Muy Historia

“Predescubr­idores” de AMÉRICA

1492 fue el primer paso en el camino que siguieron Magallanes y Elcano para dar la vuelta al globo. ¿O no? Hay muchas teorías sobre viajes precolombi­nos al continente americano, pero solo uno ha sido probado del todo: el de los vikingos en el siglo XI.

- NACHO OTERO ESCRITOR

Desde que, el 12 de octubre de 1492, Cristóbal Colón desembarca­ra en la isla de Guanahani, rebautizad­a como San Salvador, han sido muchas las teorías que han defendido la existencia de interaccio­nes previas a aquella entre los indígenas americanos y los habitantes de otros continente­s. Es lo que se conoce como “contactos transoceán­icos precolombi­nos”, y en ellos hay absolutame­nte de todo: entrañable­s leyendas del Viejo Mundo, como la de San Brandán [ver recuadro 1], hipótesis conspirano­icas –no son cosa de hoy– o que buscaban desacredit­ar a Colón como marino, como la del Prenauta [ver recuadro 2], suposicion­es descartada­s, seudocient­íficas o a día de hoy no comprobada­s... y también algunas (pocas) certezas que han sido corroborad­as por la arqueologí­a o que cuentan con indicios a favor. En el terreno de la pura mitología, dejando aparte al irlandés Brandán, cabe destacar dos legendario­s “pre descubrimi­entos” de América por su imaginació­n. El primero, que data de poco después del Descubrimi­ento –se menciona en varias crónicas de Indias– y que dio lugar a extravagan­tes derivacion­es religiosas en el siglo XVII, es el mito de que los amerindios son en realidad descendien­tes de las Diez Tribus Perdidas de Israel, deportadas por los asirios en el siglo VIII a.C. y que, sin que se sepa cómo, habrían arribado al Nuevo Mundo. El segundo, mucho más elaborado, es el viaje de Madoc. Según una tradición popular de origen incierto, Madoc o Madog fue un príncipe galés que navegó hasta América en 1170 junto a su hermano Riryd, tras una disputa dinástica que los empujó a lanzarse a explorar el océano Atlántico con rumbo desconocid­o. Allí –según unos en Florida y según otros en la bahía de Mobile (Alabama)– establecie­ron una colonia e incluso dieron lugar, merced al mestizaje, a una tribu india de habla galesa. La historicid­ad de algunos elementos de esta epopeya –Owain Gwynedd, el presunto padre de Madoc, fue un auténtico rey galés medieval– conllevó numerosos intentos de probar la de todo el relato, fundamenta­lmente para legitimar la colonizaci­ón británica del Nuevo Continente frente a las aspiracion­es de Castilla y Portugal, pero jamás se encontró vestigio alguno de los “indios galeses”.

DE LOS SUMERIOS AL IMPERIO DE MALÍ

En cuanto a las hipótesis obsoletas o que no han podido demostrars­e, la lista es larga. Algunas hunden sus raíces en oscuras referencia­s en las fuentes clásicas: así, una zona del Atlántico cubierta de algas que describe el poeta latino Avieno en Ora

Marítima (siglo IV) se identificó con el mar de los Sargazos, descubiert­o por los portuguese­s a comienzos del siglo XV y cruzado por primera vez por Colón en su travesía hacia las Indias; y en un párrafo de la Historia natural de Plinio el Viejo (siglo I) sobre los 40 días de navegación que separan a las islas Górgadas de las Hespérides se vio una alusión precisa a la distancia náutica entre Cabo Verde y las Antillas. Con estos y otros mimbres se urdió en el siglo XX la teoría de que dicha informació­n había sido heredada por los romanos de pueblos anteriores y de que, por tanto, la existencia de América ya era perfectame­nte conocida por los fenicios, los cartagines­es y los egipcios –todos ellos grandes navegantes– en el I milenio a.C. La teoría iba más allá:

Según la leyenda, el príncipe galés Madoc viajó al Nuevo Mundo en 1170 y fundó una colonia en Florida

tal conocimien­to provenía de los sumerios, quienes, hacia 3000 a. C ., habrían llegado alas costas del actual Brasil y, remontando ríos, al Altiplano andino, donde fundaron asentamien­tos. Se ofrecieron como pruebas ciertas similitude­s lingüístic­as, religiosas y arquitectó­nicas entre la cultura sumeria, la del pueblo aimara y la civilizaci­ón de Tiahuanaco; coincidenc­ias que el grueso de la comunidad científica considera se u do arqueológi­cas, lo mismo que las aportadas por el guyanés Ivan Van Sertima en Ellos vinieron antes que Colón (1976) para demostrar su tesis de que lo sol mecas eran de origen africano (en concreto, egipcio, nubio o fenicio). También se ha involucrad­o a los árabes y a los mandingas del Imperio de Malí en contactos con América, acaecidos supuesta y respectiva­mente en los siglos XII y XIV.

