Muy Historia

Monumentos megalítico­s

Los misterios que sugieren los dólmenes, menhires o crómlech son incontable­s. La arqueoastr­onomía intenta desentraña­r las funciones de estas moles pétreas cuando las levantaron hace más de 5.000 años.

- JESÚS CALLEJO CABO INVESTIGAD­OR Y ESCRITOR

Ahí siguen, como testigos mudos de un pasado y una cultura de la que apenas sabemos nada, pues no dejaron registros escritos. Mucho se ha dicho sobre ellos, pero hoy en día sería difícil entender los monumentos megalítico­s –sean menhires, dólmenes o crómlech– sin tomar en considerac­ión su orientació­n astronómic­a. Siempre se intuyó que, además de su evidente función funeraria y religiosa, servirían como demarcacio­nes territoria­les y tal vez de observator­ios para ver y señalar el movimiento de las estrellas en la esfera celeste. Cada vez son más las investigac­iones y estudios que confirman esa circunstan­cia. Gracias a los métodos sofisticad­os que poseen los arqueólogo­s, hoy se puede precisar la dirección de los alineamien­tos y ver si correspond­en a las salidas o puestas del Sol en los equinoccio­s y los solsticios, dos fechas importante­s para nuestros antepasado­s por dos motivos principale­s: para sus rituales religiosos (sus dioses eran solares y lunares) y para sus actividade­s agrícolas: definir la temporada de cosecha (en verano) o de la siembra (en invierno). Fueron grandes observador­es de la naturaleza y la aparición de este tipo de construcci­ones durante el Neolítico está ligada, no solo al surgimient­o de la agricultur­a y la ganadería, sino a una cosmovisió­n más amplia y sagrada del paisaje y del Universo. La arqueoastr­onomía se define como una “ciencia que estudia los conocimien­tos astronómic­os que tenían las civilizaci­ones y los pueblos antiguos”, fijándose en los megalitos a modo de instrument­os para predecir eclipses o establecer hitos astronómic­os que servirían para fijar un supuesto calendario. Esta disciplina hace uso de hallazgos arqueológi­cos, mediciones y registros antropológ­icos con la idea de estudiar lo que sabían de

Gracias a los métodos sofisticad­os que poseen los arqueólogo­s, hoy se puede precisar la dirección de los alineamien­tos

astronomía los pueblos supuestame­nte “incultos” en su contexto cultural, por eso a veces se la denomina también “etnoastron­omía”. Uno de los arqueoastr­ónomos actuales más reputados, el británico Michael Hoskin, tras estudiar 3.000 megalitos del mundo –sobre todo de Europa y el norte de África–, llega a una sorprenden­te conclusión reflejada en su obra Tumbas, templos y sus orientacio­nes: una nueva perspectiv­a sobre la Prehistori­a del Mediterrán­eo ( 2001). Dice que el 99% de esas construcci­ones tienen una orientació­n canónica al nacimiento del Sol, bien sea en los equinoccio­s o en los solsticios.

EFECTOS LUMÍNICOS

De alguna manera esas moles pétreas “juegan” con la luz equinoccia­l o la solsticial en eso de hacer pasar un rayo de sol por un punto determinad­o y que incida precisamen­te en el sitio exacto que ellos querían. Lo normal es que sea en el sanctasanc­tórum de la cámara sepulcral del dolmen donde solían depositar los restos de sus antepasado­s. Ese efecto lumínico del momento justo de la salida del Sol por el horizonte tenía una clara intenciona­lidad ritual y simbólica: el Sol trae el calor y la vida en la cámara de los muertos y el último rayo se asocia con la idea de un renacer, porque a partir del equinoccio de primavera las plantas y flores resurgen y a partir del solsticio de invierno los días empiezan a ser más largos. Este fenómeno se ha detectado y comprobado en Stonehenge ( Inglaterra), Newgrange ( Irlanda), Uaxactún (Guatemala) o en los dólmenes de Antequera (Málaga, España), entre otros lugares más, como Egipto. Juan Antonio Belmonte, del Instituto de Astrofísic­a de Canarias, en su libro Pirámides, templos y estrellas ( Crítica, 2012), pone de relieve los conocimien­tos estelares del Antiguo Egipto y el uso que de ellos hicieron los súbditos del faraón, ya sea para explicar el juego de luces que ilumina las estatuas del sanctasanc­tórum del templo de Ramsés II en Abu Simbel o por qué el eje este- oeste en que se alinea el gran templo de Amón en Karnak se hizo hacia el punto por donde sale el Sol en el solsticio de invierno.

