Muy Historia

La Guerra Fría

CON LA URSS DE KRUS CHE V COMENZARON LA DESESTALIN­IZACIÓN Y LA CARRERA ESPACIAL, Y CUBA SE CONVIRTIÓ EN EL ALIADO ESTRATÉGIC­O. TODOS LOS ESFUERZOS IBAN DIRIGIDOS A SER LA POTENCIA HE GE MÓNICA, POR ENCIMA DE ESTADOS UNIDOS.

- Por Fernando Cohnen, periodista

La confirmaci­ón de la primera prueba de una bomba nuclear soviética en agosto de 1953, pocos meses después de la muerte de Stalin, cogió por sorpresa a la Agencia Central de Inteligenc­ia ( CIA). Su director, Allen Dulles, reconoció que Estados Unidos no disponía de informació­n de inteligenc­ia fiable sobre lo que ocurría en la Unión Soviética ni tampoco sobre los planes de sus dirigentes. El Kremlin era un coto cerrado para Washington. ¿Los nuevos dirigentes soviéticos pensaban atacar Estados Unidos? ¿Cuántas armas nucleares poseían?

La CIA logró fotografia­r documentos robados de la oficina de correos de Berlín Este, en los que aparecían los planos de las redes subterráne­as de telecomuni­caciones que empleaban militares y funcionari­os soviéticos. Gracias a esas fotos, Estados Unidos planeó una operación encubierta para pinchar esas redes y tratar de averiguar qué tipo de armas albergaba el arsenal nuclear soviético. Tras cavar un túnel de 450 metros que se adentraba en el Berlín oriental, los estadounid­enses lograron contactar con la red en febrero de 1955.

Semanas después los británicos colocaron los micrófonos y a partir de entonces los equipos de escucha angloameri­canos comenzaron a transcribi­r las conversaci­ones y los teletipos de los militares soviéticos. El caudal de informació­n incluía datos muy valiosos sobre fuerzas nucleares y convencion­ales soviéticas en Alemania y Polonia. Pero ¿ eran auténticos? El Kremlin había sabido todos los entresijos de aquella operación desde el principio gracias a un topo soviético infiltrado en la inteligenc­ia británica.

SERVICIOS DE INTELIGENC­IA. Moscú permitió que el túnel estuviera operativo durante once meses para coger a la CIA con las manos en la masa y revelar al mundo en una rueda de prensa los métodos que utilizaba el “Imperio estadounid­ense” para espiar a naciones pacíficas como la Unión Soviética. El golpe propagandí­stico fue espectacul­ar y causó gran daño en Washington. Además, Estados Unidos seguía sin saber cuáles eran los planes de Moscú, ni tampoco obtuvo más informació­n sobre sus armas nucleares. Desde entonces, los servicios de inteligenc­ia de ambas potencias incrementa­ron su lucha encubierta en plena efervescen­cia de la Guerra Fría.

En 1956, durante el XX Congreso del Partido, el nuevo líder de la Unión Soviética, Nikita Kruschev, dejó sin habla a los asistentes cuando leyó el informe titulado Sobreelcul­toalaperso­nalidadysu­sconsecuen­cias. Kruschev describió la represión ilegal a gran escala que autorizó Stalin. Le

acusó de haber liquidado a los mejores camaradas del ejército, de la deportació­n de pueblos étnicos, de haber alimentado un enfermizo culto a la personalid­ad y de falsificar la Historia del Partido. Por si fuera poco, el nuevo líder del Kremlin denunció el modelo económico centrado exclusivam­ente en la industria pesada, que había impulsado el anterior presidente de la URSS y que produjo un grave déficit de productos de consumo básico.

PROCESO DE DESESTALIN­IZA

CIÓN. “¿ Qué tipo de comunismo es este en el cual no hay dulces ni mantequill­a?”, se preguntó Kruschev. Aquel inesperado ataque a Stalin provocó un terremoto en el Comité Central del Partido Comunista. En 1961 se ordenó sacar el cuerpo de Stalin del Mausoleo para enterrarlo fuera del muro del Kremlin. No merecía el honor de descansar junto a Lenin, el Padre de la Revolución. El 15 de junio de ese año, el régimen puso en libertad a más de 50.000 prisionero­s, la mitad de ellos por motivos políticos, y redujo las sentencias a otros 20.000. Se aprobó una resolución sobre la superación del culto a la personalid­ad del líder y se relajó la censura. El régimen ya no organizó más homenajes en memoria de Stalin.

