Los símbolos de Belchite
En Belchite no sólo murieron 5.000 personas durante los días de batalla; también murió el propio pueblo, cuya reconstrucción tras el conflicto se descartó. Franco lo decidió así: ordenó construir un nuevo Belchite a 500 metros. Para ello se sirvió de los presos republicanos de la zona, que trabajaron forzadamente para levantar este “Belchite 2” durante catorce años, de 1940 a 1954.
El Caudillo había nada menos que jurado que “sobre estas ruinas se edificará una ciudad hermosa y amplia como homenaje a su heroísmo sin par”. El proyecto del dictador transformó el hoy llamado Pueblo Viejo de Belchite en un macabro memorial de los desmanes provocados por “la furia rojocomunista”, tal y como la denominó él mismo en su discurso de inauguración del nuevo Belchite, evento que tuvo lugar el 13 de octubre de 1954. Las ruinas de Belchite son hoy un parque temático pero al revés: para acongojarse, no para disfrutar.
ENALTECIMIENTO FRANQUISTA DE LA RESISTEN
CIA BELCHITANA. El sacrificio belchitano fue ensalzado dentro de la Historia que los vencedores escribieron. El Generalísimo distinguió a la resistencia numantina de sus soldados con “un puesto de honor en la Historia de nuestra Cruzada” y dijo que “Belchite fue piedra de toque del comunismo español, y allí naufragó para siempre”. Como se ve, mucho antes de la era del marketing electoral, Franco y sus colaboradores ya se revelaban duchos en “crear un relato”, como se dice hoy en política.
Un personaje simbólico del combate fue también para el franquismo su último mando militar durante la batalla, el comandante Joaquín de Santa Pau Guzmán, que murió tiroteado mientras intentaba huir junto a otros asediados en los últimos compases del choque. Hasta 2009, Santa Pau tenía una calle dedicada en Zaragoza, cuyo nombre fue modificado ese año, atendiendo a la Ley de la Memoria Histórica, para dar paso a una denominación que sin duda se debió considerar menos polémica. Ahora la vía se llama calle Héroes del Silencio.