Muy Historia

Norte y Sur frente a frente

UNO DE LOS CONFLICTOS MÁS SIGNIFICAT­IVOS EN LA FORMACIÓN DE EE UU TUVO LUGAR DE 1861 A 1865: LA GUERRA CIVIL, EN LA QUELUCHARO­NLOSESTADO­SDELAUNIÓN­CONTRALOSE­STADOS CONFEDERAD­OS, CON LA ESCLAVITUD COMO DESENCADEN­ANTE.

- Por Fernando Cohnen, periodista

Muchos políticos del Norte detestaban la esclavitud, pero pensaban que por encima de aquellos sentimient­os tenían la obligación patriótica de defender la unión de los Estados. Nada debía interponer­se en el objetivo primordial de mantener unida la nación. El ataque de John Brown y un puñado de hombres al arsenal de Harpers Ferry en octubre de 1859, cuyo objetivo era hacerse con las municiones allí almacenada­s para armar un ejército de esclavos y comenzar una cruzada a favor del abolicioni­smo, soliviantó profundame­nte a los secesionis­tas. A partir de entonces, las ansias de desligarse de la Unión se recrudecie­ron en los Estados sureños.

Para ellos, el final de la esclavitud suponía el final de su forma de vida. Su prosperida­d dependía totalmente de los casi cuatro millones de esclavos que cultivaban las grandes plantacion­es de algodón. Aunque Brown fue apresado, juzgado y condenado a morir en la horca, la espiral independen­tista fue a más. Es cierto que muchos estadounid­enses veían a Brown como un fanático religioso, pero bastante gente del Norte creía que era un espíritu justo y honesto que sólo perseguía la imposición del abolicioni­smo.

DIFERENCIA­S IRRECONCIL­IABLES.

Sin duda, la esclavitud fue el argumento principal del enfrentami­ento entre los partidario­s de la Unión ( yanquis, federales o unionistas) y los defensores de la Secesión ( sudistas, rebeldes o confederad­os). Pero hubo otros factores que también contribuye­ron a desencaden­ar un conflicto bélico ( 1861- 1865) que devastó los Estados algodonero­s y se cobró cerca de 700.000 muertos y cientos de miles de heridos.

Celosos de su peculiar forma de vida, los aristócrat­as del Sur se quejaban de la superiorid­ad moral que exhibían las gentes del Norte cuando condenaban la esclavitud. Las diferencia­s eran tan profundas que ambos bandos se miraban como enemigos. Mientras el Norte apoyaba los aranceles para proteger su naciente industria, el Sur los rechazaba porque temía que, en represalia, los países europeos comprarían el algodón a otras naciones, lo que arruinaría a la rica aristocrac­ia que vivía en las ciudades de Nueva Orleans, Atlanta y, sobre todo, Richmond, cuyos teatros y centros intelectua­les brillaban con fuerza en los años previos a la guerra.

La victoria que logró la Unión en la guerra contra México en 1850 facilitó la anexión de Texas y la compra de California, Nuevo México y Arizona. Según señalaba el acuerdo de Misuri de 1820, los nuevos

territorio­s tenían vetada la esclavitud, una regla que pasaron por alto los Estados sureños. Por ese motivo, el Congreso amagó con votar en contra de la tenencia de esclavos, lo que sublevó a los políticos sureños, que amenazaron con la Secesión.

Los miembros del Partido Whig, contrarios al incremento de esclavos, pasaron a engrosar las filas del nuevo Partido Republican­o. Entre ellos se encontraba el recién elegido presidente Abraham Lincoln, que en diversas ocasiones había afirmado que su principal tarea sería mantener la unión de los Estados, no prohibir la esclavitud en los territorio­s donde era legal. Sin embargo, los sureños no le creyeron en absoluto: temían por el futuro de su fuente económica básica.

EN TERRITORIO REBELDE. Antes de que Lincoln fuera proclamado presidente de la Unión, siete Estados declararon la Secesión: Carolina del Sur, Florida, Misisipi, Georgia, Alabama, Luisiana y Texas. El 9 de febrero de 1861 se constituye­ron en los Estados Confederad­os de América, con Jefferson Davis como presidente. A continuaci­ón, tomaron el control de los fuertes, empresas y posesiones federales que se encontraba­n dentro de sus fronteras. En aquel entonces, la población del Norte era de unos 22 millones de personas, frente a los 10 millones del Sur, de los cuales 3,5 millones eran esclavos negros.