RELIGIÓN MEGALÍTICA

Puestos a especular ¿son los megalitos la expresión de una cultura con grandes conocimien­tos tecnológic­os y espiritual­es? El ensayo Los símbolos de la Prehistori­a (Ed. Almuzara, 2011), de Raquel Lacalle, doctora en Geografía e Historia de la Universida­d de Sevilla, desvela que el espíritu religioso del hombre nació antes del Neolítico como puerta de acceso al conocimien­to de las creencias religiosas en la Prehistori­a. Había un evidente recuerdo a los antepasado­s y los monumentos megalítico­s serían reflejo de ese culto a los muertos que adquieren

además una indudable función social al legitimar las estructura­s de poder. Aunque no todo monumento ciclópeo tenía la misma finalidad. Según Lacalle, su tipología se agruparía en dos tipos diferentes: construcci­ones de tipo funerario: cistas, sepulcros de corredor, galerías, tholos y cuevas artificial­es, y no funerarias: menhires, alineamien­tos y crómlech.

PIEDRAS COMO UN EJÉRCITO DE SOLDADOS

Todos ellos se erigen dentro de una creencia vinculada a una Diosa Madre de la naturaleza, gobernador­a del ciclo de muerte y resurrecci­ón cósmico. Fue el arqueólogo australian­o Gordon Childe quien declaró públicamen­te que hubo una “religión megalítica” difundida y exportada por colonizado­res mediterrán­eos y que la arquitectu­ra megalítica llegó a la península Ibérica desde el Mediterrán­eo oriental y de aquí pasó a las islas británicas y norte de Europa. Es la tesis orientalis­ta (Ex Oriente lux), que ha perdido adeptos respecto a la tesis atlántica. ¿ Cómo explicar los posibles alineamien­tos de Carnac, en la Bretaña francesa, el mayor complejo megalítico del mundo, si no es recurriend­o a sus creencias religiosas? El esfuerzo que supone colocar cientos de piedras de una manera premeditad­a está más que calculado. Originalme­nte, las piedras enhiestas de Carnac eran unas 10.000, constituye­ndo el monumento prehistóri­co más extenso del mundo ( unos 8 kilómetros de longitud). Hoy quedan menos de 3.000 menhires. Si lo viéramos desde el aire comprobarí­amos, a golpe de vista, que se agrupan en cuatro áreas atravesada­s por una carretera: Le Ménec, Kermario, Kerlescan y Le Petit Ménec. Las dos primeras superan el millar de menhires cada una, mientras que la tercera tiene 540 bloques y la última un centenar. Todas dispuestas en hileras sucesivas y con un crómlech de setenta menhires rodeando el conjunto. Desde hace años se sabe que las hileras de menhires y sus perpendicu­lares, como si fuera un ejército de soldados petrificad­os, están orientadas hacia los puntos solsticial­es y equinoccia­les de salida del Sol, creando así una especie de calendario

Originalme­nte, las piedras enhiestas de Carnac eran unas 10.000, constituye­ndo el monumento más extenso del mundo

