Monumentos megalíticos
Los misterios que sugieren los dólmenes, menhires o crómlech son incontables. La arqueoastronomía intenta desentrañar las funciones de estas moles pétreas cuando las levantaron hace más de 5.000 años.
Ahí siguen, como testigos mudos de un pasado y una cultura de la que apenas sabemos nada, pues no dejaron registros escritos. Mucho se ha dicho sobre ellos, pero hoy en día sería difícil entender los monumentos megalíticos –sean menhires, dólmenes o crómlech– sin tomar en consideración su orientación astronómica. Siempre se intuyó que, además de su evidente función funeraria y religiosa, servirían como demarcaciones territoriales y tal vez de observatorios para ver y señalar el movimiento de las estrellas en la esfera celeste. Cada vez son más las investigaciones y estudios que confirman esa circunstancia. Gracias a los métodos sofisticados que poseen los arqueólogos, hoy se puede precisar la dirección de los alineamientos y ver si corresponden a las salidas o puestas del Sol en los equinoccios y los solsticios, dos fechas importantes para nuestros antepasados por dos motivos principales: para sus rituales religiosos (sus dioses eran solares y lunares) y para sus actividades agrícolas: definir la temporada de cosecha (en verano) o de la siembra (en invierno). Fueron grandes observadores de la naturaleza y la aparición de este tipo de construcciones durante el Neolítico está ligada, no solo al surgimiento de la agricultura y la ganadería, sino a una cosmovisión más amplia y sagrada del paisaje y del Universo. La arqueoastronomía se define como una “ciencia que estudia los conocimientos astronómicos que tenían las civilizaciones y los pueblos antiguos”, fijándose en los megalitos a modo de instrumentos para predecir eclipses o establecer hitos astronómicos que servirían para fijar un supuesto calendario. Esta disciplina hace uso de hallazgos arqueológicos, mediciones y registros antropológicos con la idea de estudiar lo que sabían de
Gracias a los métodos sofisticados que poseen los arqueólogos, hoy se puede precisar la dirección de los alineamientos
astronomía los pueblos supuestamente “incultos” en su contexto cultural, por eso a veces se la denomina también “etnoastronomía”. Uno de los arqueoastrónomos actuales más reputados, el británico Michael Hoskin, tras estudiar 3.000 megalitos del mundo –sobre todo de Europa y el norte de África–, llega a una sorprendente conclusión reflejada en su obra Tumbas, templos y sus orientaciones: una nueva perspectiva sobre la Prehistoria del Mediterráneo ( 2001). Dice que el 99% de esas construcciones tienen una orientación canónica al nacimiento del Sol, bien sea en los equinoccios o en los solsticios.
EFECTOS LUMÍNICOS
De alguna manera esas moles pétreas “juegan” con la luz equinoccial o la solsticial en eso de hacer pasar un rayo de sol por un punto determinado y que incida precisamente en el sitio exacto que ellos querían. Lo normal es que sea en el sanctasanctórum de la cámara sepulcral del dolmen donde solían depositar los restos de sus antepasados. Ese efecto lumínico del momento justo de la salida del Sol por el horizonte tenía una clara intencionalidad ritual y simbólica: el Sol trae el calor y la vida en la cámara de los muertos y el último rayo se asocia con la idea de un renacer, porque a partir del equinoccio de primavera las plantas y flores resurgen y a partir del solsticio de invierno los días empiezan a ser más largos. Este fenómeno se ha detectado y comprobado en Stonehenge ( Inglaterra), Newgrange ( Irlanda), Uaxactún (Guatemala) o en los dólmenes de Antequera (Málaga, España), entre otros lugares más, como Egipto. Juan Antonio Belmonte, del Instituto de Astrofísica de Canarias, en su libro Pirámides, templos y estrellas ( Crítica, 2012), pone de relieve los conocimientos estelares del Antiguo Egipto y el uso que de ellos hicieron los súbditos del faraón, ya sea para explicar el juego de luces que ilumina las estatuas del sanctasanctórum del templo de Ramsés II en Abu Simbel o por qué el eje este- oeste en que se alinea el gran templo de Amón en Karnak se hizo hacia el punto por donde sale el Sol en el solsticio de invierno.