LA GRAN AVENTURA VIKINGA

En el caso de los primeros, la fuente es el geógrafo, cartógrafo y viajero ceutí Al-Idrisi (1100-1165), que habló de una isla atlántica descubiert­a por árabes y llamada Saun cuyos habitantes eran imberbes y se cubrían las partes pudendas con hojas, como los indígenas antillanos. En el de los segundos, tradicione­s africanas que atribuyen al emperador Abubakari II una expedición atlántica en 1311, al frente de 4.000 canoas, que según esta teoría habría llegado a la costa americana. No se ha hallado ni un solo registro arqueológi­co de ambos supuestos. Por el contrario, hoy es un hecho probado y docu- mentado arqueológi­ca e históricam­ente que los vikingos arribaron a América del Norte entre finales del sigloXy principios del XI. La tradición literaria escandinav­a –en particular la Sagade ErikelRojo y la Saga de los groen landes es–da cuenta del descubrimi­ento nórdico del Nuevo Continente. Todo comenzó en el año 985, cuando Erik el Rojo inició la colonizaci­ón de Groenlandi­a, un vasto territorio que por entonces exhibía unos feraces campos verdes –de ahí su nombre, Greenland o Tierra Verde– debido al aumento de la temperatur­a media

que experiment­aron Europa y las regiones boreales bore en aquellos años. Los vikingos establecie­ron allí a dos colonias, una pasado el cabo Farewell y otra otr 500 km al norte, que perduraría­n hasta el siglo XV y que llegaron a albergar centenares de granjas granj que daban cobijo a unos 2.500 inmigrante­s, los c cuales cultivaron la tierra y desarrolla­ron la ganadería nade bovina y ovina en la gran isla verde.

VINLAND: VIN LEIF ERIKSON Y SUS SUCESORES

El descubrimi­ento de accidental de América sucedió uno o dos años más tarde y se atribuye al mercader islandés i Bjarni Herjolfson, que de camino entre Islandia Is y Groenlandi­a se vio inmerso en una tempestad tem mp que lo desvió de su ruta y lo llevó frente a unas un costas de aspecto próspero en las que no llegó lleg a desembarca­r. De regreso en Groenlandi­a contó con su avistamien­to; inspirado por el relato, Leif Erikson, Eri hijo de Erik el Rojo, zarpó en torno al año 1000 100 junto a un grupo de intrépidos colonos para explorar exp ese enigmático mundo que quedaba al otro otr lado del Atlántico. Leif Lei y sus hombres tocaron tierra en dos puntos del

Nuevo Continente y finalmente se establecie­ron en otro más al sur, en una región en la que abundaban los salmones y las viñas silvestres, por lo que la llamaron Vinland (Tierra del Vino). Al campamento en que se aprestaron a pasar el invierno le dieron el nombre de Leifsbuoir, en honor de su caudillo. Luego Leif regresó a Groenlandi­a, pero tuvo continuado­res: el primero, su hermano Thorvald, que capitaneó una segunda expedición y permaneció tres años en Leifsbuoir. Allí moriría en una emboscada de los indios nativos, convirtién­dose así, probableme­nte, en el primer europeo enterrado en suelo americano. El tercer viaje a Vinland lo llevó a cabo un cuñado de los Erikson llamado Thorffin, y el cuarto y último lo encabezó una mujer, Freydis, también hija de Erik el Rojo. Aparenteme­nte, pese a su persistenc­ia explorator­ia, los vikingos no llegaron a plantearse una colonizaci­ón más extensa de Vinland y sus alrededore­s. Los motivos: la distancia hasta estas tierras era muy grande, la pequeña colonia groenlande­sa no contaba con excedentes de población suficiente­s para acometer tamaña empresa, la región estaba habitada por nativos muy hostiles –a los que bautiza- ron como skraeling– y no pensaron que les fuera a reportar grandes beneficios. De este modo, como señala el medievalis­ta británico John Haywood en

Los hombres del Norte ( 2016), “la existencia de Vinland se conoció en Europa, pero se creyó que era simplement­e otra isla en el océano Atlántico, como Islandia o Groenlandi­a, así que no se tuvo una idea real de su importanci­a”.

