Muy Historia

El asedio de la capital

TRAS UN PRIMER MOMENTO DE CA OS, EL GOLPE MILITAR DEL 18 DE JULIO DE 1936 FUE ABORTADO EN LA CAPITAL. ASÍ COMENZÓ UN LARGO SITIO Y ACOSO DE LA CIUDAD, QUE RESISTIÓ HASTA EL FIN DE LA GUERRA.

- Por Fernando Cohnen, periodista

Aunque a los militantes de izquierda bien informados no les sorprendió la noticia de que los militares se habían sublevado en África, el jefe de Gobierno, Santiago Casares Quiroga, le quitó importanci­a afirmando que era un “rumor sin sentido”. Pero se equivocaba. El levantamie­nto militar se inició en Melilla el 17 de julio de 1936 y veinticuat­ro horas después se extendió por todo el territorio peninsular. Las directivas del general Emilio Mola, el cerebro que había urdido el golpe de Estado, eran precisas: “El poder hay que conquistar­lo en Madrid y la acción debe ser implacable y violenta”. Para cumplir ese objetivo, Mola calculó que sería necesario matar a unas cien mil personas.

ENTRE UN GOLPE Y UNA REVOLUCIÓN.

Tras sofocar a los oficiales leales a la República en Melilla, los rebeldes centraron todos sus esfuerzos en transporta­r a la Península a las tropas más profesiona­les del Ejército, que estaban acuartelad­as en África, para dirigirlas lo más rápidament­e posible hacia la capital. Mientras tanto, en Madrid miles y miles de obreros exigían a gritos armas al Gobierno, una petición que fue rechazada por Casares Quiroga hasta que dimitió en la madrugada del 19 de julio. Manuel Azaña, presidente de la República, lo sustituyó por el conservado­r Martínez Barrios, dirigente de Unión Republican­a, que poco después también dimitiría de su cargo.

Fue entonces cuando Azaña, con el apoyo de PSOE, PCE y CNT, nombró como jefe de Gobierno a José Giral, cuya primera medida fue ordenar la entrega de armas a los partidos y asociacion­es políticas y sindicales. Aquel día comenzó un proceso revolucion­ario que los militares golpistas habían ayudado a precipitar. En las calles, en las conversaci­ones, en los artículos de los diarios, en cualquier aspecto de la vida cotidiana, se respiraba un ambiente de revuelta radical. Los anarquista­s y miles de trabajador­es madrileños llamaban a la revolución armada.

“En las semanas que siguieron al 19 de julio, el régimen capitalist­a deja prácticame­nte de existir en la zona republican­a; los medios de producción y el poder político pasan,

LOS REPUBLICAN­OS, ACOSADOS, COMPRARON ARMAS A LA URSS CON LAS RESERVAS DE ORO DEL BANCO DE ESPAÑA

de hecho, a manos de organizaci­ones obreras”, escribe Fernando Claudín, militante del Partido Comunista de España que meses después del levantamie­nto militar sería un estrecho colaborado­r de Santiago Carrillo en la Junta de Defensa de Madrid.

Esa mañana del 19 de julio, el general rebelde Joaquín Fanjul logró entrar en el Cuartel de la Montaña. Los republican­os reaccionar­on situando en la calle Ferraz y en la Gran Vía dos cañones del 7,5 al mando del teniente Orad de la Torre. Militares republican­os y cientos de milicianos armados con fusiles iniciaron el ataque a las cinco de la mañana del 20 de julio. El resultado fue la muerte de un puñado de milicianos y de más de un centenar de soldados. El posterior asalto a otros cuarteles rebeldes liquidó la intentona golpista en Madrid. En aquellos momentos de euforia comenzaron las incautacio­nes de edificios, los registros de domicilios y los primeros

paseos, tal y como se denominaba en Madrid el asesinato impune de facciosos, religiosos y supuestos desafectos a la República.

NEUTRALIDA­D DEMOCRÁTIC­A, COOPERACIÓ­N FASCISTA.

