Guadalajara, la ofensiva queda en tablas
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Las operaciones militares en Guadalajara pueden considerarse como una continuación de las desarrolladas en la batalla del Jarama unas semanas antes. El fracaso de la toma de Madrid en noviembre de 1936, objetivo prioritario de los sublevados, había estabilizado los frentes en torno a la capital. Fue entonces cuando se aceleraron los preparativos de una nueva ofensiva que tendría como ambicioso objetivo avanzar desde Guadalajara para lanzar un nuevo ataque sobre Madrid y cortar las comunicaciones de la República con Levante, cercando a todo el Ejército del Centro y forzando así la caída de la ciudad.
Sobre el papel el plan parecía factible y los mandos sublevados se mostraron optimistas. Además, contaban con el apoyo de las flamantes tropas italianas del CorpoTruppeVolontarie ( Cuerpo de Tropas Voluntarias o CTV) enviadas por Mussolini. Siguiendo las órdenes del dictador italiano, deseoso de que sus soldados entrasen en acción acaparando la gloria de una decisiva victoria, el coronel Emilio Faldella, oficial de enlace de la misión militar italiana en España, propuso que se utilizase al grueso del CTV en un ataque que, partiendo de la localidad de Sigüenza, se dirigiera hacia Guadalajara. La oferta de Faldella no fue bien recibida por Franco y su Estado Mayor, partidarios de usar a los italianos en otros frentes formando unidades mixtas con los españoles. PROPUESTA DE ATAQUE DE LAS FUERZAS ITALIANAS. El 13 de febrero se celebró una reunión entre Franco y Faldella con el fin de limar asperezas y llegar a un acuerdo sobre el desarrollo de las operaciones. Al término de la misma se decidió continuar adelante con la propuesta italiana, respetando la libertad de acción del CTV, aunque se mantendría la formación de unidades mixtas con tropas españolas. Su flanco derecho estaría protegido por la División de Soria, gran unidad bajo el mando del general Moscardó y formada por unos 10.000 soldados que, junto al contingente italiano, componían un ejército que superaba los 40.000 hombres. En el bando republicano, la 12.ª División dirigida por el coronel
Víctor Lacalle Seminario guarnecía el sector del frente entre So-
mosierra y Guadalajara. Compuesta por unos 10.000 efectivos, se repartía en dos sectores, el primero al mando del comandante Nieto y el segundo a cargo del teniente coronel Flores. Aunque la moral de los republicanos era alta, los milicianos estaban escasamente adiestrados y armados y ocupaban posiciones que habían sido fortificadas precariamente. Así lo pudo comprobar el general Miaja en una visita al frente, ordenando el envío inmediato de una compañía de carros de combate T-26 de fabricación soviética para reforzar a las tropas desplegadas. Si las unidades terrestres adolecían de una evidente falta de efectivos y una pobre preparación, no ocurría lo mismo con la aviación, que contaba con un buen número de cazas y bombarderos que concedían la superioridad aérea a la República.
LA CARRETERA DE FRANCIA. Convencidos de sus posibilidades de éxito, los mandos militares del bando nacional decidieron lanzar la ofensiva sobre Guadalajara el 8 de marzo de 1937. La responsabilidad de ejercer como punta de lanza del ataque recayó en la 2ª División FiammeNere, integrada exclusivamente por soldados italianos del CTV. El plan contemplaba su avance por la antigua carretera de Francia, en la actualidad la autovía A-2 Madrid-Zaragoza, dividida en tres columnas que debían converger para romper el frente republicano. La 3ª División PenneNere debía aprovechar la velocidad que le conferían sus medios motorizados para llegar a Torija y Guadalajara, mientras la 2ª División protegía su flanco izquierdo. La 1ª División Dio
loVuole y la 4ª Littorio permanecerían en la reserva. Según este plan, el peso de las operaciones del bando nacional recayó en las tropas italianas, que confiaban en la victoria tal y como esperaba Mussolini. Mientras tanto, a la 2ª Brigada de la División de Soria, formada por soldados españoles, le correspondió la misión de avanzar a pie por el estrecho corredor entre los ríos Henares y Badiel. Apoyados por elementos de la 1ª Brigada, su objetivo era alcanzar Colmenar Viejo estrechando el cerco sobre Guadalajara.
Tal y como se había planificado, el 8 de marzo comenzó la ofensiva. El día amaneció frío y con una molesta lluvia, duras condiciones climáticas que dificultaron los movimientos de las tropas. Los soldados
italianos de la 2ª División FiammeNere, bajo el mando del general Coppi, ralentizaron su marcha por culpa del barro, mientras la 2ª Brigada de la División de Soria progresaba a duras penas.
