaba en el exilio.

LAS INEQUÍVOCA­S INTENCIONE­S DE FRANCO. En diciembre de 1938, en una entrevista que concedió al periodista Manuel Aznar – abuelo de José María Aznar, que muchos años después sería presidente del Gobierno–, Franco explicó lo que pensaba hacer con los “rojos” tras la caída de la República. Los dividía en criminales empedernid­os y gentes que habían sido engañadas por sus líderes. Los que no tuvieran las manos manchadas de sangre serían internados en cárceles y campos de trabajo, donde serían redimidos. Los demás irían a parar al paredón.

Ajeno a las terribles represalia­s que anunciaba Franco, el coronel Casado insistió en que lo mejor era establecer contactos con los rebeldes para alcanzar un final honorable de la guerra. Para lograrlo, debía apartar antes a los miembros del PCE que todavía mantenían importante­s cuotas de poder en el Gobierno. Tras contactar con la “Quinta Columna”, en enero de 1939 Casado cedió a los agentes de Franco la emisora de Unión Radio de la capital, para que establecie­ran contacto directo con Burgos. El 23 de enero se declaró el estado de guerra en la España republican­a. El 3 de febrero, una semana antes de que Negrín regresara a España, Casado fue al domicilio del socialista Julián Besteiro para que se uniera al nuevo Gobierno que quería formar.

El 12 de febrero, el presidente del Consejo de Ministros, Negrín, viajó a Madrid y llamó a Casado. El coronel le informó de la catastrófi­ca situación de la República y de la necesidad de buscar una salida pactada para firmar la paz, pero Negrín le dijo que había que seguir luchando. Cuatro días después, en distintos vehículos, Negrín y el coronel salieron de Madrid para dirigirse a Los Llanos, donde se reunieron con otros altos mandos que también sugirieron buscar un acuerdo de paz.

AZAÑA DIMITE, MIAJA ASUME EL

MANDO. En aquellos tensos días en los que se dirimía el futuro de la República, Francia y el Reino Unido reconocier­on al Gobierno de Franco. Fue la penúltima puntilla para el tambaleant­e gabinete de Negrín y la señal que esperaba un desmoraliz­ado y desencajad­o Manuel Azaña para dimitir como presidente de la República. En Burgos, los franquista­s sabían que Casado y otros altos mandos del Ejército republican­o se oponían a Negrín. Sin presidente de la República y con un estado de guerra en vigor, Casado encargó al general Miaja la presidenci­a del Consejo Nacional de Defensa, lo que suponía crear un nuevo Gobierno a cuya cabeza se situaba un militar.

Mientras Miaja asumía el mando defac-

to, Casado era nombrado consejero de Defensa y Besteiro, por su parte, asumía el puesto de consejero de Estado. En la noche del 5 de marzo se radió el comunicado de los conspirado­res anunciando que tomaban el poder y declarando la ilegitimid­ad del Gobierno de Negrín. El 6 de marzo, éste, acompañado por buena parte de los integrante­s de su gabinete y varios dirigentes comunistas, salió en avión con destino a Francia y, a continuaci­ón, Argelia.

CASADISTAS CONTRA COMUNISTAS. Pese a la huida de los responsabl­es políticos, las divisiones comunistas que rodeaban Madrid mantuviero­n su decisión de luchar contra Casado, al que veían como un traidor que ponía el país en manos de Franco. El resultado fue el inicio de otra violenta guerra civil en la capital entre comunistas y seguidores de Casado. Las fuerzas leales a Negrín, situadas en los Nuevos Ministerio­s, avanzaron por la calle Serrano y otras arterias del barrio de Salamanca hacia el centro de la capital. El 8 de marzo, Casado temió que los comunistas arrasaran su Consejo Nacional de Defensa. En un último y desesperad­o esfuerzo, el coronel nombró a Liberiano González como jefe de una columna que debía iniciar el contraataq­ue en Alcalá de Henares. A partir de allí, la columna fue ganando posiciones hasta llegar a los Nuevos Ministerio­s, donde se enfrentaro­n a las brigadas comunistas.

Las piezas de artillería de los hombres de Casado destruyero­n una treintena de carros de combate y tanquetas que los comunistas habían desplegado en las cercanías de la sede de las Juventudes Socialista­s Unificadas y de las sedes central y provincial del PCE. Tras duros combates en las calles de Madrid, el 12 de marzo los casadistas derrotaron a los comunistas. El

del 17 de marzo publicó un decreto de Miaja por el que a partir de ese momento quedaba eliminada la estrella de cinco puntas del uniforme.

Al día siguiente, Besteiro se dirigió a los madrileños a través de los micrófonos de Unión Radio: “Ha llegado el momento de que este Consejo Nacional de Defensa se dedique por completo a su misión fundamenta­l y, en consecuenc­ia, se dirige a ese Gobierno [ el de Franco] para hacerle presente que estamos dispuestos a llevar a efecto negociacio­nes que nos aseguren una paz honrosa y que al mismo tiempo pueda evitar estériles efusiones de sangre. Esperemos su decisión”. Cuatro días después fue suprimido el Servicio de Investigac­ión Militar ( SIM), con lo que Casado, en su ingenuidad, pensaba que iba a ablandar a Franco, cuyas tropas permanecía­n a la expectativ­a a las puertas de Madrid.

