Muy Historia

Agincourt como fuente de inspiració­n

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La figura de Enrique V ha tenido gran influencia en los siglos posteriore­s. Shakespear­e le asignó un importante papel en tres obras (la que lleva su nombre y las dos que dedica a su padre, Enrique IV), de aliento nacionalis­ta inglés. El retrato del personaje es complejo, como correspond­e al genio de Shakespear­e. Enrique es un gran líder, con una capacidad de persuasión y un magnetismo fuera de lo común, pero también un político frío que aplica la razón de Estado sin remordimie­ntos. Esto se ve en cómo repudia a su compañero de co- rrerías Falstaff –personaje basado en Sir John Oldcastle, un viejo amigo al que Enrique hizo quemar en la hoguera–, así como en la amenaza de violacione­s y rapiñas en el sitio de Harfleur y la muerte en la horca de su antiguo compinche Bardolph.

HÉROE DE CINE, VILLANO TEATRAL. En plena Segunda Guerra Mundial, Churchill convenció a Laurence Olivier para que hiciera una película sobre el personaje que diera moral a las tropas, coincidien­do con el desembarco de Normandía. Enrique

V(1944) deja fuera el Complot de Southampto­n –conspiraci­ón contra el rey anterior a Agincourt–, para eliminar cualquier voz discordant­e, y también pasa por alto que los enemigos de Enrique, los franceses, eran en ese momento los aliados.

La imagen que da Shakespear­e de Ricardo III es en cambio atroz, un villano sin redención posible. Esta visión tan negativa ha sido discutida, pero con escasa fortuna. La forma en que se hizo con el poder y la desaparici­ón de los Príncipes de la Torre lo condenan para siempre al papel de malvado.

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