DE ESCLAVOS A SULTANES: EL ASCENSO DE LOS MAMELUCOS
El uso de regimientos de soldados esclavos era muy habitual en el mundo islámico desde doscientos años antes de las Cruzadas. Primero fue la dinastía irania de los samánidas, luego fueron los propios califas abásidas y, finalmente, la dinastía fatimí de Egipto y el norte de África quienes nutrieron su ejército de los pueblos a los que subyugaban, o de los esclavos comprados en los mercados. Muchos de ellos eran de origen turco, tribus asentadas por entonces en Asia Central y en la zona más meridional de Rusia. En el caso de los que formaron el ejército fatimí, había muchos de esta procedencia y también de poblaciones guerreras del Cáucaso, como armenios, georgianos y circasianos. La mayoría de ellos eran traídos por mercaderes genoveses, que se dedicaban al comercio de esclavos.
Esta idéntica procedencia y función les fue otorgando cada vez un mayor peso político, facilitado por el hecho de que las costumbres en la Corte islámica no impedían el ascenso social de los esclavos. En 1250, varios generales mamelucos aprovecharon el vacío de poder provocado por la ausencia del sultán de la dinastía ayubí, que se encontraba en Damasco, para tomar el control de Egipto en cooperación con su esposa, Shajar al-Durr, una antigua esclava de origen armenio o turco que favoreció a sus compatriotas. Los mamelucos obtuvieron un gran éxito militar al derrotar a las tropas cristianas del rey de Francia Luis IX, a quien además capturaron y por el que pidieron rescate. Este episodio puso fin a la Séptima Cruzada e inauguró el sultanato mameluco, cuya primera representante fue la propia Shajar, aunque pronto se vio obligada por la presión política a desposar a uno de los caudillos, Aibek, que asumió el poder. Su historia adquirió rasgos trágicos cuando ella misma se sintió ultrajada por el proyecto de Aibek de casarse con otra princesa, que hubiese adquirido el rango de esposa principal, por lo que pagó a unos esclavos para que lo asesinasen. Hubo gran convulsión y todo tipo de venganzas palaciegas, pero los mamelucos se asentaron en el poder y así estarían durante casi tres siglos, hasta ser derrocados por el imperio otomano en 1517, que tomó entonces el control de Egipto.