Cartas desde el infierno
Se estima que entre cinco y siete mil pilotos kamikazes murieron en acciones suicidas durante la guerra. La práctica totalidad de ellos dejó “testamento” antes de emprender su último vuelo, en forma de poemas y cartas. La mayoría de estas cartas están dirigidas a los padres, ya que raramente los pilotos suicidas estaban casados (aunque hay excepciones, como Yukio Seki). Habitualmente es la madre el objeto de las palabras más sentidas y cariñosas por parte del kamikaze, que en líneas generales muestra su convencimiento de que su sacrificio no será en balde y servirá para garantizar a los suyos y a sus compatriotas un futuro mejor. Algunos exhiben un entusiasmo rayano en el fanatismo. “Felicitadme. Me han ofrecido una espléndida oportunidad para morir”, escribe a sus padres el teniente Isao Masuo. “El destino de nuestra madre patria depende de la decisiva batalla en los mares del Sur, donde caeré como lo hacen las flores de los cerezos lozanos”, añade. Otros manifiestan un estado de ánimo mucho más acorde con el dramatismo de la situación. El teniente Motohisa Uemura se acuerda de su hija antes de volar, con estas líneas: “Llevo en el avión la muñeca que tanto te gustaba cuando eras un bebé. De esta forma, estarás conmigo hasta el último momento. Sólo quería que lo supieras”. Por su parte, el teniente Teruo Yamaguchi deja entrever su pesar de la siguiente manera: “Una vez que recibí la orden de cumplir mi misión sin retorno, mi único deseo ha sido tener éxito en esta última tarea. A pesar de ello, no puedo evitar un fuerte sentimiento de apego a esta hermosa tierra que es Japón. ¿Es una debilidad por mi parte?”.