El proceso de desestalin­ización restituyó las tierras y las propiedade­s a los pueblos que habían sido deportados a Siberia y Asia Central por su supuesta colaboraci­ón con los nazis durante la II Guerra Mundial. Entre ellos se encontraba­n los tártaros, los chechenos y otras minorías. Sin embargo, el deshielo trajo problemas inesperado­s. El más grave fueron las rebeliones en Polonia y Hungría en 1956, en las que los obreros polacos y los estudiante­s húngaros exigieron profundas reformas. La crisis de Varsovia se solucionó con el nombramien­to de Gomulka como secretario general del Partido Comunista de Polonia. Pero en Budapest, donde los estudiante­s estaban en pie de guerra, la solución fue la invasión del Ejército Rojo, que aplastó la rebelión a sangre y fuego.

PROEZA SOVIÉTICA EN EL ESPACIO. En 1954, Kruschev ordenó que Crimea, donde estaba la base naval del mar Negro y del mar de Azov, pasara a formar parte de Ucrania, que en aquel entonces era una de las repúblicas de la URSS. El líder soviético no podía saber que décadas después Ucrania se iba a independiz­ar de Moscú y que, consiguien­temente, la base naval rusa iba a quedar en territorio extranjero, lo que provocaría la futura decisión del presidente Putin de desatar un conflicto bélico

EL LANZAMIENT­O DEL PRIMER SATÉLITE ARTIFICIAL SITUÓ A LA UNIÓN SOVIÉTICA A LA CABEZA DE LA CARRERA ESPACIAL, PARA CONSTERNAC­IÓN DE WASHINGTON

con Ucrania para recuperar a las bravas el control sobre Crimea.

A miles de kilómetros de la URSS, en Estados Unidos, el 4 de octubre de 1957, cuando llegó la noche, las miradas de muchos estadounid­enses se dirigieron al cielo para ver si podían contemplar el paso de un débil punto de luz que cruzaba la bóveda celeste. Se trataba del rastro de un satélite soviético llamado Sputnik, de 84 kg de peso y 58 cm de diámetro, que llevaba a bordo dos emisores de radio que emitían regularmen­te un sonido que se pudo escuchar en la Tierra. La asombrosa proeza de poner en órbita el primer satélite artificial de la Historia situaba a la Unión Soviética a la cabeza de la carrera espacial, para gran consternac­ión de Washington y de la opinión pública americana.

CUBA, UN PEÓN DE LA URSS. Dos años después de la proeza espacial de la URSS, Estados Unidos se enfrentó a una nueva amenaza cuando la Revolución triunfó en Cuba. Fidel Castro trató de disipar los temores del gobierno estadounid­ense al asegurar que respetaría el tratado de defensa recíproca con Estados Unidos y las inversione­s norteameri­canas en la isla. En un tono conciliado­r, el líder revolucion­ario mostró su apoyo a la prensa libre y su rechazo al comunismo. Dos guiños con los que intentó apaciguar los ánimos en Estados Unidos, que en aquel entonces era el mayor comprador de azúcar isleño. Pero Washington siempre receló de los revolucion­arios cubanos, lo que contribuyó al acercamien­to de La Habana a Moscú.

El 4 de febrero de 1960, el viceprimer ministro de la Unión Soviética, Anastás Mikoyán, llegó a la capital cubana para firmar un acuerdo comercial con los castristas. Moscú aceptó comprar casi medio millón de toneladas de azúcar ese año y cuatro millones más en los siguientes cuatro años, pagándolo con petróleo y otros productos. A partir del quinto año, los soviéticos pagarían en efectivo. El 8 de mayo, el líder revolucion­ario anunció la reanudació­n de relaciones diplomátic­as con Moscú. Cuba se convertía en un peón estratégic­o de los soviéticos en su Guerra Fría contra Estados Unidos.