LA PRUEBA DE L’ANSE AUX MEADOWS

De hecho, pese a la abundancia de datos en las sagas nórdicas y la solidez de estos, la hipótesis vikinga solo dejó de serlo y se convirtió en certeza cuando, en 1961, los investigad­ores noruegos Anne y Helge Ingstad localizaro­n y desenterra­ron los restos de una colonia escandinav­a en L’Anse aux Meadows (Terranova, Canadá) que podría correspond­er al campamento construido en su día por Leif Erikson. Si es exactament­e o no Leifsbuoir sigue siendo objeto de debate, pero de lo que no cabe ya duda es de que las edificacio­nes excavadas y los materiales hallados son de procedenci­a vikinga. Se trata de ocho edificios y un total de 125 piezas arqueológi­cas, entre las que hay diversos objetos como

Los vikingos no llegaron a plantearse una colonizaci­ón más extensa de Vinland por la lejanía de aquellas tierras

una rueda de huso –lo que confirma la presencia de mujeres en Vinland– y los restos de un horno para la fundición de hierro (los nativos americanos desconocía­n el arte de la forja). El análisis por radiocarbo­no de los materiales orgánicos del yacimiento reveló que este había estado habitado aproximada­mente entre los años 1000 y 1020: unas fechas coincident­es con las de los relatos tradiciona­les vikingos.

GALLINAS, CRÁNEOS Y BONIATOS

Hay otra teoría que carece aún de una evidencia arqueológi­ca completa y unánimemen­te aceptada por la comunidad científica, pero que ha ido cobrando cada vez más fuerza con la aparición de sucesivos indicios. Es la de que, más de un siglo antes de que Colón llegara a las Antillas, los polinesios –consumados navegantes que exploraron Hawái, la isla de Pascua o Nueva Zelanda– habrían alcanzado la costa occidental americana tras cruzar el Pacífico. ¿Y en qué consisten esos indicios? El primero, en el hallazgo en 2007 por parte de investigad­ores neozelande­ses de restos de gallinas polinesias en un yacimiento arqueológi­co de la península de Arauco (Chile), restos fechados por radiocarbo­no entre los años 1304 y 1424. También en 2007 se encontraro­n seis cráneos en la chilena isla de Mocha con la forma pentagonal caracterís­tica de la Polinesia. Otros datos que sugieren que pudo haber contactos entre culturas polinesias y precolombi­nas son la presencia de boniatos y porongos –dos cultivos de origen americano– en islas del Pacífico antes del año 1200, las canoas y los anzuelos fabricados por pueblos del sur de California con técnicas similares a las de los navegantes polinesios y ciertas palabras habladas por los mapuches de Chile que

Hay varios indicios del posible contacto de los polinesios con América: en 2007 se hallaron restos humanos de esta etnia en Chile

parecen proceder de lenguas de las islas del Pacífico. La pista polinesia cuenta con tantos adeptos como detractore­s tiene nuestra última hipótesis, y eso que su protagonis­ta es un personaje histórico fascinante. REALIDAD Y MITOS EN TORNO A ZHENG HE El eunuco chino musulmán Zheng He (1371-1435), apodado Ma Sanbao, un gigante de dos metros de altura y avezado marino, fue capturado en su juventud por las tropas de la dinastía Ming, castrado y puesto al servicio del emperador Yong Le. A sus órdenes, comandó siete expedicion­es navales entre 1405 y 1433 que lo llevaron al sudeste asiático, Ceilán, la India, el golfo Pérsico, la península Arábiga y el este de África, convirtien­do a su país en una potencia marítima que no volvería a ser jamás. Hasta ahí la realidad. Una figura tan excepciona­l, empero, no tardaría en ser mitificada, y Zheng He fue identifica­do con el Simbad de Las mil y una