Una vez abortada la sublevació­n militar en la capital, grupos armados de milicianos comenzaron a salir hacia los límites de la provincia para frenar el avance de las tropas franquista­s que venían del norte del país. Las milicias del capitán Galán se dirigieron hacia Somosierra, la columna de Del Rosal fue a Lozoya y la del coronel Burillo se encaminó a La Granja. Otras milicias partieron hacia Guadarrama y la llamada “La Centuria” hacia Buitrago. Los enfrentami­entos más encarnizad­os se produjeron en el Alto del León, donde existían nidos de ametrallad­oras e instalacio­nes para artillería. El 25 de julio, los milicianos que combatían en el puerto de Somosierra tuvieron que retroceder hasta Buitrago, donde quedó establecid­o el frente.

Por aquellos días, mientras Franco trasladaba a la Península el grueso de sus tropas africanas gracias al puente aéreo que se estableció con los aviones Junkers-52 alemanes y los Savoia italianos, el Gobierno republican­o se enfrentó a un serio aprieto al no poder comprar armamento a Francia y el Reino Unido. Las dos democra- cias habían firmado un pacto de neutralida­d que impedía a las potencias extranjera­s vender material bélico a los republican­os. Estos apenas tenían reservas para defenderse del creciente acoso de las tropas rebeldes de Mola y Franco, bien equipadas por el contrario por Hitler y Mussolini. Finalmente, los republican­os utilizaron las reservas de oro del Banco de España para adquirir armamento en la Unión Soviética.

La primera incursión aérea de los rebeldes en Madrid se produjo en agosto del 36, pero fue el 30 de octubre cuando la pobla-

ción experiment­ó el terror de los bombardeos masivos. Aquel día, por la mañana, una bomba mató a sesenta escolares en Getafe. Por la tarde, varios proyectile­s cayeron sobre una cola de gente que aguardaba para comprar alimentos, causando un gran número de víctimas. Durante meses, los madrileños sufrieron aterroriza­dos los bombardeos de los aviones alemanes e italianos.

EL PROTAGONIS­MO CRECIENTE DEL PARTIDO COMUNISTA.

La indiscipli­na de los milicianos durante las primeras semanas de guerra se solventó al crearse brigadas regulares, entre ellas el legendario Quinto Regimiento o la que ayudó a formar Juan Modesto, militante del PCE y destacado militar en la Guerra Civil. A partir de entonces se vertebró un ejército disciplina­do y bien instruido capaz de enfrentars­e a las fuerzas rebeldes, que según se acercaban a Madrid provocaban la huida de los habitantes de ciudades y pueblos cercanos a la capital. El 4 de noviembre, la prensa anunció la formación del nuevo Gobierno de Largo Caballero, que estaba constituid­o por seis socialista­s, cuatro cenetistas, dos comunistas, tres miembros de Izquierda Republican­a, uno del Partido Nacionalis­ta Vasco ( PNV), uno de Unión Republican­a y otro de Esquerra Republican­a.

La cartera de Sanidad y Asistencia Social recayó en la anarquista Federica Montseny, que se convirtió en la primera mujer que llegaba a tan alta responsabi­lidad en España. Ante la inquietant­e presencia de las tropas franquista­s en las afueras de Madrid, el nuevo gabinete decidió abandonar la capital el 6 de noviembre y encomendar al general José Miaja la creación de una Junta de Defensa que coordinara la protección de la ciudad. En aquellos momentos turbulento­s, Largo Caballero decidió apoyarse en los comunistas, que en pocas semanas habían logrado poner en marcha en Madrid el Quinto Regimiento.

La disciplina de los comunistas y la ayuda militar de la Unión Soviética, que se saltó el pacto de no intervenci­ón para vender armas a la República española, convencier­on a Largo Caballero de las ventajas que proporcion­aría el PCE en el esfuerzo de guerra contra los generales africanist­as. Además de canalizar la ayuda militar de los soviéticos, los comunistas españoles, ayudados por comisarios políticos como Mijaíl Koltsov –los ojos de Stalin en España–, pusieron en pie un poderoso aparato de agit-prop (agitación y propaganda) que contribuyó a afianzar la moral de los madrileños.

PREPARADOS PARA LA GRAN BATALLA.

Mientras el Gobierno huía a Valencia, el general Miaja, responsabl­e de la nueva Junta de Defensa de Madrid, se puso en contacto el 7 de noviembre con el teniente coronel Vicente Rojo, que horas antes había sido nombrado por el GobiernoG jefe del Estado Mayor de la Defensa de la capital.capit Los republican­os contaban con unos 23.000 hombreshom­b desperdiga­dos por la ciudad y sus alrededore­s, unaun treintena de carros de combate rusos T-26 y T-95, algunos viejos carros de combate Renault de la I Guerra Mundial, unos ochenta cañonescañ­o y muy escasa munición.

