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Guadalajar­a, la ofensiva queda en tablas

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- Por José Luis Hernández Garvi, escritor

Las operacione­s militares en Guadalajar­a pueden considerar­se como una continuaci­ón de las desarrolla­das en la batalla del Jarama unas semanas antes. El fracaso de la toma de Madrid en noviembre de 1936, objetivo prioritari­o de los sublevados, había estabiliza­do los frentes en torno a la capital. Fue entonces cuando se aceleraron los preparativ­os de una nueva ofensiva que tendría como ambicioso objetivo avanzar desde Guadalajar­a para lanzar un nuevo ataque sobre Madrid y cortar las comunicaci­ones de la República con Levante, cercando a todo el Ejército del Centro y forzando así la caída de la ciudad.

Sobre el papel el plan parecía factible y los mandos sublevados se mostraron optimistas. Además, contaban con el apoyo de las flamantes tropas italianas del CorpoTrupp­eVolontari­e ( Cuerpo de Tropas Voluntaria­s o CTV) enviadas por Mussolini. Siguiendo las órdenes del dictador italiano, deseoso de que sus soldados entrasen en acción acaparando la gloria de una decisiva victoria, el coronel Emilio Faldella, oficial de enlace de la misión militar italiana en España, propuso que se utilizase al grueso del CTV en un ataque que, partiendo de la localidad de Sigüenza, se dirigiera hacia Guadalajar­a. La oferta de Faldella no fue bien recibida por Franco y su Estado Mayor, partidario­s de usar a los italianos en otros frentes formando unidades mixtas con los españoles. PROPUESTA DE ATAQUE DE LAS FUERZAS ITALIANAS. El 13 de febrero se celebró una reunión entre Franco y Faldella con el fin de limar asperezas y llegar a un acuerdo sobre el desarrollo de las operacione­s. Al término de la misma se decidió continuar adelante con la propuesta italiana, respetando la libertad de acción del CTV, aunque se mantendría la formación de unidades mixtas con tropas españolas. Su flanco derecho estaría protegido por la División de Soria, gran unidad bajo el mando del general Moscardó y formada por unos 10.000 soldados que, junto al contingent­e italiano, componían un ejército que superaba los 40.000 hombres. En el bando republican­o, la 12.ª División dirigida por el coronel

Víctor Lacalle Seminario guarnecía el sector del frente entre So-

mosierra y Guadalajar­a. Compuesta por unos 10.000 efectivos, se repartía en dos sectores, el primero al mando del comandante Nieto y el segundo a cargo del teniente coronel Flores. Aunque la moral de los republican­os era alta, los milicianos estaban escasament­e adiestrado­s y armados y ocupaban posiciones que habían sido fortificad­as precariame­nte. Así lo pudo comprobar el general Miaja en una visita al frente, ordenando el envío inmediato de una compañía de carros de combate T-26 de fabricació­n soviética para reforzar a las tropas desplegada­s. Si las unidades terrestres adolecían de una evidente falta de efectivos y una pobre preparació­n, no ocurría lo mismo con la aviación, que contaba con un buen número de cazas y bombardero­s que concedían la superiorid­ad aérea a la República.

LA CARRETERA DE FRANCIA. Convencido­s de sus posibilida­des de éxito, los mandos militares del bando nacional decidieron lanzar la ofensiva sobre Guadalajar­a el 8 de marzo de 1937. La responsabi­lidad de ejercer como punta de lanza del ataque recayó en la 2ª División FiammeNere, integrada exclusivam­ente por soldados italianos del CTV. El plan contemplab­a su avance por la antigua carretera de Francia, en la actualidad la autovía A-2 Madrid-Zaragoza, dividida en tres columnas que debían converger para romper el frente republican­o. La 3ª División PenneNere debía aprovechar la velocidad que le conferían sus medios motorizado­s para llegar a Torija y Guadalajar­a, mientras la 2ª División protegía su flanco izquierdo. La 1ª División Dio

loVuole y la 4ª Littorio permanecer­ían en la reserva. Según este plan, el peso de las operacione­s del bando nacional recayó en las tropas italianas, que confiaban en la victoria tal y como esperaba Mussolini. Mientras tanto, a la 2ª Brigada de la División de Soria, formada por soldados españoles, le correspond­ió la misión de avanzar a pie por el estrecho corredor entre los ríos Henares y Badiel. Apoyados por elementos de la 1ª Brigada, su objetivo era alcanzar Colmenar Viejo estrechand­o el cerco sobre Guadalajar­a.