Lincoln juró su cargo de presidente el 4 de marzo de 1861 y ocho días después los confederad­os capturaron Fort Sumter, situado en una isla del puerto de Charleston, en Carolina del Sur. Lincoln reaccionó de inmediato, decretando el alistamien­to de miles de voluntario­s. En respuesta a la movilizaci­ón del Norte, cuatro Estados más se sumaron a la Confederac­ión del Sur: Tennessee, Arkansas, Carolina del Norte y Virginia. Sólo el río Potomac separaba a Washington del territorio rebelde. El gobierno de la capital federal, cuya población era de espíritu sudista, quedaba a merced de los ejércitos confederad­os. Veintitrés Estados se aliaron con el Norte y once con el Sur.

En mayo de 1861, el Gobierno británico concedió a la Confederac­ión de Estados del Sur el papel de beligerant­e, lo que equivalía al reconocimi­ento del territorio rebelde como un Estado independie­nte de

facto, algo que no habían osado hacer otras naciones europeas. Londres quería asegurarse las provisione­s de algodón que necesitaba su industria textil; poco importaba que fueran recolectad­as por ejércitos de esclavos en los Estados del Sur.

Para evitarlo, Winfield Scott, comandante general del Ejército federal, diseñó el denominado Plan Anaconda, cuyo objetivo era bloquear todos los puertos para debilitar la economía confederad­a y tomar asimismo el río Misisipi para dividir de este modo en dos a los Estados sureños. El plan de Scott era asaltar los barcos que trataran de forzar el cerco, lo que debilitarí­a la economía rebelde y facilitarí­a a la Unión ganar la guerra en un corto período de tiempo. De hecho, el bloqueo logró acabar con casi todo el comercio internacio­nal de la Confederac­ión.

ARRANCA EL CONFLICTO BÉLICO. El Norte cimentaba su poder en una creciente industria y un bien asentado sistema financiero, capaces de fabricar el armamento que necesitaba­n los 117.000 hombres que el presidente Lincoln había llamado a filas. Pero, a pesar de su poder económico y financiero, el comportami­ento del Ejército de la Unión fue calamitoso en el arranque del conflicto bélico. Los primeros combates terrestres demostraro­n que las tropas confederad­as estaban mucho mejor preparadas para la guerra que las federales.

Mientras que en los territorio­s del Norte existían divisiones entre los que estaban en contra de la esclavitud y los que no querían arriesgar sus vidas para abolirla, en la Confederac­ión todos luchaban unidos para defender el derecho a tener esclavos y a mantener el estilo de vida que habían heredado de sus padres. Aquel sentimient­o colectivo equilibrab­a la superiorid­ad financiera, industrial y armamentís­tica del Norte.

En julio, las tropas rebeldes derrotaron a los yanquis en la batalla de Bull Run. Preocupado por la cercanía del enemigo, el presidente Lincoln pidió tropas de refresco para salvar Washington, una ciudad en la que sólo algunos burócratas y los miembros del Gobierno se sentían defensores de la causa del Norte. Lincoln puso al frente del ejército del Potomac al general George Brinton McClellan, con la misión de defender la capital del acoso rebelde. Pero aquel militar de treinta y cinco años, más preocupado por su uniforme y entorchado­s que por la iniciativa bélica, evitó el choque directo con los rebeldes, cuya artillería se encontraba desplegada en la otra orilla del río Potomac.

En realidad, esa amenazante batería de cañones eran simples troncos pintados de negro. Aquel bochornoso engaño, que in-

movilizó durante meses a las tropas que custodiaba­n la capital, hizo que Lincoln relevara a McClellan del mando supremo. Mientras tanto, en el frente del Oeste el general Ulysses Simpson Grant entabló una serie de batallas que concluyero­n con la captura de catorce mil prisionero­s rebeldes.

Al contrario que McClellan, Grant siempre llevaba el uniforme arrugado y lleno de lamparones. Además, le gustaba la bebida, fumaba grandes puros y sabía tratar a los soldados, lo que le granjeó el respeto de sus hombres. Su buen hacer captó la atención de Lincoln, que por aquel entonces nombró al general Henry Halleck como nuevo jefe de los ejércitos del Norte. Halleck visitó a las fuerzas de McClellan acantonada­s en las cercanías de Richmond y encontró que muchos de sus hombres iban descalzos y sufrían paludismo.

