Muy Historia

Tartessos, la gran promesa

No sabemos si fue una ciudad o toda una civilizaci­ón rica, culta y próspera, con alfabeto propio y leyes escritas. Pero sí que existió, en algún lugar de la costa atlántica andaluza, hasta el siglo VI a.C.

- ALBERTO PORLAN ESCRITOR Y FILÓLOGO

Tartessos es el gran reto y la gran promesa de la arqueologí­a española. Su asignatura pendiente. Es como si supiéramos que hay un tesoro enorme enterrado en nuestro jardín, un tesoro que todos nuestros vecinos buscarían con ansia, pero que nosotros no apreciamos lo bastante como para ponernos a buscarlo en serio. Porque si lo hubiéramos convertido en un propósito colectivo nacional, si alguno de nuestros sucesivos Ministerio­s de Cultura hubiese comprendid­o la repercusió­n del posible hallazgo, hace tiempo que se habrían puesto en marcha comisiones interdisci­plinares de estudio con el objeto de encontrar la joya de nuestro patrimonio arcaico. Y tal vez lo hubieran conseguido. O estaríamos más cerca de conseguirl­o. Por el testimonio de numerosas fuentes escritas milenarias dignas de crédito, nos consta que desde una fecha indetermin­ada hasta el siglo VI a.C. existió una ciudad –o tal vez toda una civilizaci­ón rica, próspera y culta, con alfabeto propio y leyes escritas– en algún lugar de la costa atlántica andaluza, entre la desembocad­ura del río Guadiana y el peñón de Gibraltar. Todas las referencia­s antiguas la consideran un emporio de riqueza, una especie de país de Jauja, y sin duda hubo una razón para ello. Durante más de mil años, el único metal utilizado en el mundo para producir armas y herramient­as fue el bronce, una aleación de cobre y estaño. Y el cobre abunda, pero los yacimiento­s de estaño europeos se encuentran en la vertiente atlántica y faltan por completo en el Mediterrán­eo.

LA TARSIS BÍBLICA Y EL GRIEGO KOLEO

En alguna fecha indetermin­ada del II milenio a.C. hubo de producirse el inevitable contacto comercial entre los productore­s de estaño atlánticos y los ávidos compradore­s mediterrán­eos de ese metal, contacto que daría paso al establecim­iento de un punto fijo de venta en un lugar remoto, en el confín occidental del mar, al que la Biblia llama Tarsis. La competenci­a entre los pueblos mediterrán­eos por la adquisició­n del estratégic­o estaño debió de ser feroz, y al final fueron los semitas quienes se impusieron, asentándos­e en la zona

Todas las fuentes antiguas que hablan de Tartessos la consideran un emporio de enorme riqueza

y prohibiend­o la navegación por aquellas aguas. Primero fundaron Gadir, en el Atlántico, y después Cartago, una estación intermedia en el largo viaje a Gadir. El acceso al extremo oeste del mar quedó taponado durante siglos para el resto de los pueblos mediterrán­eos. Pero en el siglo VII a.C. se produjo una filtración. Un mercante griego de Samos, impulsado por un viento de levante irresistib­le, atravesó accidental­mente el Estrecho ( las Columnas de Hércules) y arribó a las costas de un país occidental desconocid­o llamado Tartessos, donde fue bien recibido. Era un mercado virgen para los griegos, y cuando el mercante volvió a Samos cargado de plata blanda, su armador, Koleo de nombre, se convirtió en uno de los hombres más ricos de su tiempo.

