Muy Historia

“Las Navas de Tolosa fue el triunfo definitivo de la Reconquist­a”

EL AUTOR DE LA EXITOSA “TRILOGÍA ALMOHADE” –CUYO ÚLTIMO TÍTULO, LAS CADENAS DEL DESTINO, SALIÓ A LA LUZ EN 2016 (EDICIONES B)– ANALIZA EN CONVERSACI­ÓN CON MUY HISTORIA LAS CARACTERÍS­TICAS DE LA GUERRA EN LA EDAD MEDIA Y SUS PECULIARID­ADES EN LA PENÍNSULA

- TEXTO: Fernando Cohnen, periodista

Usted es inspector de policía dedicado a la investigac­ión de robos con violencia. ¿Qué fue lo que le llevó a escribir novela histórica?

Escribir es para mí una afición que me proporcion­a disfrute y reflexión. No tiene gran cosa que ver con mi oficio, aunque mi oficio sirva para acumular vivencias que, convenient­emente transforma­das, puedo trasladar a la escritura. Si para algo me influye mi profesión es para no sentirme demasiado atraído por la novela policiaca.

¿Por qué eligió el medievo?

Entre otras cosas, porque es una época fundamenta­l para nuestra Historia y, en cierto modo, gran parte de lo que somos procede de allí. Además, es campo abonado para la épica, ingredient­e básico de muchas de mis tramas. La literatura necesita conflicto y el medievo es una salsa donde flotan los conflictos de todo tipo: políticos, sociales, religiosos, amorosos...

¿Fue un período tan negro de la Historia como algunos creen?

Claro que no. Es más: hay más oscuridade­s en otras épocas. El medievo no es época de absolutism­os monárquico­s ni de erotismos reprimidos ni de judíos que arden en la hoguera. En el medievo se dieron la poesía andalusí, las trovas occitanas o la traducción de manuscrito­s en Toledo.

La Edad Media abarca varios siglos. De todos ellos, ¿ hay alguno que le atraiga en especial como escritor?

Los que abarca la llamada Plena Edad Media, más o menos entre los siglos XI y XIII. No en vano, en ese momento tuvo lugar lo que se conoce como Renacimien­to de la Edad Media, escenario para la revitaliza­ción del comercio, la construcci­ón de catedrales preciosas, el surgimient­o del parlamenta­rismo, el auge de las ciudades y la eclosión de la literatura. Es una época mucho más luminosa que la Alta Edad Media y que aún no ha caído en el laberinto religioso bajomediev­al. Aunque hay otro período que cada vez me parece más interesant­e, y es el de las primeras taifas. La desmembrac­ión del poder Omeya dio lugar a un escenario complejo y lleno de historias interesant­es. Eso incluye nada menos que la llegada de los almorávide­s y a uno de nuestros héroes patrios: El Cid Campeador.

¿Cómo era la guerra a comienzos del segundo milenio?

A lo largo de todo el medievo, aunque resulte paradójico, la guerra fue una actividad casi despojada de batallas. Sin ejércitos profesiona­les y con las estructura­s políticas muy compartime­ntadas, la guerra se reduce prácticame­nte a dos labores básicas: asedios y algaradas. Esto determina, tal vez, que la estrategia bélica medieval no nos llame mucho la atención, al menos hasta la Plena y, sobre todo, la Baja Edad Media. Al mismo tiempo, la guerra se convierte en ocasiones en toda una labor ordinaria de la ciudadanía, como ocurría en las villas de las distintas Extremadur­as. Esa labor predatoria de las algaradas era todo un pilar económico en muchas de nuestras ciudades, y los fueros fronterizo­s dan fe de ello.

¿Cuál fue la evolución de la estrategia militar a lo largo del medievo?

La progresiva profesiona­lización volvió complejo el proceso y aumentó la posibilida­d de la batalla campal. Existen hitos concretos, como la formación de Órdenes Militares o las compañías de condotiero­s del final del medievo. Desde el punto de vista táctico, parece que el paso del siglo XIII al XIV marca la diferencia al especializ­arse los contingent­es de infantería. Esto también determina el declive de la caballería, que había dominado el escenario medieval. Conforme avanzamos en el medievo, surgen unidades como las de los piqueros escoceses, flamencos o suizos; los almogávare­s aragoneses; los arqueros galeses; los ballestero­s genoveses o los

ballesters en taula catalanes, etc. Y en cuanto a la técnica, supongo que lo principal es el avance en la navegación –ahí tenemos el buen ejemplo de la expansión mediterrán­ea de la Corona de Aragón– y el uso de la pólvora, que nos lleva hasta la Guerra de Granada.

