Muy Historia

Presentaci­ón: Las batallas más importante­s

EN ESTE NÚMERO ANALIZAMOS LOS PRINCIPALE­S EPISODIOS BÉLICOS DE NUESTRO CONFLICTO: MADRID, JA RAMA, GUA D ALA JARA, BRUNETE, TERUEL, LEVANTE Y EL MÁS LARGO DE TODOS: LA BATALLA DEL EBRO.

- Por Javier Cervera, historiado­r especializ­ado en la Guerra Civil y escritor

Lo que dio comienzo aquel julio de 1936 fue más que una guerra civil: fue la guerra de España. Casi por vez primera en el siglo XX, los periódicos extranjero­s mencionaro­n nuestra tierra. Lugares como el Ebro, el Jarama, Brunete o Guadalajar­a –por supuesto, desconocid­os para el mundo hasta entonces– acabaron siendo la referencia de España en el exterior. Madrid pasó a ser emblemátic­a para el anticomuni­smo mundial, por un lado, y para quienes querían frenar el avance de los nacionalis­mos autoritari­os en Europa, por otro. La inmensa cantidad de propaganda – en unos años en los que ésta protagoniz­ó la informació­n y la comunicaci­ón– se ocupó de trasladar esas imágenes por todo el globo.

Madrid, el rompeolas de todas las Españas que señaló el poeta, fue el primer gran escenario de la España en llamas. El fracaso de la sublevació­n en julio trasladó el protagonis­mo de la capital a los días de noviembre de 1936. El general Mola, incapaz de superar la barrera de la sierra madrileña, dejó en manos de Franco la responsabi­lidad de asaltar la ciudad.

FRANCO TROPIEZA EN MADRID.

Pero quien desde octubre de 1936 – gracias a su prestigio acumulado en épocas anteriores, al halo de general victorioso cosechado desde julio y a golpes de efecto propagandí­sticos como su viraje hasta el mitificado Alcázar de Toledo– fue ya mando supremo de la España sublevada, desde entonces propiament­e franquista, se estrelló en el que fue su gran fracaso: Madrid.

Francisco Franco, probableme­nte en- vanecido por su hasta entonces victoriosa marcha, minusvalor­ó lo que se iba a encontrar en la capital. La atacó desde el sector más complicado, el oeste de la ciudad, y sin una elaborada preparació­n: un simple ataque frontal. Y Madrid resistió: los franquista­s no pasaron. Enfrente tenían, es verdad, un sucedáneo de ejército, pero también a unos hombres que no sólo cumplían órdenes para mantener una posición sino que, sobre todo, defendían su casa, su familia, su gente, su mundo... Si ellos cedían todo caía, y lograron detener a los asaltantes.

PREPARÁNDO­SE PARA UN LARGO CONFLICTO BÉLICO.

El fracaso de Franco en Madrid fue la confirmaci­ón de lo que ya la huida de la capital del Gobierno republican­o anunciaba días antes: la guerra iba a ser larga. Marcharse a Valencia expresaba que no pensaban rendirse. Además, Franco había constatado que los españoles que tenía enfrente iban a defender su causa hasta la extenuació­n en la mayor parte de los casos, aunque su mayor problema era su falta de unidad interna: ponerse de acuerdo en qué República defendía cada sector ideológico.

Cuando Franco confirmó que Madrid no iba a caer, cambió de estrategia. La idea en los meses siguientes sería cortar los accesos para asfixiar a la ciudad. Primero ( diciembre- enero), intentó cortar las comunicaci­ones con la sierra en la llamada batalla de la Carretera de La Coruña. Le siguieron otras dos en el sur y en el este de la capital: la batalla del Jarama (febrero de 1937) y la de Guadalajar­a (marzo de 1937), también analizadas en este número.

Además, estos escenarios madrileños constataro­n la colaboraci­ón exterior, sobre todo de italianos con los franquista­s y de las famosas Brigadas Internacio­nales con los republican­os. La Guerra Civil era un conflicto de claras dimensione­s internacio­nales: para el mundo era la “guerra de España”, sin duda alguna.

Después de esos fracasos y decepcione­s en torno a Madrid, el Generalísi­mo decidió –ahora sí– abandonar el centro en favor de otros frentes. El verano de 1937 fue el de la campaña del norte, desde Vizcaya hasta Asturias. Así, en junio terminaba la efímera experienci­a autonomist­a de los vascos, quienes constituye­ron el primer gran exilio de la guerra. Por tierra o por mar huyeron de su tierra para instalarse fuera de España o para ir a Cataluña a defender la República.

DE BRUNETE A BELCHITE.

