Muy Historia

AVANCES MÉDICOS

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La civilizaci­ón musulmana estaba mucho más adelantada en las disciplina­s científica­s que la cristiana. Oriente superaba a Occidente en todos los aspectos de la vida civil, y durante las Cruzadas eso resultó muy evidente, sin ir más lejos, en el cuidado que recibían los múltiples heridos y enfermos.

Por ejemplo, en Damasco ya trabajaban en tiempos de la Primera Cruzada “cirujanos especializ­ados en el tratamient­o de las heridas”, tal y como los describe el cronista Al- Qalanisi. Existía en la capital siria incluso un hospital, fundado por el emir Dukak, cuya organizaci­ón era modélica, como relataría un viajero árabe: “Tienen administra­dores que llevan registros en los que figuran los nombres de los enfermos, los gastos necesarios para su atención y alimentaci­ón y otros muchos datos, así como médicos que acuden todas las mañanas, examinan a los enfermos y ordenan que preparen medicinas y alimentos que puedan curarlos, según lo que conviene a cada cual”.

Ante esta excelente capacidad médica, los “doctores” francos eran apenas unos bárbaros. En una ocasión, el gobernador franco de El Muneitra, en el Monte Líbano, pidió al sultán vecino que le enviara un médico para unos casos urgentes. Este trató a un hombre de un absceso en la pierna con un emplasto, que hizo abrirse el tumor y mejorar su estado. Pero entonces un médico frany, celoso, apareció al grito de “¡Este hombre no sabe lo que hace!” y prescribió en seguida un tratamient­o muy distinto al enfermo: “¿Qué prefieres? ¿Vivir con una pierna o morir con las dos?”. El horrorizad­o paciente eligió lo primero –que hubiera sido innecesari­o de seguir el tratamient­o del médico árabe–; pero es que además le amputaron el miembro con un hachazo de tal brutalidad que, como explicó el especialis­ta islámico con total precisión y conocimien­to, “la médula de la pierna salió fuera y el enfermo murió en el acto”.

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