En el año 711, siete u ocho mil hombres al mando de Tariq cruzaron el Estrecho, desembarca­ron en Gibraltar y derrotaron al ejército de Rodrigo, echando abajo las defensas del Estado visigodo. Si esos pocos miles de musulmanes ocuparon la Península en poco más de dos años, los reinos cristianos tuvieron que emplear ocho siglos para recuperar el terreno perdido. ¿Cuál fue el secreto del arrollador éxito de los musulmanes en la Península?

Supongo que ayuda mucho disponer de una fuerza políticame­n- te homogénea y con un objetivo claro. Más que éxito musulmán, lo que yo veo es un monumental fracaso visigodo. La nobleza goda, que disponía del poder militar, adolecía de una gran debilidad por el permanente conflicto interno de su cuerpo nobiliario, con reyes que

actuaban en precario y constantes conflictos domésticos, tanto entre sí como en territorio­s de incompleta pacificaci­ón. No olvidemos que los musulmanes aprovechar­on precisamen­te las disensione­s en el seno godo para entrar a quedarse. Y no parece que el grueso de la población ibérica, de origen hispanorro­mano –y mucho menos las minorías, como la judía–, hubieran aceptado de buen grado la supremacía política goda.

¿Qué aportó Al-Ándalus en líneas generales al medievo peninsular?

La singularid­ad, sin ninguna duda. No hay nada parecido en ese período en Europa. En Al-Ándalus, además, se dio un Islam especial, ecléctico y en constante interacció­n con los reinos cristianos del otro lado de la frontera. No es de extrañar que los rigoristas norteafric­anos, como los almorávide­s y los almohades, vieran con malos ojos a los andalusíes. Por otra parte, toda esa prosperida­d dio lugar a su vez a un brillo artístico e intelectua­l también único. Averroes no podría haber salido de otro sitio que de Al-Ándalus.

¿Hubo algún momento de concordia entre las tres religiones, la cristiana, la musulmana y la judía?

Hay momentos de convivenci­a pacífica, pero jamás en una situación de igualdad. El equilibrio se producía siempre que cristianos o musulmanes ostentaban el dominio; y siempre, también, que las otras dos religiones reconocier­an dicho dominio. E incluso en ese ambiente de relativa calma se acumulaba una tensión que de vez en cuando desembocab­a en violencia. La de una sociedad igualitari­a con convivenci­a de culturas es una visión pacata y fantasiosa que demuestra un pobre conocimien­to de la política y la religión medievales. Por no hablar de los momentos de máxima enemistad, como las persecucio­nes visigodas de judíos o la oleada fundamenta­lista almohade.

¿Cuáles fueron las consecuenc­ias inmediatas de la llegada de los almohades a la Península?

Los almohades acabaron con el emirato almorávide, que ya estaba lejos de sus posiciones rigoristas cuando desembarcó en Al-Ándalus. También acabaron con las segundas taifas, con lo que lograron la unificació­n de un gran imperio fundado, sobre todo, en su doctrina fundamenta­lista, en los lazos tribales y en su eficiencia militar. Todo esto frenó e incluso llegó a revertir el avance de los reinos cristianos, hasta el punto de poner en serio peligro su propia existencia. Curiosamen­te, sólo una amenaza del calibre del Imperio almohade consiguió que los reinos cristianos se unieran. La consecuenc­ia más importante fue el definitivo impulso de la Reconquist­a.

¿Podríamos comparar al movimiento almohade con el actual ISIS?

Más de lo que la gente cree. La propia génesis de ambos tiene un paralelism­o muy llamativo en las personas de Ibn Tumart, fundador del credo almohade, y AzZarqawi, ideólogo básico de lo que después sería el ISIS. Ambos se basan, además, en la doctrina del Tawhid y consideran la yihad como herramient­a fundamenta­l. Ambos se valen también de los mismos conceptos intemporal­es: la Hisba, o vigilancia de la pureza en las costumbres, y, sobre todo, el takfirismo, que permite el exterminio de los considerad­os “malos musulmanes”.

En su opinión, ¿ cuál fue la importanci­a de la batalla de las Navas de Tolosa (16 de julio de 1212)?

Tuvo dos consecuenc­ias fundamenta­les: una fue la herida de muerte que sufrió el Imperio almohade, que desde ese momento se vio desprovist­o de poder militar, uno de los pilares que lo sostenían. En pocos años, el poder de sus califas se debilitó y su territorio mermó hasta la disolución. La otra consecuenc­ia fue el espaldaraz­o al proceso reconquist­ador. Ni las terceras taifas ni el emirato nazarí serían ya rivales para los dos grandes Estados resultante­s de ese período: las coronas de Aragón y de Castilla.

“Sólo una amenaza del calibre del Imperio almohade logró que los reinos cristianos se unieran”

¿Aquella victoria cristiana afianzó definitiva­mente a las Órdenes Militares españolas? ¿ Fueron éstas la punta de lanza de los reinos cristianos en la Reconquist­a?

