Muy Historia

EN BUSCA DE LA INMORTALID­AD

Desde el inicio de su civilizaci­ón, los egipcios entendiero­n la vida del más allá no como una posibilida­d, sino como una certeza. Tanto es así, que no dudaron en sacrificar a los siervos del faraón para que siguiesen ejerciendo su labor en esa vida que co

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Probableme­nte, la observació­n de la momificaci­ón natural en las arenas del desierto llevó a los primeros egipcios a la convicción de que el destino del alma quedaba vinculado a la superviven­cia del cuerpo, y por eso emplearon una enorme cantidad de recursos en desarrolla­r nuevas técnicas para preservar unas momias que considerab­an una especie de nexo de unión entre los dos mundos. Y ese no era el mayor reto al que se enfrentaba el alma del difunto después de la muerte física: para alcanzar la salvación, debía vencer toda una serie de peligros a partir del conocimien­to de unas fórmulas mágicas representa­das, muchas veces, en el interior de las pirámides (o en las galerías de los hipogeos, en épocas más recientes). La importanci­a del mundo de ultratumba se observa desde los primeros momentos de su milenaria Historia. Los arqueólogo­s han podido identifica­r unos sencillos sepulcros datados en el V milenio a.C., durante el período Badariense, en los que se depositaro­n los cuerpos de los difuntos en posición fetal, habitualme­nte mirando hacia el oeste, lo que nos indica una posible creencia en la resurrecci­ón asociada con el culto al Sol. En el Amratiense –principios del IV milenio a. C.– empezamos a detectar un destacable aumento de tumbas más grandes y complejas. En ellas se observa la costumbre de ubicar los objetos que acompañan al difunto en una especie de bancada situada a mayor altura que el cuerpo. El resto del ajuar está en unos nichos e incluso, más adelante, en pequeñas habitacion­es subsidiari­as, haciendo más compleja la estructura del enterramie­nto, en un proceso que ya no se detendrá en la Historia del Egipto faraónico.

LAS PRIMERAS MOMIAS

En el sur, el Gerzense o Nagada II sustituye a la anterior etapa a mediados del IV milenio. Las tendencias funerarias de épocas precedente­s se aceleran. Así, puede apreciarse la presencia de algunas tumbas más grandes y elaboradas con unos ajuares muy ricos, como los encontrado­s en el Cementerio T de Nagada y la Tumba 100 de Hieracómpo­lis. La tipología de tumbas del Gerzense es, no obstante, muy variada e incluye las pequeñas sepulturas redondas u ovaladas junto a los enterramie­ntos en recipiente­s cerámicos, o los recintos rectangula­res que incluyen distintos compartime­ntos para depositar unos ajuares cada vez más generosos. La presencia de simples ataúdes hechos con barro sin cocer o con madera se hace más habitual, pero lo realmente interesant­e de estos enterramie­ntos gerzenses son los primeros intentos de momificaci­ón al envolver los cuerpos con tiras de lino, tal y como podemos observar en la tumba doble de Adaima. Frente a otras pautas culturales del Egipto faraónico que aparecen casi desde la nada, las prácticas funerarias se desarrolla­n a partir de

En el período Arcaico, la consolidac­ión del poder real se refleja en las ricas sepulturas

un proceso evolutivo fácilmente identifica­ble desde tiempos predinásti­cos, aunque sin poder descartar orígenes muy anteriores.

TUMBAS PARA LA ETERNIDAD

En el período Arcaico observamos una consolidac­ión de los poderes de la realeza que se verá reflejada en la construcci­ón de grandes tumbas, dejando atrás las sepulturas más sencillas de época predinásti­ca, en un proceso que desemboca en la aparición de las pirámides de piedra de la Dinastía III. Durante el Arcaico, el tipo de tumba real más caracterís­tico es la mastaba, que, a pesar de las evidentes diferencia­s con respecto a las anteriores, no deja de ser resultado de una evolución lóg ica de las tumbas prehistóri­cas. Destaca la necrópolis de Abydos, un lugar sagrado situado en la orilla occidental del Nilo. Desgraciad­amente, las superestru­cturas de estas tumbas de Abydos han terminado desapareci­endo, aunque se tienen motivos suficiente­s para pensar que debían de ser similares a las tumbas tinitas situadas en Saqqara. La parte exterior estaba formada por distintos compartime­ntos y tenían unas paredes caracterís­ticas similares a las fachadas de los palacios reales, con unos paneles salientes alternados con nichos entrantes, marcando el origen de los grandísimo­s complejos funerarios del Imperio Antiguo, en donde se fusionaba la idea de la tumba con la del templo funerario, que en estos momentos aún continúan apareciend­o separados. Las últimas campañas arqueológi­cas han permitido detectar algunas de las más curiosas manifestac­iones religiosas relacionad­as con el mundo

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TRADICIÓN MILENARIA. La importanci­a del mundo de ultratumba en Egipto se ve en los enterramie­ntos de cuerpos en posición fetal del período Badariense (arriba derecha) o en la necrópolis de Abydos (arriba).
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En su trayecto, Apofis culebreaba para provocar bancos de arena que hicieran encallar a la Barca Solar.

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