Muy Historia

WILLIAM WALLACE, rebelde con causa

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Inmortaliz­ado en la película Braveheart ( Mel Gibson, 1995), el héroe nacional de Escocia murió como un auténtico rebelde con causa tras luchar contra la opresión inglesa. Más de siete siglos después, su leyenda sigue viva. El peso de Wallace en la Historia escocesa es enorme: la figura de quien osó enfrentars­e al monarca inglés Eduardo I, llamado“martillo de los escoceses”, sigue omnipresen­te en todo el país.

Todo empezó en 1292, cuando Eduardo I de Inglaterra­g coronó a John Balliol como un rey títere para Escocia. El país quedaba a merced de los ingleses, y los incidentes entre invasores y locales serían constantes. En uno de ellos, un modesto terratenie­nte llamado Malcolm Wallace murió a manos de un caballero inglés. Aquello alimentó el odio de su hijo William, que pronto daría muerte, en una emboscada, al asesino y a un centenar más de soldados. Se convirtió así en un forajido, pero su odio alcanzó la máxima cota cuando su esposa Marion fue asesinada por el

sheriff de Lanark. Tras matar a éste y a 240 soldados, ya no había quien lo parase. Su rebelión prendió la mecha de la independen­cia y miles de escoceses se sumaron a la cruzada. Pero, ante la cercanía de un poderoso ejército inglés, los nobles decidieron no luchar junto a un plebeyo.

EL GUARDIÁN DED ESCOCIA.CIA.

Pese a todo, Wallace protagoniz­ó en Stirling una de las míticas batallas medievales, en la que contra todo pronóstico resultó vencedor. Gracias a aquel triunfo, empezó a contar con las simpatías de los nobles y en 1298 fue nombrado Guardián de Escocia, un rey defacto.defac Potenció el comercio escocés y buscó aliados en el continente, pero sólo duró un año en el cargo. Eduardo I no estaba dispuesto a tolerar aquella rebelión y ambos ejércitos volvieron a encontrars­e, esta vez en Falkirk. En esa ocasión, aparte de la superiorid­ad inglesa, el enfrentami­ento fue en campo abierto. 12.000 escoceses murieron.

Wallace siguió desempeñan­do labores diplomátic­as y lideró una guerra de guerri- llas, dejando el liderazgo del país a dos aspirantes al trono de Escocia: Robert Bruce y John Comyn, que compartier­on el título de Guardián.

Mientras, Eduardo I no olvidaba y buscaba venganza. Usó como arma a un antiguo amigo de Wallace, John de Menteith, quien lo preparó todo para que fuera sorprendid­o por soldados ingleses. Llevado a Londres, se lo acusó de traición, a lo que respondió que no podía ser traidor porque nunca había reconocido al rey inglés. Tras un simulacro de juicio, su sentencia de muerte quedó firmada.

El 23 de agosto de 1305, mientras lo arrastraba­n por las calles de Londres, la multitud aprovechó para golpearlo y tirarle piedras. Lo colgaron el tiempo justo para que no perdiese la conciencia y a continuaci­ón, aún vivo, le extrajeron las entrañas, para terminar decapitánd­olo y descuartiz­ándolo. Su cabeza colgó de un puente y sus brazos y piernas se enviaron a Escocia para exhibirlos como escarmient­o.

SEMILLA DE INDEPENDEN­CIA.

Aquel cruel ajusticiam­iento tenía un claro objetivo: evitar que se convirtier­a en mito. Pero todo cuanto sembró daría su fruto. Sólo seis meses después de su muerte, Robert Bruce se levantó en armas y fue coronado rey de Escocia como Robert I. Y, tras imponerse al ejército de Eduardo II en 1314, logró la independen­cia escocesa. El camino iniciado por William Wallace llegaba a su meta.

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Wallace, icono de la independen­cia escocesa respecto a la corona inglesa, en una estatua en Aberdeen.

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