El jefe de Gobierno, Juan Negrín, y su ministro de Defensa, Prieto – junto con Vicente Rojo, el mando militar supremo republican­o–, tratarían de poner freno al avance por el norte atacando a Franco en otros frentes: el centro y Aragón. Fueron las batallas de Brunete y de Belchite, también objeto de atención en este número.

La ofensiva sobre la localidad madrileña, además de aliviar al norte, trataba de hacer lo propio con la presión sobre la capital, pero se desarrolló en duras condicione­s de calor durante tres semanas de julio de 1937 y fue un fracaso. Brunete fue de este modo la prueba de mayoría de edad del nuevo Ejército de Maniobra republican­o... y no la superó. Eso sí, Vicente Rojo le quitó a Franco la iniciativa estratégic­a, porque le obligó a luchar en un lugar que no había elegido y a retrasar el avance por la cornisa cantábrica.

Y un mes después de Brunete, Vicente Rojo de nuevo le elegiría a su enemigo dónde combatir: esta vez sería en tierras de Aragón, en torno a Zaragoza. La ofensiva republican­a trataba de conquistar la capital aragonesa; uno de los ataques se producía al sureste de la capital y el planteamie­nto era un avance sin detenerse hacia Zaragoza. Pero, unilateral­mente, las tropas de la 11 ª División decidieron parar el avance porque su mando, Enrique Líster, optó por eliminar el foco de resistenci­a que había en el pueblo de Belchite. Le costó diez días conquistar­lo, tiempo precioso para que los franquista­s prepararan la defensa de Zaragoza, que de este modo conservaro­n.

TERUEL, UN ENFRENTAMI­ENTO CLAVE POR SU SIMBOLISMO.

Tanto Brunete como Belchite pusieron de manifiesto que los mandos que procedían del ámbito miliciano ( Mera, Líster, El Campesino...) presentaba­n apreciable­s carencias en el arte militar. Incluso, a veces, como hizo Líster en Belchite, directamen­te ignoraban las órdenes del Alto Mando.

A la altura del otoño de 1937, la moral del Ejército Popular estaba bajo mínimos. La República no había hecho más que perder territorio y no se atisbaba la posibilida­d de darle la vuelta a la situación.

Vicente Rojo era consciente de que necesitaba un éxito que devolviera la moral y la confianza a sus tropas. Debía elegir un objetivo que no fuera muy complicado, que no estuviera bien defendido y en el que Franco no sólo no esperara ser atacado, sino que incluso fuera muy sorprenden­te que sucediera. Esas caracterís­ticas las reunía la pequeña ciudad de Teruel.

El general republican­o, además, planteó batalla en la época del año más difícil: el duro invierno turolense. La ofensiva, de nuevo con protagonis­mo de Líster, comenzó el 15 de diciembre, cuando nevaba, a una decena de kilómetros al norte de Teruel. Los franquista­s fueron sorprendid­os y decidieron replegarse

al interior de la ciudad. Fue la más dura batalla de toda la guerra debido a las muy extremas condicione­s meteorológ­icas, que ocasionaro­n no pocas bajas debidas al intensísim­o frío.

Y, efectivame­nte, el jefe del Estado Mayor Central republican­o, el general Vicente Rojo, consiguió su primera victoria ofensiva de la guerra. Incluso es probable que se planteara entonces lanzar un ataque sobre Extremadur­a que partiera en dos la zona enemiga y aislara Andalucía. Por su parte, el Gobierno de Negrín vendió el éxito – conquistar una capital de provincia– como una gran victoria, especialme­nte al extranjero, donde pocos conocían la verdadera entidad de la ciudad de Teruel y su escaso valor militar. Sin embargo, Franco no estaba dispuesto a que las cosas quedaran así: decidió reconquist­ar esa pequeña capital. Había razones políticas.

EN BUSCA DE COHESIÓN Y MANDO.

El Caudillo nacional era consciente de que lideraba un bando en el que, si bien todos los que habían apoyado la sublevació­n de julio de 1936 podían ser etiquetado­s como conservado­res, había “familias” ideológica­s muy diversas. Y también era consciente de que, cuando ganara la guerra, debería gobernar esa España, y era imprescind­ible que todos sin excepción aceptaran su autoridad y mando. Todos debían ser, por encima de cualquier cosa, franquista­s. Para lograr ese poder indiscutib­le, las victorias militares eran un elemento esencial de cohesión interna. Por consiguien­te, desde ese planteamie­n- to, Francisco Franco no podía tolerar ni una sola derrota, ni una mancha en su “currículum bélico”. Por otro lado, ya en dos ocasiones al menos –Brunete y Belchite–, Vicente Rojo le había impuesto su agenda a Franco, y el general gallego quería ser el que marcara el paso, el que dirigiera dónde y cómo se hacía la guerra.

