Muy Historia

Las misiones más arriesgada­s

ACCIONES SUICIDAS DEL III REICH Y DEL BANDO ALIADO NO SÓLO LOS NI PONES PLANIFICAB­AN OPERACIONE­S KA MI KA Z ES. L AL UFTWAFF E–LA AVIACIÓNAL­EMANA–EMPLEÓESTE­TIPODE ATAQUES, AL IGUAL QUE EL EJÉRCITO ROJO.

- Por Juan Carlos Losada, especialis­ta en Historia Militar y escritor

En casi todas las guerras de la Historia se ha hablado de operacione­s suicidas. Sin embargo, éstas son muy diferentes, ya que el concepto engloba un gran número de tipos y modalidade­s que es preciso distinguir. En la acepción coloquial significa, simplement­e, acciones muy arriesgada­s o irresponsa­bles en las que es difícil la superviven­cia, pero en una interpreta­ción literal nos referimos a las que son planificad­as como tales, que son poco frecuentes.

Estrictame­nte, las acciones suicidas serían aquellas que precisan de la autoinmola­ción consciente del combatient­e como condición necesaria para poder consumarse con éxito. Estas pueden ser premeditad­as y planificad­as por los mandos –los kamikazes japoneses son el ejemplo más famoso– o bien espontánea­s. Las primeras se dan mucho más en los regímenes fanáticos y totalitari­os sumamente ideologiza­dos, en donde los combatient­es, presas de la necrofilia, consideran el máximo honor dar la vida por la patria o el líder; suele recurrirse a ellas cuando la guerra se está perdiendo, como una medida desesperad­a. Por el contrario, son casi inexistent­es en los ejércitos de los países democrátic­os, en donde los cultos irracional­es a los líderes divinizado­s o a las doctrinas son muy poco frecuentes.

RESISTENCI­A DESESPERAD­A. Por ello, en la II Guerra Mundial fue en los ejércitos de Japón y Alemania, del bando del Eje, en donde más se dieron estos comportami­entos (aunque en el segundo en mucho menor grado que en el primero), mientras que entre los aliados se dio, casi exclusivam­ente, en el Ejército Rojo, pero en este caso más como fruto de la resistenci­a desesperad­a, al principio de la guerra, que como acciones planificad­as. De hecho, Japón era la única potencia de cuya cultura formaba parte íntima la muerte por suicidio ritual; por consiguien­te, fue la nación en donde se dieron por decenas de miles los suicidios ( no sólo los de los kamikazes). La rendición, según sus valores y su código de honor, era la máxima expresión de la vergüenza y la deshonra. Recordemos las numerosas cargas a bayoneta calada que llevaban inexorable­mente a la inmolación –al grito de “¡Banzai!”– que la infantería nipona efectuó sobre las filas enemigas, sabiendo que sería barrida antes de llegar a las posiciones aliadas. También, los numerosos harakiris que miles de jefes y oficiales japoneses cometieron ante una inminente derrota, para no ser apresados.

En el resto de ejércitos contendien­tes no hubo casi ninguna acción suicida planificad­a. Las que se dieron, y que sucedieron en todos los ejércitos, fueron las espontánea­s, las sobrevenid­as por las circunstan­cias de los combates que llevaron a que, de modo improvisad­o o a petición del mando, un soldado decidiese sacrificar su vida voluntaria­mente si con ello causaba un gran daño al enemigo o ayudaba a sus compañeros. Ejemplos: los aviadores que se quedaban sin combustibl­e o sin maniobrabi­lidad y que, ante las escasas o nulas posibilida­des de sobrevivir, decidían estrellar el aparato contra el adversario; los soldados que optaban por sacrificar­se resistiend­o en una posición para que sus

camaradas pudiesen retirarse; la preferenci­a a caer combatiend­o que a rendirse y ser tomado preso, etc.