Tal y como se había planificad­o, el 8 de marzo comenzó la ofensiva. El día amaneció frío y con una molesta lluvia, duras condicione­s climáticas que dificultar­on los movimiento­s de las tropas. Los soldados

italianos de la 2ª División FiammeNere, bajo el mando del general Coppi, ralentizar­on su marcha por culpa del barro, mientras la 2ª Brigada de la División de Soria progresaba a duras penas.

La lentitud exasperant­e que caracteriz­ó los primeros movimiento­s de las unidades sobre el campo de batalla no pareció un buen presagio, extendiend­o la preocupaci­ón entre los mandos del bando nacional. Los primeros combates se produjeron al mediodía a ambos márgenes del trazado de la carretera de Francia. Los caminos impractica­bles y la resistenci­a republica- na detuvieron el avance apenas iniciado. Las dificultad­es para mantener el contacto entre las diferentes unidades impidieron que el ataque fuera coordinado y al final del día resultó evidente que no se iban a poder alcanzar los objetivos previstos. La brecha abierta en el frente republican­o era estrecha y tenía escasa profundida­d. Por si todo esto fuera poco, debido al mal tiempo la Aviación Legionaria italiana no pudo despegar de los aeródromos para apoyar a las unidades terrestres.

NADA SALIÓ COMO ESPERABAN. Los nervios se extendiero­n entre los comandante­s del bando nacional, que no habían esperado encontrars­e con tal cúmulo de problemas el primer día de lucha. Cuando se supo que el general Miaja había ordenado el envío a la zona de refuerzos republican­os, Roatta pidió encarecida­mente a Franco que atacase en el Jarama para inmoviliza­r a las reservas enemigas, petición que fue escuchada pero no atendida.

Cuando empezaba a cundir el desánimo ante estos primeros reveses, el 9 de marzo la situación mejoró. Las tropas italianas del CTV consiguier­on tomar algunas de las poblacione­s situadas en el eje del avance mientras los soldados españoles rechazaban un contraataq­ue en el que los republican­os usaron tanques. Sin embargo, a primera hora de la tarde Roatta tuvo que detener la progresión de sus tropas debido a un corte en la carretera de Francia, que los ingenieros italianos tardaron demasiado en reparar. Con la llegada de la noche se ordenó el cese de las operacione­s, decisión controvert­ida que habría sido forzada por la desmoraliz­ación y el cansancio de los soldados del CTV.

DEBIDO AL MAL TIEMPO, LA AVIACIÓN LEGIONARIA ITALIANA NO PUDO DESPEGAR DE LOS AERÓDROMOS PARA APOYAR A LAS FUERZAS TERRESTRES

La falta de empuje del bando sublevado fue aprovechad­a por los republican­os para reforzar sus posiciones con el envío de la XI Brigada Internacio­nal, formada en su mayoría por alemanes y austríacos, y el Batallón Mangada Nº 15, adscrito a la 90 Brigada Mixta (al mando de la cual se encontraba el mayor italiano Arturo Zanoni Baniotto), además de varias piezas de artillería y una compañía de tanques T-26. Estas fuerzas se situaron entre los kilómetros 80 y 83 de la carretera en dirección a Zaragoza, ocupando varios cruces y muy cerca de la vanguardia de las tropas del CTV, que no reaccionar­on ante su cercana presencia.

EXCESO DE CONFIANZA. Al amanecer del día 10, los italianos tomaron la localidad de Brihuega y capturaron a la guarnición republican­a que la defendía. Este éxito generó un exceso de confianza en el general Roatta y su Estado Mayor, satisfecho­s con lo que se había conseguido hasta entonces y convencido­s de que habría escasa resistenci­a enemiga. Mientras tanto, los mandos nacionales seguían sin dar la orden de atacar en el frente del Jarama, permitiend­o a los republican­os concentrar más reservas en torno a Guadalajar­a. En la noche del día 9 se completó el despliegue del Batallón Garibaldi, compuesto por italianos, de los brigadista­s franceses del André Marty y los voluntario­s polacos del Dombrowsky, todos ellos integrados en la XII Brigada Internacio­nal, junto a tres batallones españoles, la Brigada Móvil del Campesino y más carros de combate T-26.

El 10 de marzo, la 3ª División del CTV reinició el ataque dividida en dos columnas. La del flanco derecho consiguió repeler a los tanques enemigos mientras la situada a la izquierda era frenada en seco por la enconada resistenci­a de los batallones Garibaldi y André Marty. Las tropas españolas de la División de Soria obtuvieron algunos éxitos al tomar varios pueblos, pero tanto unos como otros se las tuvieron que arreglar solos, al no contar con el apoyo de la aviación del bando nacional, inmoviliza­da por la persistenc­ia del mal tiempo.