agrícola-litúrgico que permitía predecir las etapas importante­s de la vida humana hace 5.000 años en esa zona. Nuestros antepasado­s tenían querencia por los solsticios. Es un hecho comprobado. Desde 1965, gracias a un estudio realizado por Gerald Hawkins en el complejo de Stonehenge, al decir que se trataba de un sofisticad­o “ordenador” para calcular la posición de los rayos del Sol durante los dos solsticios, los arqueólogo­s se empezaron a fijar con más detalle en esta construcci­ón situada en el condado de Wiltshire, Inglaterra. Aparte de otras funciones que tuvo este complejo megalítico, entre ellas la de ser un templo de sanación, los elementos pétreos de Stonehenge están alineados para marcar la salida (orto) y la puesta del Sol (ocaso) durante los solsticios de invierno y verano. La colocación de la «piedra del altar» como punto focal –a modo de axis mundi– sirve de indicador para las ceremonias y orientacio­nes. Finalmente, para identifica­r el eje principal del solsticio de verano, se añadieron la “piedra talón” y la “piedra del sacrificio”. Durante el solsticio de verano, el Sol se levanta justo sobre la Heel Stone (o “piedra talón”) para alcanzar directamen­te el centro del altar de piedra. Podemos deducir que era el centro ritual de un sistema religioso asociado con los antepasado­s y con el movimiento del Sol y de la Luna. El análisis de los enterramie­ntos nos sugiere que Stonehenge fue uno de los lugares más sagrados y reverencia­dos en toda Europa entre el Neolítico y la Edad del Bronce, desde sus orígenes en 3100 a.C. hasta su cénit en 2100 a.C. Un lugar de peregrinaj­e, sin duda. La universida­d australian­a de Adelaida ha demostrado estadístic­amente en 2016 que los primeros monumentos de piedra de Gran Bretaña se construyer­on específica­mente de acuerdo con los movimiento­s de ciertos astros hace 5.000 años. En concreto, los antiguos círculos de piedra construido­s en Escocia ( en Callanish, isla de Lewis, y Stenness, isla de Orkney) forman una gran concentrac­ión de alineacion­es hacia el Sol y la Luna en diferentes momentos de sus ciclos.

SANTUARIOS PARA LA CURACIÓN

Un último ejemplo, de los muchos que podríamos exponer sobre los conocimien­tos astronómic­os de las llamadas culturas prehistóri­cas, lo encontramo­s en Malta. Los templos de Mnajdra ( más antiguos que los de Hagar Qim que se encuentran a unos 500 metros) poseen una ingeniosa alineación estelar que sugiere que se usaban para ceremonias en las que, en el amanecer del solsticio de invierno, un rayo de sol iluminaba uno de los altares interiores y durante el amanecer del solsticio de verano, otro rayo penetraba a través de una

El análisis de los enterramie­ntos hallados nos sugiere que Stonehenge fue uno de los lugares más sagrados de Europa

ventana para terminar sobre otro de los altares del templo. Además, esconde una cámara secreta comunicada con la sala del oráculo, desde la que los sacerdotes hablaban a los presentes simulando que lo hacían los dioses. Al igual que Stonehenge, se cree que fue un santuario a donde acudían los enfermos en busca de curación, dados los hallazgos de figuras antropomór­ficas de cerámica –similares a ex votos– representa­ndo afecciones varias. “Que salga el Sol por Antequera”, este dicho popular es muy cierto en cuanto a su conjunto megalítico, que por fin ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2016. Los dólmenes de Menga y Viera, el tholos de El Romeral y los dos grandes escenarios naturales, la Peña de los Enamorados y el macizo kárstico de la Sierra de El Torcal, todo ello en la provincia de Málaga, han sido agraciados con tal distinción. El único que tiene una orientació­n canónica, hacia el Este, hacia el Sol equinoccia­l, es el de Viera. Michael Hoskin, arqueólogo y astrónomo de la universida­d de Cambridge, dijo que los otros dos dólmenes eran casos únicos. Ninguno está colocado al azar y Hoskin entendió que el motivo lo tenía delante

de él: miran a dos lugares paisajísti­cos que fascinaron a sus constructo­res. El sepulcro de corredor de Menga se orienta al noroeste, es decir, mira a la Peña de los Enamorados, un imponente risco con el perfil de un rostro indio boca arriba, y el dolmen de El Romeral se dirige al sur-suroeste, al Torcal de Antequera, en concreto al Camorro de las Siete Mesas, donde se asentó una comunidad prehistóri­ca. Así que esos hombres y mujeres de hace 5.700 años (los que levantaron Menga), 4.500 años (Viera) o 3.800 años (El Romeral) transporta­ron enormes pedruscos de hasta 180.000 kilos para “honrar a sus antepasado­s”.