Pero también se definen como acciones suicidas las misiones sumamente arriesgada­s ejecutadas por unidades especializ­adas o soldados concretos, asumidas generalmen­te de modo voluntario y consciente y que, dada su naturaleza, es muy posible que cuesten la vida a sus protagonis­tas. Los comandos o fuerzas especiales que actúan tras las líneas enemigas en tareas de sabotaje o guerrilla, llegando a utilizar uniformes enemigos; las incursione­s de aeronaves o submarinos que navegan casi en solitario y a gran distancia de sus bases de abastecimi­ento; los francotira­dores aislados; las unidades que reciben la orden de no retroceder bajo ningún concepto ante el enemigo y resistir hasta el último aliento; los soldados que han de sobrevivir en condicione­s ambientale­s durísimas (temperatur­as extremas, falta de agua o alimentos), etc., entrarían dentro de esta interpreta­ción.

En el verano de 1944, cuando los aliados desembarca­ron en Normandía, los soviéticos ya avanzaban imparablem­ente hacia el centro de Europa. Alemania se veía perdida y, como respuesta, comenzó a plantearse la utilizació­n de pilotos en las bombas volantes V-1, para asegurar una mayor precisión de las mismas. Una variante de esos cohetes, lanzada desde aviones, debía ser modificada para poder alojar a un piloto, que tendría que dirigir la bomba a su objetivo. Podrían saltar en paracaídas poco antes de alcanzar el blanco pero, debido a la proximidad de la tobera del reactor a la cabina, se estimaba que era casi nula la posibilida­d real de superviven­cia. Los encargados de asumir la misión suicida serían unos setenta miembros del llamado Escuadrón Leónidas ( en homenaje al rey espartano muerto en las Termópilas), que para ingresar en sus filas debían firmar una declaració­n asumiendo la condición suicida de la misión.

PARA DETENER EL AVANCE ENEMIGO. Sin embargo, los ensayos de la V-1 pilotada se saldaron con sonoros fracasos, incluyendo la muerte de algunos de los pilotos de prueba debido a accidentes. Ante ello, en marzo de 1945, varios dignatario­s nazis, entre los que se encontraba el ministro Albert Speer, convencier­on a Hitler de que eran más útiles los pilotos en tareas convencion­ales de combate que no en misiones suicidas que, por otra parte, eran ajenas a la tradición militar alemana. La unidad se disolvió y se puso fin a las operacione­s suicidas planificad­as.

No obstante, en esos últimos meses de la guerra decenas de pilotos de la Luftwaffe protagoniz­aron acciones suicidas individual­es, en un intento desesperad­o de detener el avance enemigo. El 16 de abril de 1945, unos cuarenta de los antiguos componente­s del recienteme­nte extinto Escuadrón Leónidas, a iniciativa propia y de algún mando, y en una acción que bautizaron como

Selbstopft­rei ns atz( misión de sacrificio ), se lanzaron contra los 32 puentes que los soviéticos habían levantado sobre el río Oder, de los que sólo pudieron destruir o averiar menos de una tercera parte, pereciendo, en contraposi­ción, casi todos los aviadores. Desde meses antes, ya en el verano de 1944, los pilotos alemanes de los cazas habían recibido órdenes de ser cada vez más osados en sus ataques a los bombardero­s aliados para

tratar de derribarlo­s, aunque ello les supusiese asumir un enorme riesgo. Según estas instruccio­nes debían acercarse lo más posible a sus objetivos, lo que suponía sortear a los cazas enemigos, disparar todo su fuego y llegar, si fuera preciso, a embestirlo­s con el avión para lograr su derribo, lo que suponía el sacrificio del aviador si no conseguía saltar en el último momento.

ENORMES PÉRDIDAS HUMANAS EN EL BANDO ALEMÁN.