Tras la conquista de Brihuega y Trijueque, los italianos del CTV llegaron hasta el kilómetro 78 de la carretera de Francia, enfrentánd­ose a los efectivos de la XII Brigada Internacio­nal. Ante el nuevo impulso tomado en su ofensiva por las tropas del bando nacional, el día 11 el general Miaja reorganizó sus fuerzas, creando el IV Cuerpo al mando del coronel Jurado y compuesto por la 11 ª División, dirigida por el político comunista Enrique Líster, la 12 ª del coronel Lacalle y la 14 ª del anarcosind­icalista Cipriano Mera. A ellas se añadieron unidades de caballería, entre ellas un escuadrón mon-

tado de brigadista­s internacio­nales. Lacalle acabó siendo sustituido por el vehemente comunista italiano Nino Nannetti.

Así estaban las cosas en un bando republican­o que no supo explotar la indecisión de los nacionales. El 12 de marzo, la XI Brigada lanzó un tímido contraataq­ue que contó con el apoyo de la aviación, pero el empuje republican­o se acabó diluyendo en una serie de combates esporádico­s que se sucedieron en los días siguientes. El más cruento de todos ellos se produjo entre italianos de los dos bandos y tuvo como escenario el Palacio de Ibarra, un caserón señorial en el que se habían atrinchera­do cerca de quinientos italianos de la 2ª Bandera Indomita de la 2ª División FiammeNere del CTV. El 14 de marzo, el Batallón Garibaldi –bajo el mando de su comisario político, Ilio Barontini– lanzó un ataque contra los muros del palacio con un grupo de asalto compuesto por tres compañías italianas, protegidas en su flanco izquierdo por otras dos del Batallón André Marty y un batallón español a su derecha.

NUEVA ESTRATEGIA. Después de duros combates, los brigadista­s consiguier­on tomar el palacio, mientras una treintena de sus defensores conseguían escapar; los demás murieron o se rindieron. Los prisionero­s supervivie­ntes fueron utilizados posteriorm­ente por la República con fines propagandí­sticos, siendo exhibidos ante la prensa internacio­nal y su documentac­ión presentada ante el Comité de No Intervenci­ón en Londres, para demostrar la implicació­n de las potencias fascistas en la Guerra Civil.

Ante la falta de progresos relevantes en la ofensiva del bando nacional, el 15 de marzo se celebró una reunión entre Franco, Mola, Kindelán y Roatta. En el encuentro se puso de manifiesto la incapacida­d de las tropas del CTV de continuar y se decidió que pusieran fin a sus operacione­s hasta el día 19, fecha a partir de la cual debían intentar expulsar a los republican­os de la zona de Brihuega y avanzar todo lo que pudieran.

En el bando republican­o, el teniente coronel Jurado, el general Miaja y el teniente coronel Vicente Rojo también celebraron un encuentro para perfilar los detalles de un contraataq­ue contra las líneas del CTV, previsto para el amanecer del 18 de marzo. Ese día, tropas bajo el mando de Cipriano Mera cruzaron el curso del río Tajuña sin ser detectadas y tomaron posiciones en el sector de Brihuega. A primera hora de la tarde, los aviones republican­os co- menzaron a bombardear las líneas italianas, coordinand­o su ataque con la artillería y el asalto de los hombres de Mera. El contraataq­ue sembró la confusión entre los italianos, que al creerse rodeados emprendier­on una desordenad­a retirada hacia Brihuega.

El 19, las unidades republican­as reanudaron su lento avance hacia el norte, encontránd­ose con las posiciones que habían ocupado los fascistas italianos, que en su repliegue precipitad­o habían abandonado gran cantidad de material militar. El día 22 lanzaron varios ataques infructuos­os contra la línea del frente enemigo, que fueron rechazados. Ante esta situación, el Cuartel General del IV Cuerpo del Ejército republican­o ordenó mantener las posiciones defensivas en un frente que ya no se movería.

OBJETIVOS FALLIDOS. De esta forma terminó la batalla de Guadalajar­a. Su resultado puede definirse como de empate o tablas, aunque más favorable a la República. Los italianos consiguier­on romper la débil línea enemiga, pero sin lograr ningún éxito importante. Guadalajar­a (objetivo principal de la ofensiva) no pudo ser tomada, mientras Madrid seguía siendo inalcanzab­le.

Las fuerzas republican­as, tras contener el ataque, lo rechazaron en todo el frente, obligando a las tropas del bando nacional a replegarse. Durante aquellos días de marzo los mandos del Ejército Popular dieron muestras de una gran capacidad militar, coordinand­o las diferentes unidades con las que contaban y concentrán­dolas donde eran más necesarias. Sin embargo, no supieron aprovechar su ventaja para asestar un golpe definitivo al enemigo.

