JOSÉ ENRIQUE VARELA, el franquista monárquico
Hasta cuarenta medallas llegaron a colgar del pecho del general Varela, uno de los grandes artífices del éxito franquista en la Guerra Civil y de la consolidación del régimen en los primeros años de posguerra y, naturalmente, uno de los hombres más condecorados del bando nacional. Oriundo de San Fernando, Cádiz, donde nació en 1891, José Enrique Varela era hijo de un sargento de Infantería de Marina del Primer Regimiento, cuerpo en el que el joven ingresó con 18 años recién cumplidos, iniciando así su meteórica escalada en la jerarquía militar.
Tres años después ingresó en la Academia de Infantería de Toledo, donde se licenció como alférez, rango con el que acudiría al frente por vez primera en Marruecos al tomar parte en la guerra de África, en la que consiguió en dos ocasiones la Cruz Laureada de San Fernando. Poco a poco ascen- dió en el escalafón en los años sucesivos, y en el momento de proclamación de la República se encontraba al mando del Regimiento de Infantería nº 67 en Cádiz, en una posición delicada habida cuenta de sus tendencias monárquicas carlistas y su apoyo a la coronación de Alfonso Carlos de Borbón. GOLPISTA REINCIDENTE. Dos años después fue encarcelado en el castillo gaditano de Santa Catalina por su participación en el golpe de Estado fallido del general Sanjurjo, pero sólo permaneció unos meses entre rejas. De hecho, en 1935 fue ascendido a general de brigada, a la vez que maquinaba en la sombra para derribar al Gobierno republicano. En una reunión secreta en Madrid con Joaquín Fanjul y Manuel Goded, Varela planeó un golpe de Estado que aún no contaba con el apoyo de Franco y, por tanto, quedó abortado a las primeras de cambio. El plan, no obstante, fue descubierto por la policía y Varela volvió a prisión en el castillo de Santa Catalina. Iniciada la sublevación, fue liberado para jugar un papel decisivo en el empeño por controlar el Estrecho, en las campañas de Andalucía y en la marcha fallida sobre la capital, en cuya toma fracasó y cayó he- rido el día de Nochebuena, en la carretera de La Coruña.
Tras los fracasos en Madrid y el Jarama, Franco decidió ponerlo al frente del Cuerpo de Ejército de Castilla, con el que asumió un papel determinante en la batalla de Brunete y luego en la campaña aragonesa. Acabada la guerra, Franco lo recompensó otorgándole el cargo de ministro del Ejército, posición desde la que procedió a purgar la institución de todo elemento republicano aún en sus filas. Pero a la vez había una feroz lucha política en curso que lo enfrentaría a otro de los hombres fuertes del régimen, Serrano Suñer.
CARLISTAS CONTRA
FALANGISTAS. Varela era un carlista convencido y recelaba del poder que dentro del régimen tenían los falangistas. Así, se dio una cruenta batalla entre quienes, como Varela, abogaban por una restauración inmediata del régimen monárquico y quienes, como Serrano Suñer, defendían la creación de un nuevo Estado alrededor de la figura del Caudillo. Finalmente Franco optó por el camino de enmedio, destituyendo a ambos y reciclando a Varela como Alto Comisario de España en Marruecos, un regreso postrero a sus raíces. Y aunque su defensa de la restauración monárquica seguiría siendo encarnizada, poco a poco Varela abandonó la primera línea de la escena político-militar. Falleció el 24 de marzo de 1951 en Tánger, a causa de una leucemia.