Durante la celebració­n del Primero de Mayo, Castro hizo hincapié en la amenaza de una invasión inminente por parte de cubanos disidentes, con la ayuda más o menos encubierta de Estados Unidos. Mientras su potente voz atronaba en La Habana, la CIA instruía a cientos de cubanos anticastri­stas para organizar un desembarco. Washington no estaba dispuesto a permitir que la isla caribeña, situada a pocas horas de navegación de Miami, se convirtier­a en una base militar manejada por los soviéticos.

BLOQUEO COMERCIAL Y ECONÓMICO. Castro viajó a Nueva York el 18 de septiembre de 1960 para asistir a la inauguraci­ón de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Se alojó en el Hotel Theresa, ubicado en el barrio negro de Harlem, para mostrar su solidarida­d con la población de color oprimida. En aquel hotel de la calle 125, el líder cubano recibió al presidente soviético Kruschev, al presidente egipcio Gamal Abdel Nasser, al primer ministro indio Jawaharlal Nehru y al dirigente negro Malcolm X, lo que no debió gustar mucho al Congreso estadounid­ense.

En la Asamblea General de la ONU, Castro y Kruschev acusaron a Estados Unidos de agresión e imperialis­mo, reclamando el desarme nuclear global. El presidente soviético pasó a la Historia cuando interrumpi­ó el discurso del primer ministro británico Harold Macmillan golpeando la tarima de la mesa de la delegación soviética con un zapato. El 15 de octubre, Castro dispuso la confiscaci­ón de la propiedad urbana, medida que afectó a intereses estadounid­enses. En febrero de 1962, Estados Unidos decretaría el bloqueo comercial y económico de Cuba.

El nuevo presidente de EE UU, John F. Kennedy, dio luz verde al plan de la CIA para derrocar a Castro en abril de 1961. Horas después, una expedición de alrededor de 1.500 hombres de la denominada Brigada 2506 desembarcó en Playa Girón y Playa Larga (en la Bahía de Cochinos). La invasión fracasó y la respuesta de Castro no se hizo esperar: “Anuncio con entera satisfacci­ón que soy marxistale­ninista y seré marxista-leninista hasta el último día de mi vida”.

En 1961, en un intento de frenar la salida de berlineses del Este hacia el Oeste, las autoridade­s de la RDA ordenaron el levantamie­nto de un muro alrededor de la capital y dieron orden de disparar

LA PROPAGANDA DE LA RDA ASEGURABA QUE ERA UN “MURO DE PROTECCIÓN ANTIFASCIS­TA Y CONTRA EL IMPERIALIS­MO DE LA RFA”

contra todo aquel que intentara cruzarlo sin permiso. Soldados del Ejército Popular Nacional empezaron a sellar todos los accesos a Berlín Oeste. Las líneas del metro siguieron funcionand­o, aunque sin detenerse en las estaciones del Este, que quedaron como lugares fantasmagó­ricos que simbolizab­an la Guerra Fría entre las dos superpoten­cias.

Muchas familias quedaron separadas por aquella mole de hormigón de 45 kilómetros que dividía la ciudad de Berlín. Miles de berlineses trataron de cruzar el Muro a lo largo de los años; algunos lo consiguier­on y 125 murieron en el intento, según cifras que aporta el Centro de Estudios Históricos de Potsdam. Aunque su finalidad era la de impedir que los berlineses huyeran al Oeste, la propaganda de la RDA aseguraba que era un “muro de protección antifascis­ta y contra el imperialis­mo de la Alemania Federal”.

LA CRISIS DE LOS MISILES. Una vez impuesto el cerco de hierro a Berlín, los dirigentes del Kremlin reaccionar­on a la beligerant­e actitud de Washington en Cuba ofreciendo a los castristas la instalació­n en la isla de misiles con cabeza nuclear, capaces de alcanzar el territorio estadounid­ense en pocos minutos. Además de solivianta­r a la Casa Blanca, los soviéticos querían equilibrar la amenaza que significab­a para ellos la instalació­n de misiles estadounid­enses en Turquía, un Estado que hacía frontera con la URSS. Los soviéticos instalaron varias rampas de lanzamient­o que poco después fueron descubiert­as por un avión espía estadounid­ense.

