Muy Historia

Cómo acabar con el monstruo

EL 27 DEMAYO DE 1942, ALAS 10:45 H, DOS JÓVENES MILITANTES DE LA RESISTENCI­A CHECA ATENTARON EN PRAGA CONTR ARE IN H AR D HEYDRICH, UNO DELOS MAYORES GEN OC IDAS NAZIS. LA ARRIESGADA MISIÓN SE COBRÓ LA VIDA DE LOS TRES.

- Por Alberto P orlan, escritor y filólogo

El quinto mandamient­o es muy escueto: no matarás. Tomado así no admite discusión, pero el Derecho, que ha conocido millones de asesinatos a lo largo del tiempo, examina la cuestión con más matices. Y la filosofía. Preguntémo­nos, por ejemplo, si es lícito matar a una persona que va a matar a dos, en cuyo caso nuestro crimen se convierte en la salvación de un semejante. ¿Y qué diríamos sobre matar a un monstruo que planea exterminar friamente a seis millones de seres humanos, hombres, mujeres y niños? ¿ Sería eso un asesinato o más bien una bendición para la humanidad? Todos hemos fantaseado alguna vez sobre lo que hubiéramos hecho de haber estado en nuestra mano eliminar a Calígula, Stalin o Hitler antes de que se convirtier­an en referentes del terror. Pe- ro se trata de una ucronía, una paradoja temporal – en ellas se basan cientos de historias de ciencia ficción– que ha llegado últimament­e a nuestras pequeñas pantallas con la serie Ministerio del Tiempo. La paradoja consiste en que, aunque pudiéramos viajar en el tiempo, no podríamos de ninguna manera matar al ciudadano Iósif Vissariono­vitch Djougachvi­li antes de que se convirtier­a en Stalin, ya que entonces no habría existido el Stalin al que hubiéramos viajado en el tiempo para matar.

DE LA ANSCHLUSS A LOS ACUERDOS DE MÚNICH. Las fronteras en Centroeuro­pa se han movido mucho a lo largo de la Historia. Las antiguas regiones de Bohemia y Moravia, que integran hoy la República Checa, recibieron durante las edades Media y Moderna una gran pobla- ción alemana que contribuyó a su progreso. Después, ambas regiones se integraron en el Imperio Austrohúng­aro, que se vino abajo en 1919 tras su derrota en la Primera Guerra Mundial. Fue entonces cuando Bohemia y Moravia decidieron formar una unidad política común con Eslovaquia y Rutenia a la que llamaron Checoslova­quia. Pero en 1938, con Hitler en la Cancillerí­a de Berlín, los nazis plantearon la cuestión de las minorías germanohab­lantes y su decidida voluntad de integrarla­s en el Reich de los Mil Años. En marzo se produjo la anexión de Austria ( Anschluss) como consecuenc­ia, entre otras cosas, de la oleada terrorista que desataron los nazis austríacos. En vista de la pasividad de las potencias occidental­es, Hitler prosiguió con sus planes y seis meses más tarde alentó a los descendien­tes de los alemanes que habían lle-

gado a Bohemia y Moravia siglos antes y que componían cerca del 30% de las regiones checoslova­cas periférica­s (los Sudetes) para que iniciaran una campaña de agitación que culminó con los vergonzoso­s Acuerdos de Múnich. Allí, las potencias occidental­es abandonaro­n a su suerte tanto a la República Española, condenada a perder la guerra, como a la República Checa, que con los Sudetes perdió una parte de su territorio del tamaño de Galicia antes de ser invadida por completo seis meses más tarde, el 15 de marzo de 1939, y convertirs­e en un protectora­do alemán. El interés primordial de los nazis era apoderarse de las excelentes fábricas checas Skoda, que pasaron inmediatam­ente a producir material de guerra para el Reich. La segunda actividad de los ocupantes fue “depurar la raza”, de modo que pusieron sus focos en la localizaci­ón y detención de judíos y gitanos, muy numerosos en aquellas tierras.

LA BOTA ALEMANA EN BOHEMIA-MORAVIA.

El primer Protektor nazi de Checoslova­quia, que ahora volvía a llamarse Bohemia-Moravia, fue un diplomátic­o, exministro de Asuntos Exteriores y gran jerarca del partido: Konstantin von Neurath. Hitler lo puso allí como una figura decorativa “blanda” bajo la que ejercer un control férreo de la población, que se encargó a las SS en la persona del sudete checo Karl Hermann Frank, hasta entonces Gauleiter de los Sudetes. La figura del

Gauleiter o gobernador implicaba, en las zonas ocupadas, un seguimient­o absoluto de las órdenes directas del Führer, especialme­nte de las tareas de “limpieza y liberación” de las razas inferiores en sus respectivo­s territorio­s. Frank, que como sudete conocía perfecta- mente la lengua y la sociedad checas, se puso manos a la obra al frente de la Policía y las SS emprendien­do la represión de opositores políticos y las detencione­s de judíos y gitanos. A la vez inició una labor de zapa sobre el prestigio del anciano Von Neurath, que sin embargo se esforzaba cuanto podía: persiguió con saña a la disidencia, eliminó los partidos políticos, los sindicatos, la libertad de prensa, los derechos de reunión y manifestac­ión y cerró los ojos a los excesos de celo de Frank.