La lentitud exasperante que caracterizó los primeros movimientos de las unidades sobre el campo de batalla no pareció un buen presagio, extendiendo la preocupación entre los mandos del bando nacional. Los primeros combates se produjeron al mediodía a ambos márgenes del trazado de la carretera de Francia. Los caminos impracticables y la resistencia republica- na detuvieron el avance apenas iniciado. Las dificultades para mantener el contacto entre las diferentes unidades impidieron que el ataque fuera coordinado y al final del día resultó evidente que no se iban a poder alcanzar los objetivos previstos. La brecha abierta en el frente republicano era estrecha y tenía escasa profundidad. Por si todo esto fuera poco, debido al mal tiempo la Aviación Legionaria italiana no pudo despegar de los aeródromos para apoyar a las unidades terrestres.
NADA SALIÓ COMO ESPERABAN. Los nervios se extendieron entre los comandantes del bando nacional, que no habían esperado encontrarse con tal cúmulo de problemas el primer día de lucha. Cuando se supo que el general Miaja había ordenado el envío a la zona de refuerzos republicanos, Roatta pidió encarecidamente a Franco que atacase en el Jarama para inmovilizar a las reservas enemigas, petición que fue escuchada pero no atendida.
Cuando empezaba a cundir el desánimo ante estos primeros reveses, el 9 de marzo la situación mejoró. Las tropas italianas del CTV consiguieron tomar algunas de las poblaciones situadas en el eje del avance mientras los soldados españoles rechazaban un contraataque en el que los republicanos usaron tanques. Sin embargo, a primera hora de la tarde Roatta tuvo que detener la progresión de sus tropas debido a un corte en la carretera de Francia, que los ingenieros italianos tardaron demasiado en reparar. Con la llegada de la noche se ordenó el cese de las operaciones, decisión controvertida que habría sido forzada por la desmoralización y el cansancio de los soldados del CTV.
DEBIDO AL MAL TIEMPO, LA AVIACIÓN LEGIONARIA ITALIANA NO PUDO DESPEGAR DE LOS AERÓDROMOS PARA APOYAR A LAS FUERZAS TERRESTRES
La falta de empuje del bando sublevado fue aprovechada por los republicanos para reforzar sus posiciones con el envío de la XI Brigada Internacional, formada en su mayoría por alemanes y austríacos, y el Batallón Mangada Nº 15, adscrito a la 90 Brigada Mixta (al mando de la cual se encontraba el mayor italiano Arturo Zanoni Baniotto), además de varias piezas de artillería y una compañía de tanques T-26. Estas fuerzas se situaron entre los kilómetros 80 y 83 de la carretera en dirección a Zaragoza, ocupando varios cruces y muy cerca de la vanguardia de las tropas del CTV, que no reaccionaron ante su cercana presencia.
EXCESO DE CONFIANZA. Al amanecer del día 10, los italianos tomaron la localidad de Brihuega y capturaron a la guarnición republicana que la defendía. Este éxito generó un exceso de confianza en el general Roatta y su Estado Mayor, satisfechos con lo que se había conseguido hasta entonces y convencidos de que habría escasa resistencia enemiga. Mientras tanto, los mandos nacionales seguían sin dar la orden de atacar en el frente del Jarama, permitiendo a los republicanos concentrar más reservas en torno a Guadalajara. En la noche del día 9 se completó el despliegue del Batallón Garibaldi, compuesto por italianos, de los brigadistas franceses del André Marty y los voluntarios polacos del Dombrowsky, todos ellos integrados en la XII Brigada Internacional, junto a tres batallones españoles, la Brigada Móvil del Campesino y más carros de combate T-26.
El 10 de marzo, la 3ª División del CTV reinició el ataque dividida en dos columnas. La del flanco derecho consiguió repeler a los tanques enemigos mientras la situada a la izquierda era frenada en seco por la enconada resistencia de los batallones Garibaldi y André Marty. Las tropas españolas de la División de Soria obtuvieron algunos éxitos al tomar varios pueblos, pero tanto unos como otros se las tuvieron que arreglar solos, al no contar con el apoyo de la aviación del bando nacional, inmovilizada por la persistencia del mal tiempo.
Tras la conquista de Brihuega y Trijueque, los italianos del CTV llegaron hasta el kilómetro 78 de la carretera de Francia, enfrentándose a los efectivos de la XII Brigada Internacional. Ante el nuevo impulso tomado en su ofensiva por las tropas del bando nacional, el día 11 el general Miaja reorganizó sus fuerzas, creando el IV Cuerpo al mando del coronel Jurado y compuesto por la 11 ª División, dirigida por el político comunista Enrique Líster, la 12 ª del coronel Lacalle y la 14 ª del anarcosindicalista Cipriano Mera. A ellas se añadieron unidades de caballería, entre ellas un escuadrón mon-
tado de brigadistas internacionales. Lacalle acabó siendo sustituido por el vehemente comunista italiano Nino Nannetti.