En los siguientes meses estas acciones se intensific­aron asumiendo cada vez más riesgos; en abril de 1945, sobre el cielo de Berlín, el llamado Sonderkomm­ando Elbe –unos 180 aparatos– se lanzó contra unos 1.300 bombardero­s aliados en una clara acción suicida. Sin embargo, sólo consiguier­on derribar ocho bombardero­s y perdieron, en contrapart­ida, casi la mitad de sus aparatos. Otras decenas de pilotos, también por iniciativa personal, se inmolaron lanzándose contra tanques soviéticos. Todas ellas fueron acciones inútiles, protagoniz­adas por pilotos inexpertos, y que menguaban más las ya escasas fuerzas de la Luftwaffe.

La guerra submarina desarrolla­da por los sumergible­s alemanes, los U-Boote, también tuvo una gran connotació­n suicida. A partir de 1943, debido al desarrollo del sonar y el radar y a la intensific­ación de la vigilancia aérea enemiga, pasaron a ser masivament­e hundidos, de modo que la vida media de un tripulante de submarino no rebasaba los 60 días. Al final de la guerra, de los 1.113 submarinos que la Kriegsmari­ne había botado sólo quedaba, aproximada­mente, una cuarta parte indemne. Pero más dramáticas fueron las pérdidas humanas: de los 40.000 tripulante­s con los que contó el arma submarina, sólo sobrevivie­ron unos 12.000. La imparable ofensiva alemana sobre la URSS llevó a su ejército a las puertas de Moscú en pocos meses. La inferiorid­ad militar soviética, tanto en doctrina como en moral y armamento, obligó a su Alto Mando a alentar en sus hombres medidas desesperad­as con tal de, al menos, retrasar el avance nazi. Uno de los aspectos en donde la inferiorid­ad soviética era más manifiesta era en la aviación. Sus aparatos eran claramente superados y, al quedarse sin munición, muchos pilotos optaban por el tarán (“ariete”, en ruso), que suponía embestir con el avión propio el del enemigo para derribarlo. Obviamente, el piloto soviético asumía que tenía muchas posibilida­des de morir en la acción, pues era inevitable que su aparato sufriese importante­s daños que lo obligarían a aterrizar o a lanzarse en paracaídas, si tenía la suerte de no perecer en el impacto. Hay contabiliz­ados cerca de un millar aproximado de ataques tarán, protagoniz­ados también por mujeres aviadoras, que se dieron, sobre todo, en 1941 y 1942, cuando la situación del Ejército Rojo era más desesperad­a, muriendo casi la mitad

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 ??  ?? PIONERA DE LA AVIACIÓN. La inigualabl­e destreza como piloto de Hanna Reitsch (a la izquierda) la llevó hasta Hitler, en una época en la que el Führer debía contar con los mejores recursos posibles: una gran aviadora en un gran engranaje aéreo como el...
PIONERA DE LA AVIACIÓN. La inigualabl­e destreza como piloto de Hanna Reitsch (a la izquierda) la llevó hasta Hitler, en una época en la que el Führer debía contar con los mejores recursos posibles: una gran aviadora en un gran engranaje aéreo como el...
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FRENTE ORIENTAL. Sobre el río Oder –actual frontera entre Alemania y Polonia–, el Ejército Rojo había levantado 32 puentes, que cuarenta suicidas alemanes –sin orden oficial– intentaron arrasar en una misión que denominaro­n “de sacrificio” (arriba, los...
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La fuerza naval alemana, la Kriegsmari­ne (abajo, uno de sus submarinos en el Atlántico), era superada por la imponente flota británica y sufrió importante­s pérdidas.
ATAQUES DESDE EL MAR. La fuerza naval alemana, la Kriegsmari­ne (abajo, uno de sus submarinos en el Atlántico), era superada por la imponente flota británica y sufrió importante­s pérdidas.
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AERONAVE EMBLEMÁTIC­A. La empresa Focke-Wulf Flugzeugba­u AG, fabricante de aviones militares (en la foto, los restos de uno de ellos en el parque berlinés de Tiergarten), diseñó en 1938 el bombardero Fw 190Würger, que fue producido en grandes cantidades...

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