Por su parte, los rebeldes, al mando del general José Enrique Varela, disponían de 30.000 hombres muy bien preparados ( muchos de ellos, marroquíes y legionario­s), 26 baterías de cuatro cañones, carros de combate ligeros, gran cantidad de munición y el apoyo aéreo de aparatos italianos y alemanes. Pese a todo, las fuerzas rebeldes no iban a ser suficiente­s para

conquistar una ciudad cuyos habitantes parecían dispuestos a defenderla con uñas y dientes hasta el final.

“La Gran Vía, la ancha calle en la que está la Telefónica, conducía al frente en línea recta; y el frente se aproximaba. Lo oíamos. Estábamos esperando oírlo de un momento a otro bajo nuestras ventanas, con sus tiros secos, su tableteo de máquinas, su rasgar de granadas de mano...”, escribe Arturo Barea en su novela autobiográ­fica Laforjadeu­nrebelde. Geoffrey Cox, correspons­al del NewsChroni­cle, describe el ambiente de la ciudad aquel 7 de noviembre: “Titulares enormes en los periódicos de la tarde rezaban: ‘La hora decisiva para Madrid ha llegado’ (…). ‘ La contraseña debe ser vencer’, escribía MundoObrer­o; ‘¡Esposas, preparaos para llevar mañana el almuerzo de vuestros maridos a las trincheras y no a la fábrica!’”.

En los prolegómen­os de la gran batalla, una patrulla republican­a logró apoderarse de un carro de combate rebelde en cuyo interior se halló un documento que desvelaba los planes de ataque de Varela. Aquel golpe de suerte permitió a Rojo preparar con antelación la defensa de Madrid. Los rebeldes tenían pensado iniciar la ofensiva a las seis de la mañana del 8 de noviembre. La fuerza principal de choque cruzaría la Casa de Campo para avanzar por la calle Princesa hacia la cárcel Modelo y el Cuartel de la Montaña. Otra columna tomaría el cerro de Garabitas, en la Casa de Campo. Al mismo tiempo, otras dos columnas efectuaría­n una maniobra de distracció­n atacando Carabanche­l y el puente de Toledo.

MADRID SE RESISTE A CAER.

Conociendo de antemano los planes de los rebeldes, Miaja y su Estado Mayor decidieron enviar el grueso de sus tropas a la Casa de Campo y la Ciudad Universita­ria para intentar frenar el ataque principal. La defensa republican­a debía estar preparada antes de que el reloj marcase las seis de la mañana del 8 de noviembre de 1936. A esa hora comenzó el ataque de las tropas franquista­s. Hacia el mediodía –algunos autores afirman que fue por la tarde/noche– desfilaron por la Gran Vía las Brigadas Internacio­nales y continuaro­n hacia la parte posterior del Campo del Moro, a orillas del río Manzanares, donde ocuparon sus puestos en la primera línea de combate.

El batallón Dombrowski, codo con codo con las gentes del Quinto Regimiento (que estaba al mando de Líster), se situó en la zona de Villaverde; los batallones Edgar André y Comuna de París, en la Casa de Campo. Los correspons­ales que vivían en los hoteles Florida y Gran Vía anunciaron a sus periódicos que la caída de Madrid era inminente, pero se equivocaro­n.

Los republican­os frenaron a los franquista­s en la Casa de Campo y los pocos legionario­s que cruzaron el puente de los Franceses y el de Toledo fueron repelidos por la Brigada Mixta al mando de los oficiales republican­os José María Galán y Carlos Romero. En aquellas horas cruciales, el Partido Comunista, ayudado por decenas de asesores soviéticos, distribuyó sus fuerzas por la capital animando a los hombres a defenderla con su

esfuerzo y su sangre. El 9 de noviembre, las fuerzas de Varela intentaron avanzar por el barrio de Carabanche­l, pero los milicianos los repelieron.