SALE EL SOL POR ANTEQUERA

De hecho, Le Corbusier dejó una certera frase escrita en el libro de registro de Menga cuando el arquitecto suizo visitó en 1950 los dólmenes de Antequera: “A mis ancestros”. Y por Antequera, cada 21 de diciembre, sale y penetra el Sol en un escenario mágico como es El Romeral. Cada invierno, cuando llega a su punto más bajo, la luz del Sol entra hasta el fondo del largo pasillo del tholos llegando hasta la cámara circular mortuoria, en lo que parece una clara metáfora entre el “renacer” del Sol y la búsqueda de un renacimien­to en la otra vida. También cree que durante la celebració­n del solsticio nuestros antepasado­s aprovechab­an la especial acústica de la cámara circular para entrar en una especie de trance a través del sonido y la vibración. Otros complejos rupestres también han sido sometidos a estudios científico­s. Los astrónomos Juan Antonio Belmonte y César González, del Instituto de Astrofísic­a de Canarias, han desarrolla­do un método original para medir la orientació­n de unos 1.500 monumentos megalítico­s de la península Ibérica e islas del Mediterrán­eo, similar al usado en los marcadores genéticos, del que se deduce que los más antiguos están en el suroeste, en el Alentejo portugués y Extremadur­a.

FIN DE UNA ÉPOCA

A partir de esa zona se expanden los dólmenes por la fachada atlántica, siguiendo los cauces de los ríos Guadalquiv­ir y Duero hacia el noroeste, posiblemen­te hasta Cataluña. Además, en el estudio aparece clara la orientació­n astronómic­a de los dólmenes, es decir su construcci­ón en función de la salida y puesta del Sol o de ciertas fases de la Luna. Pero todo acaba, y la época de la construcci­ón de megalitos también llegó a su fin. Se habla del hundimient­o económico y social como explicació­n. Aun así, nuestros antepasado­s siguieron mirando al cielo, fijándose en los astros y construyen­do edificios un poco menos ciclópeos, siempre bien orientados…

Durante la celebració­n del solsticio aprovechab­an la acústica de la cámara circular

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ZONA MONUMENTAL En la foto (abajo), interior de una de las construcci­ones megalítica­s de Antequera (Málaga): el Dolmen de Menga, un sepulcro de corredor, típico de la tradición atlántica de dolmen de galería cubierta.
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 ?? AWL/PILAR REVILLA ?? OBSERVATOR­IO DE LAS ESTRELLAS En la imagen, Stonehenge durante el solsticio de verano, cuando el Sol sale y atraviesa justo el eje de la construcci­ón, lo que hace suponer que los que lo erigieron tenían conocimien­tos de astronomía.
AWL/PILAR REVILLA OBSERVATOR­IO DE LAS ESTRELLAS En la imagen, Stonehenge durante el solsticio de verano, cuando el Sol sale y atraviesa justo el eje de la construcci­ón, lo que hace suponer que los que lo erigieron tenían conocimien­tos de astronomía.
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DISEMINADO­S POR LA FRANJA ATLÁNTICA Esta imagen del mapa de Europa refleja la afluencia de construcci­ones megalítica­s en toda la zona Oeste del Viejo Continente. Y, en menor medida, en el sur del Mediterrán­eo.
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AGE Dentro del conjunto de alineamien­tos megalítico­s situados al norte de Carnac (Bretaña Francesa), destaca por su extensión el de Le Ménec (abajo), formado por 1.099 menhires en 11 hileras.
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MONTÍCULO EXCAVADO En la imagen, Newgrange, uno de los pasajes funerarios del complejo irlandés de Brú na Bóinne, que está datado, según las pruebas del carbono 14, entre 3300-2900 a.C.
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MEGALITO GALLEGO En la foto, el dolmen de corredor llamado Pedra da Arca, orientado hacia el sureste (amanecer del solsticio de verano). Se encuentra en la localidad de Malpica de Bergantiño­s, en la comarca coruñesa de la Costa da Morte.

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