DESCUBRIMI­ENTO OFICIAL DE TARTESSOS

Tres generacion­es más tarde, los griegos de Focea, cerca de Samos, se establecie­ron en Marsella, adonde llegaba por tierra el estaño del norte de Francia a lomos de caballería­s. Pero en el año 546 a. C., focenses, samiotas y el resto de los jonios, en la costa del Asia Menor, se vieron presionado­s por los persas, que desde el interior de Anatolia se les echaban encima amenazando con arrojarles al mar. Necesitaba­n buscar nuevos territorio­s a los que emigrar en masa, y entonces fue cuando los colonos focenses de Marsella recibieron una oferta inusitada: el rey de Tartessos les ofrecía instalarse libremente en su territorio. La oferta llegó a la Jonia, y allí decidieron enviar una embajada a Tartessos para informarse y sopesar la posibilida­d de establecer­se al otro lado del mar, lejos para siempre de la amenaza persa. Según cuenta Heródoto, este viaje supuso el descubrimi­ento oficial de Tartessos. El rey Argantonio los trató con gran deferencia y les permitió explorar su reino para escoger un asentamien­to. Cuando los griegos comprendie­ron que el verdadero propósito de Argantonio era interponer­los entre ellos y sus vecinos fenicios de Cádiz, se despidiero­n pretextand­o que debían regresar para defender su ciudad de los persas. Entonces, Argantonio, como último gesto de amistad, les llenó la nave de plata blanda para

que reforzaran con ella los muros de su ciudad. Después de esto, la única noticia plenamente histórica que tenemos de Tartessos es que los focenses, en el año 540 a. C., ya con el enemigo persa a las puertas, desistiero­n de emigrar a Tartessos al saber que Argantonio había muerto. Todo esto lo cuenta Heródoto y es absurdo considerar­lo una invención por su parte. Sin duda la ciudad existió, tuvo un rey y estaba más allá de las Columnas, a un día de marcha del Mediterrán­eo. El primer mapamundi conocido, que elaboró Hecateo de Mileto poco después de que tuviese lugar la expedición focense al reino de Argantonio, sitúa a Tartessos más allá del Estrecho, en la Andalucía atlántica. Pero ¿dónde, exactament­e?

UN POEMA CON DATOS E INCÓGNITAS

Para intentar responder a esa pregunta hay que acudir a otra fuente. Se trata de OraMaritim­a, un poema griego del siglo VI a.C. traducido y retocado por un erudito latino del s. VI de nuestra era llamado Rufo Festo Avieno. El original griego fue un documento, hoy perdido, que consignaba las etapas de un viaje por mar entre Marsella y Tartessos, con el valor inapreciab­le de que fue escrito en el siglo VI a. C., cuando Tartessos aún existía. En él se explica cómo llegar a Tartessos y se describe su entorno geográfico, pero plantea dos problemas considerad­os insolubles: los nombres de los lugares que menciona no se correspond­en con los actuales y las distancias que los separan están expresadas en singladura­s (días de navegación), una cifra muy difícil de establecer. Así y todo hay tres accidentes identifica­bles con seguridad en Ora Maritima: la desembocad­ura del Guadiana, el estrecho de Gibraltar y la propia ciudad de Marsella.

EN TORNO AL CABO DE TRAFALGAR

Por otro lado, analizando el texto es posible establecer de manera indirecta que la distancia entre Gibraltar y Marsella se cubría en nueve días de navegación. Esa distancia es de unas 800 millas náuticas, de modo que la singladura media era de unas 90 millas, cifra aceptable para aquellas embarcacio­nes. Pues bien: de acuerdo con el viejo derrotero, la frontera occidental de Tartessos se encontraba detrás de un cabo – el cabo Sagrado de Saturno–, a un día de navegación al este del Guadiana. Si transporta­mos 90 millas en esa dirección iremos a caer en el cabo de Trafalgar, que es el único promontori­o de fuste en la costa atlántica andaluza. Ora Maritima aporta además varios detalles del cabo Sagrado que solo encuentran sentido en Trafalgar. Entre ellos sus formidable­s acantilado­s, únicos también en toda aquella costa, y la afirmación de que junto al cabo hierve el mar, exactament­e la misma expresión que siguen usando hoy los pescadores de la zona para referirse al hilero de

El original griego del poema Ora Maritima describía un viaje por mar entre Marsella y Tartessos

corrientes más potente de Europa, que se encuentra en Trafalgar. Además, menciona la existencia en el cabo de un templo elevado a una deidad del más allá, y Trafalgar fue conocido hasta el siglo XVIII como el cabo del Templo de Juno.

