Muy Historia

SUPERVIVIE­NTE

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El militarism­o aprovechó la tradición japonesa, que veía en la figura del Emperador a un Dios, para reforzarla en beneficio del Estado, bajo el control de los altos mandos del Ejército. Así, se organizó y sistematiz­ó la educación para hacer de los jóvenes los samuráis del siglo XX, capaces de dar la vida por la patria y el Emperador. Para finales de 1944, el Jusshi

Reisho– Sacrificio de la vida– era, para los niños y jóvenes japoneses, el fin supremo de la existencia.

Todos fueron voluntario­s. La mayoría de ellos había nacido a finales del período Taisho (19121926) o en los dos o tres primeros años del período Showa –instaurado con la entronizac­ión del emperador Hirohito–. Uno de esos jóvenes entregados a la causa fue Hisashi Tezuka (en la foto, durante una entrevista en 2015, sostiene en la mano una imagen suya de 1945). Reclutado durante su etapa universita­ria, cuando se le puso delante el formulario de inscripció­n militar indicó: “Me uniré”. Fue admitido y entrenado para dar la vida por el Emperador, que el 15 de agosto de 1945 se la salvaría con un discurso por radio en el que daba por finalizada la guerra.

Según el propio Tezuka, el hecho de que siga vivo se debe a la velocidad a la que iba el tren que lo debía llevar a su última misión como kamikaze: si hubiera realizado el trayecto en avión, habría llegado antes de que terminara la contienda.

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