EL TELÓN DE ACERO SE ABRE
El muro que separó durante 28 años a familiares y amigos y se convirtió en el símbolo de la división de Europa durante la Guerra Fría cayó el 9 de noviembre de 1989. Alemania volvía a ser una sola nación.
La plena libertad para viajar fue la exigencia clave en las gigantescas manifestaciones que estremecieron a la Alemania Democrática semanas antes de que se abriese la “cortina de hierro”. La concesión de esta medida fue asombrosa en un país que había encerrado a sus habitantes tras el Muro de Berlín; alambres de púas, perros guardianes y armas automáticas aguardaban hasta entonces a los que intentaban escapar.
La decisión se adoptó en una tumultosa semana en la que el Partido Comunista, luchando por su supervivencia política, había nombrado a un nuevo Politburó y puesto al Parlamento en camino de convertirse en una moderna cámara legislativa. Tan pronto como se hizo el anuncio, los berlineses orientales empezaron a llegar a los puntos de revisión en pequeños grupos, y más tarde se congregaron multitudes a uno y otro lado que se abrazaron, descorcharon botellas de champán y pidieron que la muralla fuera derribada.
Los ciudadanos de la RDA fueron recibidos con entusiasmo por la población del Oeste. La mayoría de los bares cercanos repartieron cerveza gratis. En la euforia de esa noche, fueron muchos los occidentales que no se resistieron a escalar el Muro.