Así estaban las cosas en un bando republicano que no supo explotar la indecisión de los nacionales. El 12 de marzo, la XI Brigada lanzó un tímido contraataque que contó con el apoyo de la aviación, pero el empuje republicano se acabó diluyendo en una serie de combates esporádicos que se sucedieron en los días siguientes. El más cruento de todos ellos se produjo entre italianos de los dos bandos y tuvo como escenario el Palacio de Ibarra, un caserón señorial en el que se habían atrincherado cerca de quinientos italianos de la 2ª Bandera Indomita de la 2ª División FiammeNere del CTV. El 14 de marzo, el Batallón Garibaldi –bajo el mando de su comisario político, Ilio Barontini– lanzó un ataque contra los muros del palacio con un grupo de asalto compuesto por tres compañías italianas, protegidas en su flanco izquierdo por otras dos del Batallón André Marty y un batallón español a su derecha.
NUEVA ESTRATEGIA. Después de duros combates, los brigadistas consiguieron tomar el palacio, mientras una treintena de sus defensores conseguían escapar; los demás murieron o se rindieron. Los prisioneros supervivientes fueron utilizados posteriormente por la República con fines propagandísticos, siendo exhibidos ante la prensa internacional y su documentación presentada ante el Comité de No Intervención en Londres, para demostrar la implicación de las potencias fascistas en la Guerra Civil.
Ante la falta de progresos relevantes en la ofensiva del bando nacional, el 15 de marzo se celebró una reunión entre Franco, Mola, Kindelán y Roatta. En el encuentro se puso de manifiesto la incapacidad de las tropas del CTV de continuar y se decidió que pusieran fin a sus operaciones hasta el día 19, fecha a partir de la cual debían intentar expulsar a los republicanos de la zona de Brihuega y avanzar todo lo que pudieran.
En el bando republicano, el teniente coronel Jurado, el general Miaja y el teniente coronel Vicente Rojo también celebraron un encuentro para perfilar los detalles de un contraataque contra las líneas del CTV, previsto para el amanecer del 18 de marzo. Ese día, tropas bajo el mando de Cipriano Mera cruzaron el curso del río Tajuña sin ser detectadas y tomaron posiciones en el sector de Brihuega. A primera hora de la tarde, los aviones republicanos co- menzaron a bombardear las líneas italianas, coordinando su ataque con la artillería y el asalto de los hombres de Mera. El contraataque sembró la confusión entre los italianos, que al creerse rodeados emprendieron una desordenada retirada hacia Brihuega.
El 19, las unidades republicanas reanudaron su lento avance hacia el norte, encontrándose con las posiciones que habían ocupado los fascistas italianos, que en su repliegue precipitado habían abandonado gran cantidad de material militar. El día 22 lanzaron varios ataques infructuosos contra la línea del frente enemigo, que fueron rechazados. Ante esta situación, el Cuartel General del IV Cuerpo del Ejército republicano ordenó mantener las posiciones defensivas en un frente que ya no se movería.
OBJETIVOS FALLIDOS. De esta forma terminó la batalla de Guadalajara. Su resultado puede definirse como de empate o tablas, aunque más favorable a la República. Los italianos consiguieron romper la débil línea enemiga, pero sin lograr ningún éxito importante. Guadalajara (objetivo principal de la ofensiva) no pudo ser tomada, mientras Madrid seguía siendo inalcanzable.
Las fuerzas republicanas, tras contener el ataque, lo rechazaron en todo el frente, obligando a las tropas del bando nacional a replegarse. Durante aquellos días de marzo los mandos del Ejército Popular dieron muestras de una gran capacidad militar, coordinando las diferentes unidades con las que contaban y concentrándolas donde eran más necesarias. Sin embargo, no supieron aprovechar su ventaja para asestar un golpe definitivo al enemigo.
Con la perspectiva que da el tiempo, cabe preguntarse qué habría pasado si Franco hubiera lanzado el ataque de distracción contra el frente del Jarama. Las causas que lo llevaron a incumplir su compromiso tal vez hay que buscarlas en su deseo de no sacrificar a sus propias tropas en beneficio de los prepotentes fascistas italianos.
La consecuencia más inmediata de la batalla de Guadalajara fue la pobre imagen ofrecida por el CTV. Sus unidades mostraron un escaso valor combativo y una preocupante tendencia a la desmoralización. En este sentido, hay que tener en cuenta que muchos de los soldados italianos consideraban la Guerra Civil como un conflicto ajeno en tierra extranjera en el que no se les había perdido nada, mientras que la elevada moral de los camisasnegras voluntarios no era suficiente para compensar su falta de preparación. A partir de esta batalla y durante el resto de la guerra, el CTV perdió su independencia y fue puesto bajo el mando de generales españoles, participando en operaciones de escasa relevancia.
AL FINAL DE LOS COMBATES, GUADALAJARA ( OBJETIVO PRINCIPAL DE LA OFENSIVA) NO PUDO SER TOMADA, MIENTRAS MADRID SEGUÍA SIENDO INALCANZABLE