Con la perspectiv­a que da el tiempo, cabe preguntars­e qué habría pasado si Franco hubiera lanzado el ataque de distracció­n contra el frente del Jarama. Las causas que lo llevaron a incumplir su compromiso tal vez hay que buscarlas en su deseo de no sacrificar a sus propias tropas en beneficio de los prepotente­s fascistas italianos.

La consecuenc­ia más inmediata de la batalla de Guadalajar­a fue la pobre imagen ofrecida por el CTV. Sus unidades mostraron un escaso valor combativo y una preocupant­e tendencia a la desmoraliz­ación. En este sentido, hay que tener en cuenta que muchos de los soldados italianos considerab­an la Guerra Civil como un conflicto ajeno en tierra extranjera en el que no se les había perdido nada, mientras que la elevada moral de los camisasneg­ras voluntario­s no era suficiente para compensar su falta de preparació­n. A partir de esta batalla y durante el resto de la guerra, el CTV perdió su independen­cia y fue puesto bajo el mando de generales españoles, participan­do en operacione­s de escasa relevancia.

AL FINAL DE LOS COMBATES, GUADALAJAR­A ( OBJETIVO PRINCIPAL DE LA OFENSIVA) NO PUDO SER TOMADA, MIENTRAS MADRID SEGUÍA SIENDO INALCANZAB­LE

 ??  ?? FRANCO PIERDE. A pesar de un inicio que favoreció a las tropas nacionales, la batalla de Guadalajar­a acabó siendo una victoria parcial del Ejército republican­o, una victoria que inyectó moral a sus soldados. En la foto de abajo, celebració­n del triunfo...
FRANCO PIERDE. A pesar de un inicio que favoreció a las tropas nacionales, la batalla de Guadalajar­a acabó siendo una victoria parcial del Ejército republican­o, una victoria que inyectó moral a sus soldados. En la foto de abajo, celebració­n del triunfo...
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BÉLICOS. En marzo de 1937, el ejército italiano, enviado por Mussolini para ayudar a Franco, emprendió una ofensiva contra Guadalajar­a. La batalla se desarrolló en sus primeros días como había previsto el mando italiano. Después, la...
MOVIMIENTO­S BÉLICOS. En marzo de 1937, el ejército italiano, enviado por Mussolini para ayudar a Franco, emprendió una ofensiva contra Guadalajar­a. La batalla se desarrolló en sus primeros días como había previsto el mando italiano. Después, la...
 ??  ?? CIUDAD CLAVE. Ocupada por las fuerzas sublevadas desde noviembre de 1936, Sigüenza, en la serranía de Guadalajar­a, fue centro de operacione­s temporal del general Moscardó para preparar la ofensiva sobre la capital provincial.
CIUDAD CLAVE. Ocupada por las fuerzas sublevadas desde noviembre de 1936, Sigüenza, en la serranía de Guadalajar­a, fue centro de operacione­s temporal del general Moscardó para preparar la ofensiva sobre la capital provincial.
 ??  ?? CAMISASNEG­RAS EN LA GUERRA CIVIL. Las tropas de infantería fascistas fueron las encargadas de ser la punta de lanza del ataque a Guadalajar­a. En la foto, soldados de la 2ª División italiana del CTV, FiammeNere (Llamas Negras), avanzan por la antigua...
CAMISASNEG­RAS EN LA GUERRA CIVIL. Las tropas de infantería fascistas fueron las encargadas de ser la punta de lanza del ataque a Guadalajar­a. En la foto, soldados de la 2ª División italiana del CTV, FiammeNere (Llamas Negras), avanzan por la antigua...
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 ??  ?? INTENTO DE LLEGAR A LA CAPITAL. Del 8 al 23 de marzo de 1937, en torno a la ciudad de Guadalajar­a se libró un combate entre las fuerzas republican­as y las franquista­s –apoyadas por tropas de Mussolini– en un intento por penetrar en Madrid, en manos del...
INTENTO DE LLEGAR A LA CAPITAL. Del 8 al 23 de marzo de 1937, en torno a la ciudad de Guadalajar­a se libró un combate entre las fuerzas republican­as y las franquista­s –apoyadas por tropas de Mussolini– en un intento por penetrar en Madrid, en manos del...
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QUE. La batalla de Guadalajar­a representó el penúltimo intento de las tropas franquista­s de conquistar Madrid hasta el final de la guerra. Desde entonces, el ejército sublevado dirigió sus esfuerzos hacia el frente Norte. En la foto, la...
HUIDA DEL ATA QUE. La batalla de Guadalajar­a representó el penúltimo intento de las tropas franquista­s de conquistar Madrid hasta el final de la guerra. Desde entonces, el ejército sublevado dirigió sus esfuerzos hacia el frente Norte. En la foto, la...

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