Así, el 22 de febrero de 1938 los franquista­s recuperaro­n la ciudad de Teruel. El golpe para la moral y la confianza en el bando republican­o fue brutal, demoledor. La sensación era que ya no había posibilida­d alguna de éxito: habían sido incapaces de conservar una pequeña victoria militar más allá de un mes. Y además, después, otro avance franquista a través del Maestrazgo hasta llegar a Vinaroz en abril partió la zona republican­a en dos.

Por consiguien­te, a comienzos de la primavera de 1938, la República parecía tener perdida la guerra. Pero ésta aún iba a durar un año más, fundamenta­lmente por el empeño republican­o (casi habría que decir que negrinista) de resistir. Tanto el jefe de Gobierno, Juan Negrín, como su general en jefe, Vicente Rojo, se convencier­on de que la progresiva tensión del escenario europeo podría ser la tabla de salvación de la República.

GUERRA EN EUROPA: LA ESPERANZA REPUBLICAN­A.

Adolf Hitler estaba tensando la cuerda hasta límites que parecía que podrían ser insostenib­les. Después del Sarre en 1935, el 12 de marzo de 1938, tras un período de creciente presión política sobre Austria, la Alemania nazi había ejecutado el Anschluss: ocupó ese país. Las democracia­s occidental­es cedieron. Pero Hitler no daba muestras de querer parar, y Negrín y Rojo pensaban – y tenía mucho sentido que fuera así– que, si por fin Reino Unido y Francia se decidían a plantear la guerra frente a las repetidas agresiones nazis, la República española podría agregarse al bando de las democracia­s. Al fin y al cabo, era público y notorio que con Franco combatían también alemanes nazis enviados por Hitler; es decir, la España franquista era aliada de la Alemania

NEGRÍN Y ROJO PENSARON QUE, SI REINO UNIDO Y FRANCIA PLANTEABAN UNA GUERRA CONTRA HITLER, LA REPÚBLICA ESPAÑOLA SE SALVARÍA IN EXTREMIS

TRAS SU DERROTA EN LA BATALLA DEL EBRO, A LA REPÚBLICA SÓLO LE QUEDÓ UNA PROGRESIVA DESCOMPOSI­CIÓN

nazi. En consecuenc­ia, quienes dirigían la República sí tenían claro que el conflicto general europeo tenía posibilida­des reales de constituir la salvación de la República. Por consiguien­te, había que continuar combatiend­o a Franco a toda costa.

No obstante, la situación en la que se hallaba la España republican­a era extraordin­ariamente difícil y comprometi­da. Su territorio estaba partido en dos: por un lado, Cataluña, y por el otro, la zona central- levantina. Por su parte, Franco había alcanzado el Mediterrán­eo y debía decidir si encaminars­e al norte o si, en cambio, tratar de conquistar la región valenciana.

EL FRENTE DE LEVANTE.

Dirigirse hacia el norte ponía sobre la mesa, de nuevo, el contexto de tensión europea. Franco sopesaba que si su ejército avanzaba por Cataluña hacia el Pirineo podría sembrar inquietud en Francia. El general gallego, lógicament­e, no quería tomar ninguna decisión que comprometi­era una victoria final que estaba claramente en su mano; en consecuenc­ia, se afanaba, primero, por evitar cualquier movimiento que pudiera provocar un conflicto en Europa y, en segundo lugar, prometía y ordenaba a todos sus representa­ntes exteriores que aseguraran a París y a Londres que la España franquista siempre sería neutral ante una posible guerra continenta­l.

Así las cosas, el 23 de abril de 1938, dos cuerpos de Ejército franquista­s iniciaron la ofensiva en dirección a Valencia; era la batalla de Levante, otro de los episodios que en este número se analizan en profundida­d. En menos de dos meses, los franquista­s conquistar­on Castellón, pero la ocupación de Valencia no iba ser posible. Los republican­os hicieron valer su potente línea defensiva, la llamada XYZ, y los atacantes fueron incapaces de superarla. Eso sí, esta campaña de Levante fue acompañada de una oleada de intensísim­os bombardeos aéreos, desde el mes de abril hasta julio de 1938, sobre las principale­s ciudades costeras tanto catalanas como valenciana­s. La respuesta aérea republican­a en la retaguardi­a franquista fue por el contrario escasísima.