Con las fotografía­s aéreas que demostraba­n la presencia de misiles rusos en la isla, Kennedy ordenó desplegar barcos y aviones para establecer una cuarentena y un cerco alrededor de Cuba. El mundo contuvo la respiració­n durante los trece interminab­les días que iba a durar la Crisis de los Misiles. Los buques mercantes rusos se acercaban a la isla mientras la armada estadounid­ense se disponía a frenarlos por la fuerza. Si eso ocurría, Moscú y Washington podrían iniciar una guerra cuyo resultado sólo podía desembocar en un holocausto nuclear. Finalmente, Kruschev dio marcha atrás y el mundo pudo respirar de nuevo. Fue el momento más tenso de la Guerra Fría.

La Crisis de los Misiles provocó el cese inmediato de Kruschev, aunque hubo otras causas que lo motivaron. Entre ellas, el proceso de descentral­ización y desestalin­ización, que creó mucha oposición en el Partido Comunista Soviético (PCUS). Otra razón de la caída en desgracia de Kruschev en 1964 fue su supuesto ataque a la “partitocra­cia” y al aparato de poder del propio PCUS, cuyos miembros se sintieron amenazados con las drásticas reformas que intentó poner en marcha el líder soviético. La crisis de Berlín de 1961 también contribuyó a la defenestra­ción de Kruschev.

Sus sucesores al frente de la URSS fueron Leonid Brézhnev, que asumió el cargo de primer secretario del partido, y Alekséi Kosygin, que fue nombrado presidente del Consejo de Ministros. En su largo mandato, de 1964 a 1981, Brézhnev conservó su poder personal a la vez que aumentó el de la nomenklatu­ra (la élite del PCUS). En política exterior, el nuevo líder soviético dio luz verde en 1979 a la invasión de Afganistán, que causó la Segunda Guerra Fría, y en política interior incentivó la represión de los movimiento­s de derechos humanos y la persecució­n de disidentes, como Andréi Sájarov y Aleksandr Solzhenits­yn.

El régimen soviético impidió cualquier cambio en sus Estados satélites, sofocando con puño de hierro la Primavera de Praga de 1968, en la que el checo Alexan-

der Dubček intentó crear un “socialismo de rostro humano”. Tras amordazar a los checoslova­cos, Brézhnev puso en marcha “el socialismo desarrolla­do”, que desembocó en un declive económico. Los problemas agrícolas en la URSS en 1975 arrastraro­n al resto de sectores. La corrupción era generaliza­da y se supone que unos veinte millones de personas trabajaban en el mercado negro. Es cierto que los salarios crecieron un 50% entre 1967 y 1977, lo que redundó en el bienestar ciudadano, pero la economía mostraba gran debilidad.

Tras la muerte de Brézhnev en 1982, Yuri Andrópov fue elegido secretario general del PCUS y un año más tarde presidente del Presidium del Sóviet Supremo de la Unión Soviética. Su corto mandato se centró en un intento de reformar la burocracia y revitaliza­r la economía, pero sus problemas de salud apenas le permitiero­n gobernar. Propuso al presidente estadounid­ense Ronald Reagan un nuevo acuerdo de control de armas y prohibició­n de pruebas nucleares.

GORBACHOV Y LA PERESTROIK­A. Pero Reagan rechazó cualquier acuerdo y anunció una gran inversión en la Iniciativa de Defensa Estratégic­a ( Programa Star Wars), lo que obligó a Moscú a gastar grandes sumas de dinero en planes de Defensa similares para tratar de contrarres­tar la ofensiva de Washington. Ese esfuerzo sería uno de los factores decisivos del colapso económico de la URSS. Andrópov falleció sin haber cambiado prácticame­nte nada en el aparato del PCUS ni tampoco en la administra­ción del país. El poder pasó a manos del también enfermo Konstantín Chernenko, que murió un año después.

El sustituto fue Mijaíl Gorbachov, que cesó en sus cargos a muchos de los asesores y altos cargos del PCUS que habían sido nombrados por Brézhnev, Andrópov y Chernenko. A continuaci­ón, emprendió una serie de medidas para cambiar la economía del país y anunció a los líderes de los países del Pacto de Varsovia que no iba a entrometer­se en su desarrollo interno. La aguda crisis económica y el desastre de la central nuclear de Chernóbil, en abril de 1986, desvelaron las grandes debilidade­s de la URSS.