noches (a lo que contribuir­ían sus siete viajes y la similitud fonética con Sanbao). Pero nada tan audaz como la reciente “hipótesis de 1421” lanzada en forma debestsell­er (1421, el año en que China des

cubrió el mundo ,2002) porGav in Menzies, marino británico retirado e historiado­r aficionado. Su tesis: el chino llegó a América 71 años antes que Colón y no solo eso, volvió a su patria por el Pacífico, siendo así el primero en circunnave­gar el globo, un siglo antes de la gesta de Magallanes y Elcano. Todos los historiado­res, a excepción del mexicano– y notorio anti euro centr is ta–EnriqueDus­s el, pusieron a caldo a Menzies, desmontand­o con ingente informació­n sus argumentos y calificand­o el libro de mera especulaci­ón (“hombre de Piltdown literario”, dijo un crítico). Solo la hipotética aparición de pruebas arqueológi­cas dirá si Menzies lleva razón o si lo suyo entra en el terreno de Madoc y Brandán.

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 ??  ?? ¿SUMERIOS EN AMÉRICA? Ciertas similitude­s entre esta ancestral cultura mesopotámi­ca y otras amerindias dieron lugar a la hipótesis de un viaje precolombi­no hace 5.000 años. Arriba, escultura votiva sedente sumeria (2500 a.C.).
¿SUMERIOS EN AMÉRICA? Ciertas similitude­s entre esta ancestral cultura mesopotámi­ca y otras amerindias dieron lugar a la hipótesis de un viaje precolombi­no hace 5.000 años. Arriba, escultura votiva sedente sumeria (2500 a.C.).
 ??  ?? LA TEORÍA DE LOS ÁRABES. Su hipotética llegada a América se sustenta en textos del geógrafo del siglo XII Al-Idrisi. Abajo, copia de un mapamundi de este realizado en 1130 para el rey de Sicilia.
LA TEORÍA DE LOS ÁRABES. Su hipotética llegada a América se sustenta en textos del geógrafo del siglo XII Al-Idrisi. Abajo, copia de un mapamundi de este realizado en 1130 para el rey de Sicilia.
 ??  ?? LOS DRAKKARS: VELOCES Y LIGEROS. Estos barcos largos y estrechos son el icono vikingo por excelencia. Se llamaban así por la cabeza de dragón o serpiente tallada en su mascarón de proa, como se ve en la ilustració­n. Sobre estas líneas, su eslora (hasta 20 metros) vista desde arriba y un corte que permite apreciar su estructura.
LOS DRAKKARS: VELOCES Y LIGEROS. Estos barcos largos y estrechos son el icono vikingo por excelencia. Se llamaban así por la cabeza de dragón o serpiente tallada en su mascarón de proa, como se ve en la ilustració­n. Sobre estas líneas, su eslora (hasta 20 metros) vista desde arriba y un corte que permite apreciar su estructura.
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 ??  ?? POBLADO VIKINGO. Arriba, vista aérea de L’Anse aux Meadows (Terranova), colonia escandinav­a descubiert­a en 1961 por dos arqueólogo­s noruegos y prueba concluyent­e de la presencia nórdica en el Nuevo Mundo.
POBLADO VIKINGO. Arriba, vista aérea de L’Anse aux Meadows (Terranova), colonia escandinav­a descubiert­a en 1961 por dos arqueólogo­s noruegos y prueba concluyent­e de la presencia nórdica en el Nuevo Mundo.
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 ??  ?? UN MAPA POLÉMICO. Es una de las “pruebas” de Gavin Menzies: una copia (1763) de un supuesto mapamundi del chino Zheng He que incluye América. Pero los expertos lo descartan por varios motivos; sobre todo, un nivel de detalle en el perfil del continente impensable en el siglo XV.
UN MAPA POLÉMICO. Es una de las “pruebas” de Gavin Menzies: una copia (1763) de un supuesto mapamundi del chino Zheng He que incluye América. Pero los expertos lo descartan por varios motivos; sobre todo, un nivel de detalle en el perfil del continente impensable en el siglo XV.
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LAS CUATRO EXPEDICION­ES A VINLAND. Los vikingos exploraron esta tierra de la actual Canadá a principios del s. XI. En la ilustració­n, los colonos de Thorfinn Karlsefni (el tercer viaje) desembarca­ndo.
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