ANTES DE LA BRÚJULA
La navegación primitiva se hizo por ríos y lagos de aguas tranquilas a bordo de balsas y canoas de piel. Para el mar se necesitaban embarcaciones sólidas, capaces de resistir las marejadas. Durante muchos siglos se navegó a la vista de la costa, porque adentrarse en el mar significaba perderse, hasta que algunos valientes se atrevieron a salir a mar abierto manteniendo la referencia del Sol durante el día y la del norte que ofrecen las estrellas por la noche. Pero se enfrentaban con el problema de las noches nubladas, en las que no se podía mantener dicha referencia, de modo que la navegación de altura solo era posible con buen tiempo, unos pocos meses al año.
Otro problema era conocer en un momento dado la latitud en que se encontraban, y para ello se diseñaron los primeros instrumentos náuticos. Parece ser que el más antiguo fue la ballestilla o báculo de Jacob, que permitía calcular con cierta aproximación la altura del Sol y las estrellas sobre el horizonte para deducir la posición del navío. A su vez, la inexistencia de cartas de navegación se suplía con los derroteros en verso: cantos que los pilotos aprendían de memoria, apoyados por la cadencia y la rima, y en los que se detallaban los accidentes sucesivos de un determinado litoral. Gracias a ellos, podían reconocer líneas de costa que nunca habían visitado hasta entonces.