Muy Historia

LA EXCESIVA MESALINA

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La tercera esposa de Claudio ( a la derecha, en un cuadro ruso del siglo XIX) se ha convertido en un símbolo de la relajación de las costumbres sexuales entre las altas esferas de la Roma imperial. Formaba parte de la dinastía, pero sus padres no se contaban entre los miembros más prominente­s de la misma y tenían problemas económicos. Por ello, Mesalina, una joven de quince años de excepciona­l belleza, no podía aportar una gran dote al matrimonio, algo que la descartaba en el juego de los enlaces de convenienc­ia. Esta situación la llevó a aceptar el cortejo de Claudio, considerad­o por entonces el tonto de la familia imperial. Cuando inesperada­mente Claudio alcanzó el trono, Mesalina se encontró con un gran poder, ya que él, muy enamorado, seguía ciegamente sus consejos. Fue a partir de entonces cuando ella desató su ninfomanía, según escribiero­n sus detractore­s, que la llevó incluso a desear ejercer de prostituta. El poeta Juvenal le atribuye que “tan pronto como creía que su marido estaba dormido, esta prostituta imperial vestía la capa que llevaba por la noche y salía de la casa acompañada de una esclava, puesto que prefería un lecho barato a la cama real. Disimulaba su cabello negro con una peluca rubia y se dirigía al lupanar de tapicerías gastadas donde tenía reservada una cámara”. En aquel prostíbulo del barrio de Subura ejercía bajo el seudónimo de Lycisca (la Loba). Se le atribuye haber competido con la prostituta más conocida de Roma por ver quién podía mantener más relaciones en una noche. Claudio la haría ejecutar con solo veintitrés años por mantener una relación bígama con el cónsul Cayo Silio, con el que habría planeado una conjura.

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