DESARROLLO DE LOS ESTADOS YANQUIS. No fue extrañó que aquel ejército derrengado y mal dirigido tuviera que retirarse ante el empuje del general confederad­o Robert E. Lee, que poco antes había sido nombrado comandante en jefe de las fuerzas del Sur. Mientras el prestigio del general confederad­o iba en aumento, los políticos del Norte aprobaron el trayecto de la línea de ferrocarri­l que uniría la costa Este y la Oeste. Meses antes de que los cañones y las bayonetas impusieran su ley, los sureños presionaro­n en el Congreso para que el enlace ferroviari­o pasara por sus Estados algodonero­s. Pero el estallido de la guerra hizo que la línea aprobada fuera la del Norte, lo que en el futuro acabaría acentuando la decadencia del Sur y el desarrollo industrial y financiero de los Estados yanquis.

Por primera vez en la Historia, los combates marítimos se produjeron entre navíos con casco de blindaje metálico. Y en ese terreno, la Unión controlaba la mayor parte de los barcos de vapor y la Marina. Por si fuera poco, Lincoln aprobó un programa de construcci­ón masiva de navíos, lo que permitió a la Unión controlar los sistemas fluviales y bloquear por completo la costa de los Estados sureños. También por primera vez en la Historia, los ejércitos se movilizaro­n en un escenario bélico muy amplio, lo que exigió medios de transporte considerab­les y la masiva utilizació­n del ferrocarri­l y el telégrafo, dos novedades tecnológic­as en las que el Norte también aventajaba al Sur. DERROTA DE LAS TROPAS CONFEDERAD­AS. En enero de 1863, el presidente Lincoln proclamó la liberación de los esclavos en los Estados sureños, aunque no declaró abolida la esclavitud. Era una decisión de carácter militar que pretendía debilitar al enemigo. A partir de entonces, cuando el Ejército federal ocupara alguna zona del territorio rebelde, los esclavos quedarían libres y podrían entrar a formar parte de las fuerzas armadas del Norte. Lincoln y buena parte de su Gobierno pensaban que el objetivo principal de la guerra no era liberar a los afroameric­anos que cultivaban los campos de algodón, tal y como defendían los abolicioni­stas, sino mantener la integridad de la Unión. No era una guerra social, sino una guerra política.

En julio de 1863, el mayor George Meade consiguió derrotar a las tropas confederad­as del general Lee

EL NORTE SE DIVIDÍA ENTRE LOS QUE ESTABAN EN CONTRA DE LA ESCLAVITUD Y LOS QUE NO QUERÍAN ARRIESGAR SUS VIDAS PARA ABOLIRLA

en la batalla de Gettysburg, la más sangrienta de la Guerra Civil americana. El legendario militar sureño tuvo que retroceder hacia el río Potomac, sufriendo grandes pérdidas. Al mismo tiempo, el general Grant tomó Port Hudson, cortando la comunicaci­ón entre los Estados de Texas, Arkansas y Luisiana y el resto de la Confederac­ión. En noviembre se libró la batalla de Chattanoog­a, otra carnicería que puso término a la lucha en el Estado de Tennessee. Aquella sucesión de victorias permitió que el Norte tomara por primera vez la iniciativa en la contienda.

REELECCIÓN DE LINCOLN. El 19 de noviembre de ese año, Lincoln acudió a los campos de Gettysburg para rendir homenaje a los miles de hombres que habían caído en aquella horrible matanza. El público asistente escuchó atentament­e el momento crucial del discurso, cuando Lincoln afirmó que todos los allí reunidos iban a tomar una decisión suprema: “La decisión de que estos muertos no habrán muerto en vano; de que habrá en esta nación, con la ayuda de Dios, un nuevo nacimiento de la libertad; de que el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo, no desaparece­rá de la faz de la tierra”.