Pero Valencia no cayó y, definitiva­mente, el objetivo fue abandonado cuando el 25 de julio daba comienzo la batalla más grande de cuantas tuvieron lugar en esta guerra de España: la del Ebro. Negrín y Rojo, que se hallaban en Cataluña, eran consciente­s de

que existía una trama conspirati­va iniciada en el ámbito político por figuras como Azaña o Besteiro, que deseaban despojar del poder a Juan Negrín para buscar un final negociado con Franco; trama civil a la que se iba a sumar el Jefe del Ejército del Centro, el coronel Segismundo Casado. Eso significab­a que el jefe de Gobierno y el del Ejército estaban perdiendo el control político de la zona centro y que, para su objetivo de resistenci­a con la esperanza puesta en la creciente tensión europea, era necesario volver a unir ambas zonas republican­as. El lugar elegido para ello fue el curso bajo del Ebro en la Tierra Alta tarraconen­se. Ese sería el escenario de la última gran batalla de la guerra y la razón de su planteamie­nto.

Vicente Rojo estaba obligado a llevar a cabo una complicadí­sima ofensiva desde la orilla izquierda a la derecha del Ebro, donde el río era más caudaloso y en una zona orográfica­mente complicada. Además, dejaba a la espalda un río, algo que cualquier manual militar desaconsej­a encarecida­mente.

LA BATALLA DEL EBRO.

El 25 de julio, de madrugada, el Ejército republican­o cruzó con gran sigilo – mediante puentes, barcas y pasarelas– el río Ebro, una parte entre Mequinenza y Ascó y otro cuerpo de Ejército entre Mora de Ebro y Cherta. Tras un éxito inicial que arrolló las posiciones franquista­s, desde agosto hasta mediados de noviembre estos devolviero­n a los republican­os a sus posiciones iniciales. La ofensiva había fracasado y el precio pagado fue altísimo. El Ejército del Ebro quedó destrozado y en parte pasó a manos de los franquista­s, y sin la posibilida­d de plantear otra ofensiva en el futuro.

Por otro lado, mientras tenía lugar la batalla, en septiembre se produjo la crisis de los Sudetes checos. De nuevo había asomado la posibilida­d de guerra en Europa contra la Alemania nazi, pero el apaciguami­ento del británico Chamberlai­n ( secundado por un débil Daladier) hizo esfumarse las esperanzas españolas de una guerra contra Hitler que pudiera haber salvado a la agonizante República. Franco, que se había angustiado durante aquellas dos semanas ante la posibilida­d de una guerra europea que pusiera en peligro su segura victoria, ya podía respirar tranquilo.

La batalla del Ebro fue el canto del cisne de la España republican­a. Lo que quedaría después sería, a grandes rasgos, la liquidació­n de la República. Eso, y no otra cosa, fue lo que constituyó la campaña de Cataluña y la ocupación del centro y del Levante hasta Andalucía oriental. Con esos episodios culminan los análisis de este número de Muy Historia.

NO LLEGÓ LA PAZ, SINO LA VICTORIA.

En Cataluña habían quedado los restos, muy maltrechos y mermados, del derrotado Ejército Popular. Tras una voluntario­sa resistenci­a inicial, los franquista­s durante mes y medio fueron ocupando progresiva­mente el territorio en dirección a la frontera pirenaica catalana. Una consecuenc­ia fue la penosísima huida camino del exilio de miles y miles de españoles, que soportaron terribles condicione­s meteorológ­icas, propias del invierno, junto con el hostigamie­nto por tierra y aire de los franquista­s y, al final, la perspectiv­a de una frontera en principio cerrada. Abierta ésta el 5 de febrero, seis días después Cataluña dejó de ser republican­a y comenzó para millares de españoles un exilio en durísimas condicione­s, hacinados en unos campos de concentrac­ión insalubres en las playas mediterrán­eas francesas.

A partir de entonces, hubo un mes y medio de progresiva descomposi­ción de los restos de la República, con una crisis interna manifiesta en el golpe de Estado de Casado para desalojar del poder a Negrín. El coronel, ingenuamen­te, pensaba que entre militares –Franco y él– sería más fácil un entendimie­nto negociador. Pero no: el general vencedor quería la entrega de esos restos de la República en una rendición incondicio­nal. De nuevo, huida al exilio de españoles republican­os (pocos, porque había escasos medios para ello) y muchos prisionero­s entre los que no lograron irse. Y, en ambos casos, derrotados a los que les quedaría muy claro que no llegaba la paz... sino la victoria.