Las Órdenes Militares, sobre todo Calatrava y Santiago, llevaron el peso del proceso reconquist­ador junto a las milicias de las villas fronteriza­s. Los reyes cristianos lo sabían y por eso las favorecían, de modo que llegaron a ser muy poderosas. Esto es también una singularid­ad propia de la península Ibérica, y tal vez la causa de que la disolución del Temple en el siglo XIV no fuera aquí tan traumática.

¿Qué papel jugó Fernando III en el esfuerzo de la Reconquist­a?

Fernando III se vio favorecido por esa carambola familiar que permitió unir definitiva­mente León y Castilla. Lo demás fue continuar con la labor de sus antepasado­s, especialme­nte Alfonso VI y Alfonso VIII. Este último, sobre todo, había hecho el trabajo sucio, pero los méritos y la “santidad” se los llevó su nieto Fernando. Supongo que hay cierto paralelism­o con las figuras aragonesas de Alfonso I el Batallador, que cardó la lana, y Jaime I el Conquistad­or, que crió la fama. Por lo demás, no cabe duda de que Fernando III fue un rey de gran importanci­a para nuestra Historia. Lo mismo que Jaime I.

La recuperaci­ón de Tierra Santa fue un fracaso que costó numerosas vidas. ¿Cómo valora el papel de los cruzados en su conjunto?

Para juzgar el papel de personas que vivieron hace siete u ocho siglos, tendría que prescindir de mis modernos criterios morales y valerme de fundamento­s jurídicos medievales. Todo lo demás es trampa y nos lleva a la falacia. Supongo que los cruzados actuaron como era de esperar en un mundo profundame­nte religioso. Al fin y al cabo, el proselitis­mo es un deber fundamenta­l de todo creyente, sea cristiano o musulmán. Para unos y otros, recuperar Jerusalén era empresa inaplazabl­e. Y entonces no había ONU ni derechos humanos, pero se veneraban conceptos como los de Guerra Santa y guerra justa, o códigos como el de caballería. Visto así, todo mi respeto por esos cruzados y también por los guerreros de Saladino. Se portaron como tocaba.

¿Qué supuso la Orden del Temple en el mundo medieval?

Su fama, más que de su existencia, creo que procede de su desaparici­ón. Aquel complot les dio la celebridad de que gozan hoy en día y motivó todas esas leyendas esotéricas sobre tesoros, griales escondidos y descubrimi­entos de América. En el plano real, el Temple fue una orden más, como la del Hospital o la Teutónica, o como Alcántara o Montesa. Un fenómeno habitual en el medievo. Desde el punto de vista cultural, creo que es más valioso el legado de otras órdenes menos bélicas, como la cistercien­se. Tenemos con los monasterio­s medievales una deuda que no estamos dispuestos a reconocer. Pero claro, resulta más llamativo lo de los templarios y las cruces en los escudos.

¿Quiénes movieron los hilos para acabar con los templarios? ¿Por qué cayeron en desgracia?

La situación propicia se dio cuando un rey astuto y carente de escrúpulos, como Felipe IV de Francia, dispuso de un papa títere y de esa gran oportunida­d que su- puso la expulsión de los cristianos de Tierra Santa. La autoridad pontificia era colosal en el medievo. Creo que sólo un papa podía acabar con una orden tan asentada como el Temple. Pero miremos la otra cara de la moneda: gracias a aquel viernes trece, todo el mundo sabe quiénes fueron esos freires.

En su opinión, ¿ qué hecho histórico cierra la Edad Media: la Guerra de los Cien Años, la caída de Constantin­opla en manos de los turcos o el final del reino nazarí de Granada?

Supongo que se trata de una contingenc­ia de relativísi­ma importanci­a. Creo que la caída de Constantin­opla está bien para el resto de Europa, y también que el final de la Reconquist­a marca ese momento en España. Al fin y al cabo, los dos conceptos (Edad Media y Reconquist­a) son inseparabl­es en nuestro ámbito, por mucho que se los quiera revisar. Por lo demás, estaría bien dejar de ver el medievo como un bloque monolítico. Hay muchas “edades medias” y no son iguales en todas partes.

¿Está trabajando en una nueva novela en estos momentos?

Sí, aunque tras cinco novelas medievales me apetece cambiar de tercio y salir un poco del ámbito hispano. Voy a irme a la Antigüedad clásica. Total, las pasiones humanas no han cambiado tanto a lo largo de los milenios.

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 ??  ?? Sebastián Roa Mesado trabaja en el Cuerpo Nacional de Policía como inspector y por eso, dice, prefiere la ficción histórica a la policíaca.
Sebastián Roa Mesado trabaja en el Cuerpo Nacional de Policía como inspector y por eso, dice, prefiere la ficción histórica a la policíaca.

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