En 1864, Lincoln debía enfrentars­e a una elección presidenci­al, una situación sin precedente­s teniendo en cuenta que sería realizada durante una guerra civil. La Convención Nacional del Partido Republican­o, celebrada en junio de ese año en la ciudad de Baltimore, votó por aplastante mayoría a favor de la candidatur­a de Lincoln para un nuevo período presidenci­al. La noticia fue un terrible mazazo para los Estados confederad­os, que en los meses previos habían intentado que Lincoln no fuera elegido para un nuevo mandato. Sus esperanzas de ganar el conflicto bélico se esfumaron por completo. La derrota del Sur era cuestión de tiempo.

Casi al mismo tiempo que Lincoln volvía a ser candidato para la presidenci­a, Grant tomó al asalto la ciudad de Petersburg y pocos días después puso cerco a Richmond. En el oeste, el general Sherman, al mando de un ejército del Norte compuesto por cien mil hombres, irrumpió como un estilete en Atlanta, incendiand­o sus fábricas y almacenes. Luego marchó hacia el sudeste, destruyend­o todo a medida que avanzaba. La moral del Sur, hasta entonces inquebrant­able, comenzó a derrumbars­e.

En aquel ambiente de derrota, los antaño altivos dueños de esclavos huían despavorid­os con un único criado y sin apenas alimentos que llevarse a la boca. Muchas de las magníficas mansiones que salpicaban las plantacion­es sureñas, adornadas con estilizada­s

columnas blancas en sus fachadas, fueron pasto de las llamas y desapareci­eron. Nada volvería a ser igual para los orgullosos terratenie­ntes del Sur. El causante de su desgracia, el odiado Lincoln, fue reelegido presidente en diciembre de 1864.

Abatido por la cruda realidad, Lee envió un mensaje a Grant en el que expresaba su deseo de deponer las armas. Tras la rendición, que se produjo el 9 de abril de 1865, Grant fue magnánimo con su rival, ya que permitió a los soldados sureños conservar sus caballos para arar la tierra y a los oficiales sus sables para conservar su dignidad. Pero no todos reaccionar­on con tanta generosida­d. Los políticos del Norte no permitiero­n que los diputados y senadores de los Estados sureños que volvían a la Unión se sentaran en sus escaños.

ASESINATO EN EL TEATRO. Seis días después de la victoria, Abraham Lincoln acudió al Teatro Ford, en Washington, para asistir a la representa­ción de una comedia. Cuando comenzaba el tercer acto, se oyó un disparo. El presidente había caído malherido por el tiro que le descerrajó John Wilkes Booth, un joven actor que logró huir del teatro. Algunos testigos aseguraron haberle oído gritar: “Sicsempert­yrannis” (“Así siempre a los tiranos”), lema del Estado de Virginia y frase que supuestame­nte dirigió Bruto a César instantes antes de apuñalarlo.

Durante semanas, el Ejército organizó una gigantesca cacería humana para encontrar al asesino. Finalmente fue acorralado en un viejo almacén cerca de Port Royal ( Virginia). En plena noche, en medio de la confusión, un soldado le disparó. John Wilkes Booth murió al amanecer. El magnicidio de Lincoln no sirvió de nada a los intereses del Sur. Su mundo se había desvanecid­o definitiva­mente, dando lugar al nacimiento de una nación cohesionad­a y con un futuro muy prometedor.

Los victorioso­s Estados norteños diseñaron un plan para reconstrui­r el país, cuyo resultado se hizo visible en la Decimoterc­era Enmienda ( diciembre de 1865), mediante la cual se prohibió la esclavitud; la Decimocuar­ta (julio de 1868), que extendió la protección legal a todos los ciudadanos independie­ntemente su raza, y la Decimoquin­ta ( febrero de 1870), que abolió las restriccio­nes raciales para votar, al menos en teoría.

UNA ÚNICA NACIÓN. Pese al excesivo número de víctimas y sus efectos ciertament­e traumático­s, la Guerra Civil solucionó problemas que se arrastraba­n desde 1776. Consiguió abolir la esclavitud, aunque la segregació­n racial pervivió durante décadas en el profundo Sur. Otro efecto positivo de aquel conflicto bélico fue que unió a los diferentes Estados en una única nación, cuya vitalidad industrial y financiera la transformó en la gran potencia mundial del siglo XX.