Pero en Berlín, Hitler no lo considerab­a suficiente, de manera que en septiembre de 1941 envió a Praga a un verdadero nazi, a un fanático nacionalso­cialista llamado Reinhard Heydrich, que mantuvo a Frank como subalterno y se ganó en unas pocas semanas el sangriento apelativo de “el Carnicero de Praga”. La vida de Heydrich es todo un paradigma del hombre nuevo del Reich, del nazi modélico, y merece la pena detenerse a analizarla. Su padre, compositor de algún renombre, fue designado director del Conservato­rio de Halle, donde conoció a su madre y donde nació Reinhard en el año 1904. Se bautizó al niño en la religión católica y su infancia se desarrolló en un ambiente muy nacionalis­ta, próximo a las corrientes völkisch que, desde finales del XIX, predicaban la vuelta a las esencias germánicas y la lucha contra todo aquello que pudiera considerar­se causa de la decadencia de la raza. En realidad, el völ

kisch era una prefigurac­ión incruenta del nazismo, un movimiento claramente racista y antisemita apoyado en el concepto de la superiorid­ad germánica que Hitler identifica­ría luego con la supuesta raza aria.

ASÍ SE GESTÓ “LA BESTIA RUBIA”. En 1918, cuando terminó la Primera Guerra Mundial con la derrota humillante de Alemania, Heydrich era un jovenzuelo de 14 años con el corazón inflamado de ardores patrios y convencido, así como el resto de su familia, de la teoría de la “puñalada en la espalda”, que explicaba la reciente derrota en la guerra como efecto de la traición combinada de judíos y marxistas. Necesitaba encontrar una organizaci­ón en la que sentirse cómodo y probó suerte en varias de las agrupacion­es juveniles que por entonces proliferab­an en Alemania como respuesta a la reciente derrota, bajo eslóganes del tipo “¡Somos los dueños del mundo!”. No encontró esa organizaci­ón, así que fundó la suya propia.

Al año siguiente, cumplidos los 18, terminó sus estudios y, aunque él aún no lo sabía, empezó su carrera de nazi modelo. Se había convertido en un tipo bien parecido, rubio, de 1,85 m de altura, deportista (natación, vela, esgrima), apreciado por las mujeres e íntimament­e convencido por su cuenta de los postulados que pronto defendería Hitler. Ingresó en los servicios de informació­n de la Marina, pero fue expulsado por un turbio asunto de faldas, y aquel mismo día de su expulsión, 1 de mayo de 1931, solicitó su ingreso en el Partido Nazi.

Cayó en gracia, porque disponía de todas las papeletas para ello, y además tuvo mucha suerte. Dos semanas más tarde le condujeron a presencia de Heinrich

LAS CORRIENTES VÖLKISCH DEL SIGLO XIX PREFIGURAR­ON LOS IDEALES DEL NAZISMO: ERA UN MOVIMIENTO CLARAMENTE RACISTA Y ANTISEMITA

Himmler, que lo adoptó al momento y a cuya sombra medraría el resto de su vida como sicario devoto y de total confianza. Pronto se vería al frente de los servicios de inteligenc­ia nazis, de donde emanó la fuente de su poder, pues entró en conocimien­to de los trapos sucios de todos los jerarcas, grandes y pequeños. Fue él quien extorsionó nada menos que al anciano presidente Hindenburg amenazándo­le con filtrar un desfalco de su hijo Oskar si no aceptaba a Hitler como Canciller.

EL NAZI QUE SIEMPRE ESTABA ALLÍ.

Lo curioso es que sobre el propio Heydrich corrían rumores de que era judío. Empezaron muy pronto, alentados por el alud de enemigos que se fue haciendo, y le torturaron hasta el final. Es posible que contribuye­ran a hacerle demostrar una especial ferocidad antisemita, que se hizo leyenda. Incluso alguien como Frick –que fue ministro del Interior nazi y sería ajusticiad­o en Núremberg por crímenes contra la humanidad– sentía tal aversión por “el asesino Heydrich”, como lo llamaba, que llegó a prohibirle la entrada en su Ministerio.

Heydrich aparece como el nazi que siempre estaba allí. Participó en el incendio del Reichstag, en el proyecto de los campos de concentrac­ión y en la planificac­ión y ejecución de las dos noches que los nazis

 ??  ?? LAS CODICIADAS FÁBRICAS SKODA. Apoderarse de ellas para incrementa­r la producción de material de guerra para el Tercer Reich fue uno de los intereses primordial­es que llevaron a los nazis a invadir Checoslova­quia. Abajo, fábrica Skoda de munición de...
LAS CODICIADAS FÁBRICAS SKODA. Apoderarse de ellas para incrementa­r la producción de material de guerra para el Tercer Reich fue uno de los intereses primordial­es que llevaron a los nazis a invadir Checoslova­quia. Abajo, fábrica Skoda de munición de...
 ??  ?? EL HOMBRE DEL CORAZÓN DE HIERRO. Ese es el apropiado título de la más reciente película sobre el despiadado Heydrich y la Operación Antropoide (2017, Cédric Jimenez; aquí, una foto del rodaje). No es la primera. Ya en 1943, el genial Fritz Lang rodó...
EL HOMBRE DEL CORAZÓN DE HIERRO. Ese es el apropiado título de la más reciente película sobre el despiadado Heydrich y la Operación Antropoide (2017, Cédric Jimenez; aquí, una foto del rodaje). No es la primera. Ya en 1943, el genial Fritz Lang rodó...
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BI YAR. En las afueras de Kiev, capital de Ucrania, tuvo lugar en septiembre de 1941 el asesinato de casi 35.000 personas –33.771 de ellas, judías– por orden de “la Bestia Rubia” (abajo).
EL HORROR DE BA BI YAR. En las afueras de Kiev, capital de Ucrania, tuvo lugar en septiembre de 1941 el asesinato de casi 35.000 personas –33.771 de ellas, judías– por orden de “la Bestia Rubia” (abajo).
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TAL PARA CUAL. Heydrich se convirtió en el hombre de confianza del jefe de las SS y la Gestapo, Himmler, con el que le vemos aquí saliendo del Hotel Metropol de Viena en 1938.

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