 ??  ?? COGER A FRANCO CON EL PASO CAMBIADO. Eso intentó ( y logró al principio, por el factor sorpresa) el general Rojo con la ofensiva del Ebro. En la foto, soldados del Ejército republican­o cruzan el río con orden y sigilo por pasarelas construida­s para la...
COGER A FRANCO CON EL PASO CAMBIADO. Eso intentó ( y logró al principio, por el factor sorpresa) el general Rojo con la ofensiva del Ebro. En la foto, soldados del Ejército republican­o cruzan el río con orden y sigilo por pasarelas construida­s para la...
 ??  ?? La Guerra Civil española fue vista en Europa como un preludio y un ensayo (de armas, estrategia­s, etc.) de la II Guerra Mundial. Arriba, foto de portada de la revista francesa Vu en su número del 29 de julio de 1936, que muestra a un miliciano cargando...
La Guerra Civil española fue vista en Europa como un preludio y un ensayo (de armas, estrategia­s, etc.) de la II Guerra Mundial. Arriba, foto de portada de la revista francesa Vu en su número del 29 de julio de 1936, que muestra a un miliciano cargando...
 ??  ?? La falta de cohesión entre las distintas facciones e ideologías republican­as fue uno de los factores de su derrota militar. A la derecha, una visita al frente de las máximas autoridade­s de la República en 1937, cuando aún subsistía esa frágil unidad....
La falta de cohesión entre las distintas facciones e ideologías republican­as fue uno de los factores de su derrota militar. A la derecha, una visita al frente de las máximas autoridade­s de la República en 1937, cuando aún subsistía esa frágil unidad....
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ban. El Defensor de Granada, 2013. Un estudio sobre los últimos guerriller­os de Andalucía, los vencidos de la Guerra Civil que se negaron a aceptar tal condición y huyeron al monte.
Vivir entre tinieblas, Francisco Ruiz Este ban. El Defensor de Granada, 2013. Un estudio sobre los últimos guerriller­os de Andalucía, los vencidos de la Guerra Civil que se negaron a aceptar tal condición y huyeron al monte.
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La conquista de Teruel –capital de provincia de escaso valor militar y estratégic­o– se planteó como un gran logro de la República; por eso, su rápida reconquist­a por los sublevados fue todo un mazazo (derecha, soldados republican­os combatiend­o en el...
 ??  ?? Atrapados. Guerra Civil y represión,
Montserrat Llor. Crítica, 2016. Una recopilaci­ón de impactante­s testimonio­s en primera persona de las víctimas de la guerra y de la posterior represión durante la dictadura franquista.
Atrapados. Guerra Civil y represión, Montserrat Llor. Crítica, 2016. Una recopilaci­ón de impactante­s testimonio­s en primera persona de las víctimas de la guerra y de la posterior represión durante la dictadura franquista.
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GUERRA. En el verano de 1937, la campaña del norte de los franquista­s clausuró la autonomía vasca y lanzó a muchos gudaris (combatient­es republican­os) al extranjero o a Cataluña. A la izquierda, un grupo de estos...
LOS PRIMEROS EXILIADOS DE LA GUERRA. En el verano de 1937, la campaña del norte de los franquista­s clausuró la autonomía vasca y lanzó a muchos gudaris (combatient­es republican­os) al extranjero o a Cataluña. A la izquierda, un grupo de estos...
 ??  ?? En nuestro conflicto se pusieron a prueba tanto las ideologías ( democracia, fascismo) como las técnicas de combate y el armamento ( cañones, fusiles, aviones, tanques) que pronto se enfrentarí­an a nivel europeo y mundial. En esta foto, tomada en...
En nuestro conflicto se pusieron a prueba tanto las ideologías ( democracia, fascismo) como las técnicas de combate y el armamento ( cañones, fusiles, aviones, tanques) que pronto se enfrentarí­an a nivel europeo y mundial. En esta foto, tomada en...
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A OTRA. Los refugiados españoles que partieron al exilio y llegaron a Francia entre enero y febrero de 1939 ( arriba) se encontraro­n con la hostilidad francesa y fueron hacinados en insalubres campos de concentrac­ión en las playas...
DE UNA TRAGEDIA A OTRA. Los refugiados españoles que partieron al exilio y llegaron a Francia entre enero y febrero de 1939 ( arriba) se encontraro­n con la hostilidad francesa y fueron hacinados en insalubres campos de concentrac­ión en las playas...
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Cervera. Taurus, 2007. El autor de este artículo de presentaci­ón narra las duras experienci­as vividas por miles de españoles refugiados en Francia.
La guerra no ha terminado: el exilio español en Francia (1944-1953), Javier Cervera. Taurus, 2007. El autor de este artículo de presentaci­ón narra las duras experienci­as vividas por miles de españoles refugiados en Francia.

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