JUAN YAGÜE, astuto e implacable
Fue uno de los actores principales del bando nacional, un militar astuto, un represor implacable y un lugarteniente con ideas propias, lo que, a la larga, acabó enfrentándolo inevitablemente al Caudillo. Nacido en San Leonardo, provincia de Soria, en 1891, inició su formación militar en la Academia de Infantería de Toledo con apenas 16 años.
EL “CARNICERO DE BA
DAJOZ”. En 1914 ingresó en el Regimiento de Infantería de Saboya Nº 6 afincado en Tetuán y, posteriormente, se labró una reputación combatiendo en la guerra de Marruecos, en la cual se alineó con el núcleo duro de los africanistas y se codeó por vez primera con Franco. Afiliado a Falange Española, acumuló “méritos” reprimiendo con mano de hierro una revuelta de mineros y obreros en Asturias, lo que le granjeó fama de duro e intransigente, dos facetas que iba a poder exhibir en toda su crudeza a partir de la sublevación del 36. Yagüe participó activamente en ella desde la plaza a él asignada, Ceuta, colaborando de manera decisiva en el éxito del golpe en el norte de África. Se trasladó definitivamente a la Península en el mes de agosto, al frente del Ejército de África, y puso rumbo a Madrid causando estragos en su camino; muy especialmente en Extremadura, donde dejó un reguero escalofriante de muertos y refugiados. Yagüe imprimió su huella muy especialmente en la batalla de Badajoz, en la que, tras una trabajosa victoria, ordenó la ejecución de entre dos y cuatro mil civiles, ganándose así por derecho propio el sobrenombre de “Carnicero de Badajoz”. Imparable y sin hacer prisioneros, continuó su avance hacia la capital, aunque nunca llegaría a destino, ya que Fran- co decidió relevarle del puesto en favor del general José Enrique Varela. Yagüe siguió coleccionando victorias de prestigio en los meses sucesivos en el frente aragonés, donde no pudo evitar la caída de Teruel pero se rehizo brillantemente en la batalla de Alfambra. Poco a poco, el Cuerpo de Ejército Marroquí se hizo dueño y señor del frente aragonés, y fue en la gestión del avance de las tropas del bando sublevado donde surgieron las primeras fricciones entre Yagüe y Franco. El primero quería avanzar sobre Cataluña, pero el Caudillo decidió marchar hacia Valencia y el desencuentro se saldó con una suspensión temporal del mando.
Pero pronto Yagüe se haría perdonar cuando, a mediados de noviembre, inclinó definitivamente la balanza a favor del bando franquista en la batalla del Ebro, demostrando nuevamente ser un “seguro de vida” para la causa. Concluida la guerra, Franco le agradecería los servicios prestados nom- brándolo ministro del Aire. Yagüe, que había pasado unos meses en Alemania, estaba decidido a modernizar la aviación militar española a imagen y semejanza de la Luftwaffe, con la firme determinación de posicionar a España al lado de las fuerzas del Eje de cara a la guerra global que estaba a punto de desencadenarse.
DE FRANQUISTA A
CONSPIRADOR. Cada vez más crítico con el Caudillo y su obsesión con la represión y el ajuste de cuentas, fue destituido en junio de 1940, aunque poco después sería parcialmente rehabilitado: ocupó el puesto de comandante de Melilla y, luego, el de capitán general de la VI Región Militar. La herida, con todo, no se había cerrado, y Yagüe participó de manera más o menos explícita en algunas intentonas frustradas de desplazar a Franco y apostar por una restauración monárquica. Falleció en Burgos el 21 de octubre de 1952.