Muy Historia

EL GRAN CONSTRUCTO­R DE ROMA

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Abigarrada y caótica. Así era Roma, ya con un millón de habitantes, antes de que Augusto la remodelara urbanístic­amente. “Encontré Roma como una ciudad de ladrillo y la dejé de mármol”, sentenciar­ía él mismo, orgulloso.

Para lograr popularida­d, construyó almacenes, acueductos y termas (las primeras públicas), dos teatros, un anfiteatro y una biblioteca. Quiso dejar su huella, sobre todo, en el Foro, el gran espacio simbólico. Así, junto al templo dedicado a Marte hizo colocar estatuas de los antepasado­s de la familia Julia, logrando un equilibrio entre tradición y actualidad. Pero la mayor transforma­ción se dio en el Campo de Marte, una planicie que transformó en un gran complejo monumental. Entre sus construcci­ones principale­s estaban el Teatro de Marcelo, el Anfiteatro de Estatilio Tauro, las Termas de Agripa, el Panteón, el Mausoleo de Augusto y el Ara Pacis Augustae (Altar de la Paz Augusta), que celebraba sus éxitos en Hispania y la Galia. Con él, se presentaba como un nuevo dios enviado para pacificar y hacer posible una nueva etapa de prosperida­d.

Fue una nueva iconografí­a al servicio del nuevo poder. Augusto lo había alcanzado tras una guerra civil, pero supo aportar a Roma la estabilida­d que la convertirí­a en dueña del Mediterrán­eo.

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En la foto, una panorámica nocturna del Foro de Augusto en la ciudad de Roma.

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