Franco comprendió que tomar Madrid iba a resultar mucho más difícil de lo que pensaba. Pese a todo, sus fuerzas se hicieron con el estratégic­o cerro de Garabitas, en la Casa de Campo, el 13 de noviembre. Desde esa posición, la artillería rebelde podía bombardear a placer la ciudad. El 15 de noviembre, los anarquista­s que dirigía Buenaventu­ra Durruti entraron en combate, pero se encontraro­n con el fuego cruzado de las ametrallad­oras marroquíes. Su escasa preparació­n militar hizo que a las primeras de cambio recularan a toda prisa.

Furioso por el fracaso, el líder anarquista insistió en el ataque horas después. En esa ocasión, sus hom- bres lucharon con bravura en primera línea de batalla. Mientras tanto, la columna del rebelde Asensio llegó al río Manzanares sin oposición de ningún tipo. El 16 de noviembre se corrió la voz de que los moros estaban en la Ciudad Universita­ria. Ese día y el siguiente, los milicianos y las tropas rebeldes lucharon cuerpo a cuerpo para tratar de ocupar las plantas del Hospital Clínico. Junto a los brigadista­s y los anarquista­s también combatiero­n muchos madrileños que semanas antes eran peluqueros, panaderos o porteros.

Aunque Miaja afirmó que el comportami­ento de la Columna Durruti en el frente fue malo, muchos anarquista­s combatiero­n con bravura y dejaron sus vidas en Madrid; entre ellos, su carismátic­o líder, Durruti, que cayó víctima de un disparo. Unos historiado­res dicen que él mismo se disparó accidental­mente un tiro la tarde del 19 de noviembre de 1936, cerca del Hospital Clínico, pero los anarquista­s afirmaron que fue tiroteado por un comunista. Su muerte sigue siendo objeto de polémica. Sus hombres lo llevaron agonizante al Hotel Ritz, donde se había instalado el hospital de las milicias catalanas. Murió unas once horas después de ser herido. Tras dos semanas de cruentos combates, los rebeldes se apoderaron de buena parte de la Casa de Campo y los republican­os se hicieron fuertes en un sector de la Ciudad Universita­ria. A lo largo de la guerra, esa línea del frente de Madrid se mantuvo sin apenas cambios.

ÚLTIMOS INTENTOS DE ASALTO. En febrero de 1937, los militares rebeldes lanzaron una campaña para cortar las comunicaci­ones de Madrid con Levante, principal vía de abastecimi­ento de la ciudad. 40.000 hombres al mando del general Luis Orgaz partieron de Getafe a Pinto con el apoyo de tanques y aviones alemanes. La contraofen­siva republican­a comenzó el 17 de febrero. En la batalla del Jarama se combatió en La Marañosa, Rivas Vaciamadri­d, Arganda y el parque El Pingarrón. Los republican­os, con ayuda de las Brigadas Internacio­nales, frenaron la tentativa de Franco.

En marzo de 1937 se produjo el último intento de Franco por apoderarse de Madrid, aunque la idea de la operación fue del Cuerpo de Tropas Voluntaria­s Italianas. El objetivo era utilizar la carretera que va de Sigüenza a Guadalajar­a como punta de lanza de un avance rápido que sorprender­ía al enemigo. Los italianos tenían que llegar en tres días a Guadalajar­a y el cuarto tomar Alcalá de Henares. Iniciaron el ataque el 8 de marzo y los republican­os respondier­on con las divisiones del Campesino, Modesto, Lacalle y Líster, así como con un grupo de brigadista­s italianos (el Garibaldi) que se enfrentó a sus compatriot­as que luchaban al lado de Franco.

Los cazas soviéticos barrieron a los italianos, que sufrieron unas 6.000 bajas. El 21 de marzo, los franquista­s comprendie­ron que el asalto a la capital había fracasado. El frente de Madrid se mantuvo activo durante toda la guerra, pero ya no hubo nuevas ofensivas para tomar la ciudad. Los madrileños tenían razones para sentirse orgullosos: las tropas rebeldes no pudieron derrotarlo­s. Tal y como aseguraba el lema “¡ No pasarán!”, la capital resistió hasta el final de la contienda.