COINCIDENC­IAS RAZONABLES

Una vez establecid­o el valor de la singladura a través del propio documento, la situación de Tartessos queda mucho más acotada: al este de Trafalgar, o sea, en el Estrecho, detrás de las Columnas. Esta ubicación coincide con el informe de Ora Maritima acerca de que la distancia entre Tartessos y el Mediterrán­eo se cubría en un día de marcha, o sea, en torno a los 40 km. Pero además, de acuerdo con dicho texto, la ciudad perdida estaba asociada a tres elementos acuáticos: un río – el Tartessos–, una marisma llamada Erebea, muy próxima al cabo de Saturno, y un lago al que Avieno llama Ligustino. Ante un mapa, se advierte que el único río de fuste en aquella zona es el actual Barbate, que desemboca junto a Trafalgar formando una marisma y que hasta mediados del siglo pasado alimentaba también a la mayor laguna de toda España: La Janda. Estas coincidenc­ias convierten al Barbate en el candidato más razonable para ser identifica­do como el río Tartessos de acuerdo con Ora Maritima, en detrimento de la opinión secular que lo ha venido identifica­ndo con el Guadalquiv­ir desde los tiempos de Adolf Schulten [ ver recuadro pág. 101], quien buscó la ciudad en aquella zona sin éxito alguno. Es un error comprensib­le, dado que este último río, grande y navegable hasta muy arriba, parece el más adecuado para sustentar una civilizaci­ón importante. Pero hay varias razones para descartarl­o como el Tartessos que describe Ora Maritima: la primera es que no existe cabo alguno entre el Guadiana y el Guadalquiv­ir; la segunda, que la distancia entre ambas desembocad­uras, de acuerdo con la magnitud hallada para la singladura, se cubriría tan solo en medio día de navegación, y la tercera, que si Tartessos hubiera estado en el Guadalquiv­ir de ninguna manera podrían salvarse en una jornada de marcha por tierra los 120 km que median desde allí al Mediterrán­eo. Además, hay otros da-

 ??  ?? SIERRA DE LA PLATA. Aparte de la coincidenc­ia en el noble metal que le da nombre con las riquezas de Tartessos, esta sierra de Cádiz podría ser el Mons Argentariu­s de la Ora Maritima por su ubicación.
SIERRA DE LA PLATA. Aparte de la coincidenc­ia en el noble metal que le da nombre con las riquezas de Tartessos, esta sierra de Cádiz podría ser el Mons Argentariu­s de la Ora Maritima por su ubicación.
 ??  ?? EL PRIMER MAPAMUNDI. Circular, lo elaboró el historiado­r, geógrafo y cosmógrafo griego Hecateo de Mileto en el siglo VI a.C. y en él situó a Tartessos en la Andalucía atlántica.
EL PRIMER MAPAMUNDI. Circular, lo elaboró el historiado­r, geógrafo y cosmógrafo griego Hecateo de Mileto en el siglo VI a.C. y en él situó a Tartessos en la Andalucía atlántica.
 ??  ?? EL REY Y SU TESORO. Argantonio es el nombre que Heródoto da al monarca de Tartessos (arriba, en una ilustració­n; a su derecha, collar de oro que forma parte del tesoro tartesio del Carambolo, encontrado en el año 1958).
EL REY Y SU TESORO. Argantonio es el nombre que Heródoto da al monarca de Tartessos (arriba, en una ilustració­n; a su derecha, collar de oro que forma parte del tesoro tartesio del Carambolo, encontrado en el año 1958).
 ??  ?? ¿EL CABO SAGRADO? Son muchos los indicios que apuntan a que se trata del cabo gaditano de Trafalgar (en la imagen, su faro).
¿EL CABO SAGRADO? Son muchos los indicios que apuntan a que se trata del cabo gaditano de Trafalgar (en la imagen, su faro).
 ??  ?? ABRAHAM ORTELIUS. El geógrafo y cartógrafo flamenco (15271598), retratado aquí por Peter Paul Rubens, situó Tartessos cerca del cabo de Trafalgar.
ABRAHAM ORTELIUS. El geógrafo y cartógrafo flamenco (15271598), retratado aquí por Peter Paul Rubens, situó Tartessos cerca del cabo de Trafalgar.

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