RELIGIÓN MEGALÍTICA
Puestos a especular ¿son los megalitos la expresión de una cultura con grandes conocimientos tecnológicos y espirituales? El ensayo Los símbolos de la Prehistoria (Ed. Almuzara, 2011), de Raquel Lacalle, doctora en Geografía e Historia de la Universidad de Sevilla, desvela que el espíritu religioso del hombre nació antes del Neolítico como puerta de acceso al conocimiento de las creencias religiosas en la Prehistoria. Había un evidente recuerdo a los antepasados y los monumentos megalíticos serían reflejo de ese culto a los muertos que adquieren
además una indudable función social al legitimar las estructuras de poder. Aunque no todo monumento ciclópeo tenía la misma finalidad. Según Lacalle, su tipología se agruparía en dos tipos diferentes: construcciones de tipo funerario: cistas, sepulcros de corredor, galerías, tholos y cuevas artificiales, y no funerarias: menhires, alineamientos y crómlech.
PIEDRAS COMO UN EJÉRCITO DE SOLDADOS
Todos ellos se erigen dentro de una creencia vinculada a una Diosa Madre de la naturaleza, gobernadora del ciclo de muerte y resurrección cósmico. Fue el arqueólogo australiano Gordon Childe quien declaró públicamente que hubo una “religión megalítica” difundida y exportada por colonizadores mediterráneos y que la arquitectura megalítica llegó a la península Ibérica desde el Mediterráneo oriental y de aquí pasó a las islas británicas y norte de Europa. Es la tesis orientalista (Ex Oriente lux), que ha perdido adeptos respecto a la tesis atlántica. ¿ Cómo explicar los posibles alineamientos de Carnac, en la Bretaña francesa, el mayor complejo megalítico del mundo, si no es recurriendo a sus creencias religiosas? El esfuerzo que supone colocar cientos de piedras de una manera premeditada está más que calculado. Originalmente, las piedras enhiestas de Carnac eran unas 10.000, constituyendo el monumento prehistórico más extenso del mundo ( unos 8 kilómetros de longitud). Hoy quedan menos de 3.000 menhires. Si lo viéramos desde el aire comprobaríamos, a golpe de vista, que se agrupan en cuatro áreas atravesadas por una carretera: Le Ménec, Kermario, Kerlescan y Le Petit Ménec. Las dos primeras superan el millar de menhires cada una, mientras que la tercera tiene 540 bloques y la última un centenar. Todas dispuestas en hileras sucesivas y con un crómlech de setenta menhires rodeando el conjunto. Desde hace años se sabe que las hileras de menhires y sus perpendiculares, como si fuera un ejército de soldados petrificados, están orientadas hacia los puntos solsticiales y equinocciales de salida del Sol, creando así una especie de calendario
Originalmente, las piedras enhiestas de Carnac eran unas 10.000, constituyendo el monumento más extenso del mundo
agrícola-litúrgico que permitía predecir las etapas importantes de la vida humana hace 5.000 años en esa zona. Nuestros antepasados tenían querencia por los solsticios. Es un hecho comprobado. Desde 1965, gracias a un estudio realizado por Gerald Hawkins en el complejo de Stonehenge, al decir que se trataba de un sofisticado “ordenador” para calcular la posición de los rayos del Sol durante los dos solsticios, los arqueólogos se empezaron a fijar con más detalle en esta construcción situada en el condado de Wiltshire, Inglaterra. Aparte de otras funciones que tuvo este complejo megalítico, entre ellas la de ser un templo de sanación, los elementos pétreos de Stonehenge están alineados para marcar la salida (orto) y la puesta del Sol (ocaso) durante los solsticios de invierno y verano. La colocación de la «piedra del altar» como punto focal –a modo de axis mundi– sirve de indicador para las ceremonias y orientaciones. Finalmente, para identificar el eje principal del solsticio de verano, se añadieron la “piedra talón” y la “piedra del sacrificio”. Durante el solsticio de verano, el Sol se levanta justo sobre la Heel Stone (o “piedra talón”) para alcanzar directamente el centro del altar de piedra. Podemos deducir que era el centro ritual de un sistema religioso asociado con los antepasados y con el movimiento del Sol y de la Luna. El análisis de los enterramientos nos sugiere que Stonehenge fue uno de los lugares más sagrados y reverenciados en toda Europa entre el Neolítico y la Edad del Bronce, desde sus orígenes en 3100 a.C. hasta su cénit en 2100 a.C. Un lugar de peregrinaje, sin duda. La universidad australiana de Adelaida ha demostrado estadísticamente en 2016 que los primeros monumentos de piedra de Gran Bretaña se construyeron específicamente de acuerdo con los movimientos de ciertos astros hace 5.000 años. En concreto, los antiguos círculos de piedra construidos en Escocia ( en Callanish, isla de Lewis, y Stenness, isla de Orkney) forman una gran concentración de alineaciones hacia el Sol y la Luna en diferentes momentos de sus ciclos.