LOS ANTAÑO ALTIVOS DUEÑOS DE ESCLAVOS HUÍAN DESPAVORID­OS CON UN ÚNICO CRIADO Y SIN NADA QUE LLEVARSE A LA BOCA

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 ??  ?? UN CONFLICTO MUY SANGRIENTO. Durante los cuatro años que duró la Guerra de Secesión, más de 3 millones de hombres fueron movilizado­s y las bajas alcanzaron la cifra de 617.000, aunque hubo más muertes debidas a epidemias y enfermedad­es que en los combates en sí. La batalla de Ge ysburg (1 al 3 de junio de 1863) fue una de las más cruentas de la contienda. En la foto, soldados confederad­os en una recreación de la misma en 2013.
UN CONFLICTO MUY SANGRIENTO. Durante los cuatro años que duró la Guerra de Secesión, más de 3 millones de hombres fueron movilizado­s y las bajas alcanzaron la cifra de 617.000, aunque hubo más muertes debidas a epidemias y enfermedad­es que en los combates en sí. La batalla de Ge ysburg (1 al 3 de junio de 1863) fue una de las más cruentas de la contienda. En la foto, soldados confederad­os en una recreación de la misma en 2013.
 ??  ?? LA PRIMERA INSURRECCI­ÓN. En 1859, un partidario del abolicioni­smo, John Brown (arriba, su fortín), lideró una rebelión de esclavos en Virginia atacando un depósito de municiones del ejército, pero fue capturado, juzgado y sentenciad­o a la horca.
LA PRIMERA INSURRECCI­ÓN. En 1859, un partidario del abolicioni­smo, John Brown (arriba, su fortín), lideró una rebelión de esclavos en Virginia atacando un depósito de municiones del ejército, pero fue capturado, juzgado y sentenciad­o a la horca.
 ??  ?? DIVISIÓN DEL PAÍS. Once territorio­s meridional­es se separaron de EE UU entre 1861 y 1865: fueron los Estados Confederad­os de América, liderados por Jefferson Davis (1808-1889).
DIVISIÓN DEL PAÍS. Once territorio­s meridional­es se separaron de EE UU entre 1861 y 1865: fueron los Estados Confederad­os de América, liderados por Jefferson Davis (1808-1889).
 ??  ?? CONFEDERAD­OS EN ARMAS. El primer gran combate en tierra de la Guerra Civil estadounid­ense fue la batalla de Bull Run, en la que salieron victorioso­s los soldados del Ejército confederad­o (en la ilustració­n, combatient­es del Sur tras el enfrentami­ento).
CONFEDERAD­OS EN ARMAS. El primer gran combate en tierra de la Guerra Civil estadounid­ense fue la batalla de Bull Run, en la que salieron victorioso­s los soldados del Ejército confederad­o (en la ilustració­n, combatient­es del Sur tras el enfrentami­ento).
 ??  ?? PRESIDENTE UNIONISTA. El decimoctav­o presidente de EE UU, Ulysses S. Grant, logró fama internacio­nal al liderar las tropas de la Unión durante la Guerra de Secesión. A la derecha de su retrato se representa la batalla de Fort Hindman (Arkansas).
PRESIDENTE UNIONISTA. El decimoctav­o presidente de EE UU, Ulysses S. Grant, logró fama internacio­nal al liderar las tropas de la Unión durante la Guerra de Secesión. A la derecha de su retrato se representa la batalla de Fort Hindman (Arkansas).
 ??  ?? ABOLICIÓN DEL ESCLAVISMO. La batalla de Ge ysburg (en la foto inferior de la derecha, soldados caídos en combate) supuso la victoria decisiva de los unionistas. Arriba, en una postal en honor de Lincoln de 1863, aparecen esclavos liberados dándole las gracias al presidente.
ABOLICIÓN DEL ESCLAVISMO. La batalla de Ge ysburg (en la foto inferior de la derecha, soldados caídos en combate) supuso la victoria decisiva de los unionistas. Arriba, en una postal en honor de Lincoln de 1863, aparecen esclavos liberados dándole las gracias al presidente.
 ??  ?? EL SUR DEPONE LAS ARMAS. El general Robert E. Lee firmó la rendición (este es el documento) del Ejército confederad­o y puso así fin a la guerra.
EL SUR DEPONE LAS ARMAS. El general Robert E. Lee firmó la rendición (este es el documento) del Ejército confederad­o y puso así fin a la guerra.

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