En un serio intento de restaurar el régimen, Gorbachov puso en marcha la “glásnost” (apertura) y la “perestroik­a” (reconstruc­ción). Mantuvo relaciones con Reagan y con otros líderes occidental­es y trató de reducir el arsenal nuclear de las dos grandes potencias. Quiso convertir el PCUS en un partido socialdemó­crata al estilo occidental, pero fracasó. El golpe de Estado del 19 de agosto de 1991 fue abortado gracias a Borís Yeltsin, que ya con las riendas del poder en sus manos prohibió por decreto la actividad del PCUS en las institucio­nes estatales de Rusia. El régimen comunista se desmoronó y la URSS fue abolida el 31 de diciembre de 1991, sesenta y nueve años después de su creación, en 1922.

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 ??  ?? ESPIAR AL RIVAL. Desde los primeros años cincuenta, los servicios de inteligenc­ia del Kremlin y de Washington trabajaron para conseguir informació­n sobre la capacidad armamentís­tica del enemigo. La foto, de 1955, muestra el momento en que se descubrió el túnel excavado en Berlín por los estadounid­enses para espiar a la RDA.
ESPIAR AL RIVAL. Desde los primeros años cincuenta, los servicios de inteligenc­ia del Kremlin y de Washington trabajaron para conseguir informació­n sobre la capacidad armamentís­tica del enemigo. La foto, de 1955, muestra el momento en que se descubrió el túnel excavado en Berlín por los estadounid­enses para espiar a la RDA.
 ??  ?? LAS PURGAS DE STALIN.En las inmediacio­nes de la ciudad ucraniana de Lviv se encontraro­n fosas con 600 personas asesinadas por la policía secreta de Stalin entre 1945 y 1946; se supone que intentaban huir hacia el Oeste. Arriba, el análisis de los restos en 2009.
LAS PURGAS DE STALIN.En las inmediacio­nes de la ciudad ucraniana de Lviv se encontraro­n fosas con 600 personas asesinadas por la policía secreta de Stalin entre 1945 y 1946; se supone que intentaban huir hacia el Oeste. Arriba, el análisis de los restos en 2009.
 ??  ?? UNIDOS CONTRA EL ENEMIGO COMÚN. En mayo de 1960, Cuba reanudó las relaciones diplomátic­as con la URSS; en enero de 1961, las rompió con EE UU. Arriba, el diplomátic­o ruso Anastás Mikoyán en La Habana en 1960, acompañado por Fidel Castro y Ernesto “Che” Guevara.
UNIDOS CONTRA EL ENEMIGO COMÚN. En mayo de 1960, Cuba reanudó las relaciones diplomátic­as con la URSS; en enero de 1961, las rompió con EE UU. Arriba, el diplomátic­o ruso Anastás Mikoyán en La Habana en 1960, acompañado por Fidel Castro y Ernesto “Che” Guevara.
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 ??  ?? UN PULSO AL BORDE DEL ABISMO. Del 16 al 28 de octubre de 1962, el mundo asistió al conflicto más caliente de la Guerra Fría: la Crisis de los Misiles, en la que el presidente Kennedy optó por dar a Cuba la respuesta de un bloqueo en vez de un peligroso ataque nuclear. En la foto, antimisile­s situados en una playa de Florida.
UN PULSO AL BORDE DEL ABISMO. Del 16 al 28 de octubre de 1962, el mundo asistió al conflicto más caliente de la Guerra Fría: la Crisis de los Misiles, en la que el presidente Kennedy optó por dar a Cuba la respuesta de un bloqueo en vez de un peligroso ataque nuclear. En la foto, antimisile­s situados en una playa de Florida.
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INTENTO ABORTADO.La llamada Primavera de Praga fue un breve período de liberaliza­ción política en Checoslova­quia ( de enero a agosto de 1968), que terminó cuando las tropas soviéticas invadieron el país. En la foto, el secretario general del PCUS, Leonid Brézhnev, visitando Praga en 1970.

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