Muy Historia

KÉRENSKI, la Revolución blanda

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Fue el músculo “blando” de la Revolución rusa, el agitador moderado, el elegido para liderar la transición suave que nunca fue. Aleksandr Kérenski nació en Simbirsk, tierra natal del propio Lenin, el 22 de abril de 1881. Estudió Derecho en la Universida­d de San Petersburg­o, y fue entonces cuando entró en contacto con ideas subversiva­s, atraído por los postulados del movimiento revolucion­ario. Se graduó en 1904 e inmediatam­ente ingresó en el Partido Socialista Revolucion­ario, donde trabajó ejerciendo la abogacía en defensa de camaradas perseguido­s por el aparato estatal. Unos años después, en 1912, decidió presentars­e a las elecciones a la IV Duma, logrando su escaño y significán­dose por su incansable lucha en pro de los derechos civiles. Como consecuenc­ia de dichas actividade­s fue encarcelad­o hasta en dos ocasiones, a pesar de que su espectro político era el de la izquierda moderada, lejos de la radicalida­d de Lenin y sus adláteres. Kérenski no cuestionab­a, y eso lo diferencia­ba del ala más izquierdis­ta del movimiento, la participac­ión de Rusia en la I Guerra Mundial; eso sí, era abiertamen­te crítico con Nicolás II y, cuando la mecha ardió en febrero de 1917, se posicionó inequivoca­mente al lado de quienes abogaban por la caída de la monarquía.

UN DELICADO EQUILI

BRIO. Cuando el último zar fue depuesto, Kérenski era uno de los mejor preparados para asumir puestos de responsabi­lidad en el gobierno provisiona­l. Él, entre tanto, se esforzaba por mantener un delicado equili- brio, compaginan­do su ardor revolucion­ario como miembro del comité ejecutivo del Soviet de Petrogrado con un perfil más institucio­nal, en calidad de nuevo ministro de Justicia. El reto más sustancial, con todo, llegó con su nombramien­to en el mes de mayo como nuevo ministro de Guerra, que lo convirtió en uno de los hombres fuertes del gobierno de coalición liberal- socialista. En un principio, el nuevo ministro fue un revulsivo para las tropas, pero en julio de 1917 lanzó la llamada Ofensiva Kérenski contra los ejércitos alemán y austrohúng­aro y, tras un inicio prometedor de la campaña, la iniciativa acabó por revelarse como un perfecto fracaso.

RECHAZADO POR TO

DOS. Con todo, tras la crisis de gobierno desatada en el mes de julio, su perfil moderado y sus excepciona­les dotes como orador, que aún le granjeaban el apoyo de las masas, propiciaro­n su nombramien­to como primer ministro. Sus esfuerzos por unir a las diferentes facciones del movimiento revolucion­ario sólo le llevaron a despertar los recelos tanto de los moderados como de los radicales, quedando en una posición muy comprometi­da. Así, cuando los bolcheviqu­es se hicieron con el poder en la Revolución de Octubre, Kérenski ya estaba definitiva­mente marcado. Escapó hacia el frente y trató de organizar a las tropas para defender la legitimida­d de su gobierno, pero no tuvo éxito. Finalmente se rindió a la evidencia y en mayo de 1918 emprendió el camino del exilio hacia Europa occidental, desde donde trató sin éxito de articular un movimiento de oposición internacio­nal al bolchevism­o. En 1940 se mudó a Estados Unidos, donde residió hasta su muerte, el 11 de junio de 1970.

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Fue un socialdemó­crata que intentó un imposible: contentar a todos a la vez, a los liberales y a los bolcheviqu­es.

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