El levantamiento de los gentiles
Muchos historiadores creen que la revuelta de los polacos cristianos en Varsovia, en 1944, no hubiera sido posible sin el ejemplo de la del Gueto de la misma ciudad un año antes. La resistencia oficial polaca encontró un modelo perfecto en el que inspirarse para poder plantar cara a los invasores. Cabe recordar que ellos no habían prestado demasiada ayuda a los luchadores judíos del Gueto, a los que en cierta forma acabaron por abandonar a su suerte en el momento decisivo.
La revuelta de 1944 comenzó el 1 de agosto y era la fase final de la llamada Operación Tempestad ( Burza, en polaco), orquestada por el Ejército Nacional, la organización de la resistencia polaca representante del gobierno en el exilio. Se enmarcaba en una situación estratégica de retirada de las tropas nazis frente a los soviéticos, después de las sucesivas derrotas en los principales frentes rusos, y pretendía aprovechar la coyuntura para liberar Polonia adelantándose a una anexión por parte de la URSS.
EL EJÉRCITO ALEMÁN FRENA LA
REBELIÓN. El principal problema para el éxito de esta revuelta fue que se dirigía tanto contra los nazis como contra los comunistas soviéticos, por lo que carecía de aliados fuertes sobre el terreno. Además, el ejército nazi no estaba tan debilitado por entonces como para no poder hacer frente a la rebelión. El resultado fue que este levantamiento acabó en una masacre por parte del ejército alemán, que destruyó la capital polaca y mató a 250.000 de sus habitantes, mientras el Ejército Rojo les dejaba hacer e incluso se dedicaba a detener a miembros de la resistencia polaca.
El gueto estaba autogestionado por una institución judía cuya constitución había sido impulsada por los nazis. Se llamaba Consejo Judío ( Judenrat, en alemán) y lo dirigía uno de los principales políticos judíos en la Varsovia anterior a la invasión, Adam Czerniaków, concejal del Ayuntamiento hasta el cambio de orden político. Una de las funciones de este órgano era ejercer de policía interna, una sección para la que se reclutó a unas 1.600 personas. La existencia del Consejo Judío, sin embargo, no debe llamar a engaño, ya que su autonomía respecto de los nazis era prácticamente nula y por supuesto sólo de puertas adentro del Gueto.
HAMBRUNA Y MERCADO NEGRO. Las condiciones de vida en el Gueto fueron lamentables desde el primer momento. La cantidad de comida que se asignaba a sus habitantes por los nazis, amparándose en la economía de guerra, era muy inferior a la que cualquier dieta asignaría a una persona: tan sólo unas 400 calorías diarias, y eso como máximo. En cambio, los alemanes consumían diariamente 2.600 calorías por persona. Las fotografías que se tomaron de los habitantes del Gueto de Varsovia nos muestran un desolador panorama de hambre y desnutrición, con adultos y niños caídos por la calle, falleciendo a causa de la falta de alimentos. Y eso que, lógicamente, los judíos del Gueto no se conformaron con lo que se les asignaba, sino que trataron de conseguir comida por medios clandestinos, lo que dio pie a la industria más floreciente de aquel tenebroso lugar: el mercado negro.
Tanto los polacos como los propios soldados y mandos nazis convertían en negocio la carestía en la que se encontraban sumidos los habitantes del Gueto. Los alimentos que no se proporcionaban oficialmente podían obtenerse por otros medios, que enriquecían o hacían más llevadera la vida a los que participaban en el lucrativo comercio. De hecho, una de las principales acusaciones que se lanzó contra el ya de por sí impopular Consejo Judío fue la de que quienes formaban parte de él participaban también de la corrupción y sacaban tajada de ella. Los judíos de a pie, en cambio, no tenían otra alternativa que convertirse en mano de obra forzosa