SANTUARIOS PARA LA CURACIÓN
Un último ejemplo, de los muchos que podríamos exponer sobre los conocimientos astronómicos de las llamadas culturas prehistóricas, lo encontramos en Malta. Los templos de Mnajdra ( más antiguos que los de Hagar Qim que se encuentran a unos 500 metros) poseen una ingeniosa alineación estelar que sugiere que se usaban para ceremonias en las que, en el amanecer del solsticio de invierno, un rayo de sol iluminaba uno de los altares interiores y durante el amanecer del solsticio de verano, otro rayo penetraba a través de una
El análisis de los enterramientos hallados nos sugiere que Stonehenge fue uno de los lugares más sagrados de Europa
ventana para terminar sobre otro de los altares del templo. Además, esconde una cámara secreta comunicada con la sala del oráculo, desde la que los sacerdotes hablaban a los presentes simulando que lo hacían los dioses. Al igual que Stonehenge, se cree que fue un santuario a donde acudían los enfermos en busca de curación, dados los hallazgos de figuras antropomórficas de cerámica –similares a ex votos– representando afecciones varias. “Que salga el Sol por Antequera”, este dicho popular es muy cierto en cuanto a su conjunto megalítico, que por fin ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2016. Los dólmenes de Menga y Viera, el tholos de El Romeral y los dos grandes escenarios naturales, la Peña de los Enamorados y el macizo kárstico de la Sierra de El Torcal, todo ello en la provincia de Málaga, han sido agraciados con tal distinción. El único que tiene una orientación canónica, hacia el Este, hacia el Sol equinoccial, es el de Viera. Michael Hoskin, arqueólogo y astrónomo de la universidad de Cambridge, dijo que los otros dos dólmenes eran casos únicos. Ninguno está colocado al azar y Hoskin entendió que el motivo lo tenía delante
de él: miran a dos lugares paisajísticos que fascinaron a sus constructores. El sepulcro de corredor de Menga se orienta al noroeste, es decir, mira a la Peña de los Enamorados, un imponente risco con el perfil de un rostro indio boca arriba, y el dolmen de El Romeral se dirige al sur-suroeste, al Torcal de Antequera, en concreto al Camorro de las Siete Mesas, donde se asentó una comunidad prehistórica. Así que esos hombres y mujeres de hace 5.700 años (los que levantaron Menga), 4.500 años (Viera) o 3.800 años (El Romeral) transportaron enormes pedruscos de hasta 180.000 kilos para “honrar a sus antepasados”.
SALE EL SOL POR ANTEQUERA
De hecho, Le Corbusier dejó una certera frase escrita en el libro de registro de Menga cuando el arquitecto suizo visitó en 1950 los dólmenes de Antequera: “A mis ancestros”. Y por Antequera, cada 21 de diciembre, sale y penetra el Sol en un escenario mágico como es El Romeral. Cada invierno, cuando llega a su punto más bajo, la luz del Sol entra hasta el fondo del largo pasillo del tholos llegando hasta la cámara circular mortuoria, en lo que parece una clara metáfora entre el “renacer” del Sol y la búsqueda de un renacimiento en la otra vida. También cree que durante la celebración del solsticio nuestros antepasados aprovechaban la especial acústica de la cámara circular para entrar en una especie de trance a través del sonido y la vibración. Otros complejos rupestres también han sido sometidos a estudios científicos. Los astrónomos Juan Antonio Belmonte y César González, del Instituto de Astrofísica de Canarias, han desarrollado un método original para medir la orientación de unos 1.500 monumentos megalíticos de la península Ibérica e islas del Mediterráneo, similar al usado en los marcadores genéticos, del que se deduce que los más antiguos están en el suroeste, en el Alentejo portugués y Extremadura.
FIN DE UNA ÉPOCA
A partir de esa zona se expanden los dólmenes por la fachada atlántica, siguiendo los cauces de los ríos Guadalquivir y Duero hacia el noroeste, posiblemente hasta Cataluña. Además, en el estudio aparece clara la orientación astronómica de los dólmenes, es decir su construcción en función de la salida y puesta del Sol o de ciertas fases de la Luna. Pero todo acaba, y la época de la construcción de megalitos también llegó a su fin. Se habla del hundimiento económico y social como explicación. Aun así, nuestros antepasados siguieron mirando al cielo, fijándose en los astros y construyendo edificios un poco menos ciclópeos, siempre bien orientados…
Durante la celebración del solsticio aprovechaban la acústica de la cámara circular