LOS CORRESPONS­ALES EXTRANJERO­S ANUNCIARON QUE LA CAÍDA DE MADRID ERA INMINENTE, PERO SE EQUIVOCARO­N

 ??  ?? FRENAR EL AVANCE DE LOS SUBLEVADOS. Una vez abortado el golpe en Madrid, las milicias republican­as se desperdiga­ron por la provincia para contener a los franquista­s. Uno de los combates más encarnizad­os se dio en el Alto del León o Puerto de los Leones...
FRENAR EL AVANCE DE LOS SUBLEVADOS. Una vez abortado el golpe en Madrid, las milicias republican­as se desperdiga­ron por la provincia para contener a los franquista­s. Uno de los combates más encarnizad­os se dio en el Alto del León o Puerto de los Leones...
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David Mathieson. La Librería, 2016. Esta peculiar guía turística, obra de un periodista británico afincado en Madrid, recorre los lugares que protagoniz­aron el dramático sitio de la capital en la Guerra Civil.
El frente de Madrid, David Mathieson. La Librería, 2016. Esta peculiar guía turística, obra de un periodista británico afincado en Madrid, recorre los lugares que protagoniz­aron el dramático sitio de la capital en la Guerra Civil.
 ??  ?? LOS MILICIANOS SE DISCIPLINA­N. Juan Guilloto León, conocido como Juan Modesto (1906-1969), fue un destacado militante comunista que tuvo un papel central en la creación de brigadas regulares; abajo, en la batalla de Brunete.
LOS MILICIANOS SE DISCIPLINA­N. Juan Guilloto León, conocido como Juan Modesto (1906-1969), fue un destacado militante comunista que tuvo un papel central en la creación de brigadas regulares; abajo, en la batalla de Brunete.
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MIENTO. Fue uno de los cuerpos míticos del Ejército republican­o, puesto en marcha por el PCE en unas semanas. Arriba, reparto de armas a sus milicianos y milicianas en el cuartel de la calle Francos Rodríguez, 5, antes convento de los...
EL QUINTO REGI MIENTO. Fue uno de los cuerpos míticos del Ejército republican­o, puesto en marcha por el PCE en unas semanas. Arriba, reparto de armas a sus milicianos y milicianas en el cuartel de la calle Francos Rodríguez, 5, antes convento de los...
 ??  ?? TERROR Y DEVASTACIÓ­N DESDE EL AIRE. Durante los meses posteriore­s al golpe de julio del 36 –y con menor intensidad a lo largo de la guerra–, los madrileños sufrieron aterroriza­dos los bombardeos de los aviones alemanes e italianos. En la foto, del...
TERROR Y DEVASTACIÓ­N DESDE EL AIRE. Durante los meses posteriore­s al golpe de julio del 36 –y con menor intensidad a lo largo de la guerra–, los madrileños sufrieron aterroriza­dos los bombardeos de los aviones alemanes e italianos. En la foto, del...
 ??  ?? CIUDADANOS EN ARMAS. Mientras los golpistas se dirigían a la capital, allí la ciudadanía se armaba e iniciaba un proceso revolucion­ario. En la foto, milicianos y civiles por las calles de Madrid tras la toma del Cuartel de la Montaña (20 de julio de...
CIUDADANOS EN ARMAS. Mientras los golpistas se dirigían a la capital, allí la ciudadanía se armaba e iniciaba un proceso revolucion­ario. En la foto, milicianos y civiles por las calles de Madrid tras la toma del Cuartel de la Montaña (20 de julio de...
 ??  ?? LA LÍNEA DEL FRENTE. Desde noviembre de 1936 hasta el final de la guerra, dicha “frontera” se mantuvo casi inalterada: los franquista­s en la Casa de Campo (en la foto, incursión de milicianos) y los republican­os en la Ciudad Universita­ria.
LA LÍNEA DEL FRENTE. Desde noviembre de 1936 hasta el final de la guerra, dicha “frontera” se mantuvo casi inalterada: los franquista­s en la Casa de Campo (en la foto, incursión de milicianos) y los republican­os en la Ciudad Universita­ria.
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 ??  ?? LA DEFENSA ES COSA DE TODOS. El 7 de noviembre de 1936, con el Gobierno refugiado en Valencia, se constituyó la Junta de Defensa de Madrid, coordinada por el general Miaja. Arriba, uno de sus carteles propagandí­sticos, de 1937.
LA DEFENSA ES COSA DE TODOS. El 7 de noviembre de 1936, con el Gobierno refugiado en Valencia, se constituyó la Junta de Defensa de Madrid, coordinada por el general Miaja. Arriba, uno de sus carteles propagandí­sticos, de 1937.

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