Muertos ilustres
n mi país era artillero, pero aquí llevo mis galones por mis merecimientos, no por mi color”. Estas declaraciones de Oliver Law, oficial al mando de la Brigada Lincoln, se quedan cortas para definir la importancia de su figura: fue el primer negro en comandar un batallón integrado por hombres de diferentes razas, blancos incluidos. Sus merecimientos incluían su brillante papel en la batalla del Jarama, en febrero de 1937, que le valió el ascenso a comandante de la Lincoln. El 8 de julio murió mientras dirigía el ataque de la brigada al Cerro del Mosquito.
Law no fue el único muerto de renombre en las tierras de Brunete. El inglés George Nathan falleció el 16 de julio al recibir el impacto de un casco de proyectil aéreo. Jefe del regimiento anglosajón de la V Brigada Internacional, era conocido por la despreocupación con que hacía gala de su homosexualidad –en unos tiempos en que la homofobia se extendía por todos los ámbitos de la sociedad–, pero sobre todo por su valor en el campo de batalla, que le hizo merecedor del respeto de todos sus hombres.
MALA SUERTE EN EL FRENTE. Peor suerte corrió la fotoperiodista Gerda Taro, injustamente recordada hoy por ser la compañera de Robert Capa, cuando lo cierto es que fue la primera mujer reportera de guerra e hizo un completo reportaje fotográfico de la batalla. Un tanque republicano fuera de control arrasó su coche y le pasó por encima, destrozándole la zona abdominal. Murió pocas horas después, con tan sólo 26 años de edad, en el hospital de El Escorial. En Brunete moriría también alguien relacionado con otra mujer excepcional: Julian Bell, sobrino de Virginia Woolf y conductor de ambulancias. Sólo llevaba un mes en la guerra cuando perdió la vida.