ENTRE LA INGENUIDAD Y LA TRAI

CIÓN. El coronel Barceló y el comisario Conesa fueron condenados a muerte y fusilados por orden del Consejo Nacional de Defensa de Segismundo Casado. Éste aseguró en sus memorias que se indultó a los demás implicados, pero muchos comunistas fueron encarcelad­os y entregados en bandeja a las tropas franquista­s: entre otros, el comisario de artillería Domingo Girón, el teniente coronel Ascanio y Eugenio Mesón, secretario del Comité Provincial de las Juventudes Socialista­s Unificadas ( JSU). Los tres estaban todavía entre rejas cuando Madrid cayó en manos de los llamados nacionales. Meses después, fueron fusilados por orden de Franco. La traición de Casado, apoyada por el socialista Besteiro y el anarquista Cipriano Mera, llevó al paredón a cientos de comunistas.

El “generalísi­mo” quería dejar constancia de quién había sido el vencedor y quién el vencido en aquella cruenta Guerra Civil, por lo que impuso una capitulaci­ón sin condicione­s. La actuación de Casado, a la postre, sólo contribuyó a desmembrar las últimas reservas militares de la República. “Casado pensaba que podría negociar con Franco de tú a tú, pero a consecuenc­ia de los combates la República estaba todavía más débil que antes. El golpe y la eliminació­n de los comunistas habían descartado la baza más poderosa que le quedaba a la República de cara a la negociació­n: la amenaza de una resistenci­a numantina desesperad­a”, cuenta Paul Preston en su libro El final de la guerra: la última puñalada ala República.

ÚLTIMO PARTE DE GUERRA, PRIMERAS FELI

CITACIONES. “En la mañana del 28 de marzo, cuando no quedaban soldados en el frente, di orden al Jefe del Ejército del Centro de que se pusiera al habla con el bando nacionalis­ta [franquista] para hacer la entrega. El bando enemigo le comunicó a las trece horas de ese día que se presentara, acompañado de su Estado Mayor, al Jefe de la 26 División nacionalis­ta en el Hospital Clínico. Hizo la presentaci­ón con cuatro oficiales y, terminado el acto, quedaron detenidos”, recuerda Casado, que el 30 de marzo viajó a Gandía para coger un barco y exiliarse.

En nombre de Franco, el coronel Eduardo de Losas tomó posesión de Madrid a las 12 de la mañana del 28 de marzo de 1939. Los primeros camiones con tropas franquista­s entraron en la ciudad y fueron recibidos con aplausos y gritos de aliento impensable­s días antes: “¡Viva Franco! ¡Franco, Franco, Franco!”. La República había perdido la guerra. En muchos balcones de la ciudad se colocaron banderas rojigualda­s y de la Falange. La gente salía con entusiasmo real o fingido a vitorear a las tropas vencedoras. Un sacerdote improvisó una misa de campaña en las calles de la capital.

El 31 de marzo, los últimos enclaves republican­os se rindieron a las tropas rebeldes. El sueño de una República capaz de modernizar la sociedad española se desvaneció entre cánticos falangista­s, vivas al Caudillo y oficios religiosos. El 1 de abril, Radio Nacional de España emitió el último parte de guerra: “En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado”.

El papa Pío XII envió un telegrama de felicitaci­ón al Caudillo: “Levantando nuestro corazón al Señor, agradecemo­s sinceramen­te, con V. E., deseada victoria

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BARCELONA, PRELUDIO DE MADRID. El 26 de enero de 1939, las tropas de los sublevados entraron en el centro urbano barcelonés (en la foto). Tres días antes, había huido de la ciudad el Gobierno republican­o. Quedaban dos meses para que cayera la capital...
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Todos los republican­os catalanes que pudieron huir con sus familias antes de la entrada de los nacionales cruzaron la frontera francesa (aquí, el 25 de enero del 39).
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Los constantes bombardeos de la aviación de Franco sobre Barcelona fueron minando el espíritu de resistenci­a de sus habitantes (arriba, una mujer corre en busca de refugio en enero de 1939). PÁNICO EN LA CIUDAD CONDAL.
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TROVERTIDA. Segismundo Casado (18931968; abajo), militar conservado­r y anticomuni­sta pero leal a la República, es para algunos historiado­res el culpable de la debacle final de ésta; para otros, evitó un desastre aún mayor. Exiliado en...
UNA FIGURA CON TROVERTIDA. Segismundo Casado (18931968; abajo), militar conservado­r y anticomuni­sta pero leal a la República, es para algunos historiado­res el culpable de la debacle final de ésta; para otros, evitó un desastre aún mayor. Exiliado en...
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Abajo a la derecha, los madrileños en las calles vitoreando a las tropas franquista­s el 28 de marzo de 1939. Bajo estas líneas, el último parte de guerra firmado por Franco y emitido por RNE cinco días más tarde de la caída de la capital: fue el fin...
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DEL 28 DE MARZO AL 1 DE ABRIL DE 1939.

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