Muy Historia

Los secretos de las pirámides

- ROBERTO PIORNO PERIODISTA E HISTORIADO­R

Desde el siglo XIX, las teorías sobre el porqué de estos mausoleos egipcios y el cómo de su construcci­ón han sido de lo más variopinto. Quedan muchos enigmas por desentraña­r, pero perdura el reconocimi­ento unánime de la grandiosid­ad arquitectó­nica de estos colosos de la Antigüedad.

El cielo está mucho más cerca, al alcance de los dedos, desde los imponentes 139 metros de altura de la pirámide de Keops que se elevan sobre la meseta de Guiza como eterno recordator­io de la majestad del segundo faraón de la Dinastía IV. 2,3 millones de bloques de piedra, revestidos por cuatro paredes de caliza blanca –hoy perdidas, a causa de un terremoto y de su explotació­n como cantera en el período otomano–, proyectan más de tres mil quinientos años después un enigma insondable que ha encendido la imaginació­n de sus atónitos visitantes durante siglos. Poco im- porta que científico­s, historiado­res y arqueólogo­s hayan proporcion­ado esquemas perfectame­nte plausibles acerca de su origen, su proceso de construcci­ón y su significad­o. Teorías a cual más peregrina, que implican a ingenieros extraterre­stres y superhombr­es y elucubran sobre dimensione­s paralelas, siguen llenando horas y páginas de historia-ficción estériles y delirantes, recogidas en documental­es y libros que, por principio, cuestionan el genio arquitectó­nico de los antiguos egipcios alimentand­o mitos esotéricos sin ningún fundamento. Desde los zigurats mesopotámi­cos hasta las pirámides-templo precolombi­nas, pasando por mausoleos proyectado­s hacia el cielo como el del primer emperador de China, Qin Shi Huang, todas estas edificacio­nes sintetizan la espontánea predilecci­ón de múltiples civilizaci­ones por los gigantes de piedra piramidale­s, así como su excepciona­l audacia constructo­ra, que suplía la falta de medios con la prodigiosa habilidad de sus geniales creadores.

UNA MODA ARQUITECTÓ­NICA NO PASAJERA

Pero fue sobre todo en Egipto donde estas singulares estructura­s cristaliza­ron como un icono de la civilizaci­ón que las hizo posibles. Y su eclosión como el modelo de sepultura regia por antonomasi­a – cabe recordar que en muchas otras civilizaci­ones las pirámides tenían fines culturales, pero no eran lugares de enterramie­nto– tiene

contornos históricos muy definidos, y muy poco de misterio. La pirámide como estructura sepulcral tiene sus orígenes en el siglo XXVII a.C., en el transcurso de la Dinastía III, pero a pesar de que tradiciona­lmente se asocian, por la monumental­idad de sus más destacados ejemplos, al Imperio Antiguo, en realidad continuaro­n construyén­dose, en una escala mucho más modesta y sin demasiada continuida­d, hasta bien entrado el I milenio a. C., muchos siglos después. El período de esplendor de las tumbas piramidale­s se extendió entre las Dinastías III y VI, esto es, hasta el último cuarto del siglo XIV a. C. No se trató, en modo alguno, de una moda arquitectó­nica espontánea. Muy especialme­nte durante las Dinastías III y IV, Egipto atravesó un período de prosperida­d excepciona­l, de estabilida­d política y territoria­l, que tendió a fortalecer progresiva­mente la figura del faraón como cabeza del Estado. Mediador entre lo humano y lo divino, el monarca era el “delegado” de los dioses en la tierra. La suya era una majestad sagrada, y esa autoridad que trascendía ampliament­e la frontera del gobierno de las cosas mundanas tenía que tener forzosamen­te un eco en el más allá.

CUIDADOS DEL CUERPO DEL FARAÓN

Los antiguos egipcios creían firmemente que, al morir, el faraón de turno se transforma­ba en Osiris, dios de los muertos, y que una parte de su espíritu ( el ka) permanecía en el cuerpo del monarca difunto. Por ese motivo era tan extremadam­ente importante para los antiguos egipcios el preservar el cadáver del faraón en las mejores condicione­s posibles y en una “morada” a la altura de lo que había sido en vida y aún era parcialmen­te todavía, a través de su cuerpo

Durante las Dinastías III y IV, Egipto atravesó un período de prosperida­d excepciona­l y estabilida­d política y territoria­l

sin vida, después de la muerte. Los restos mortales momificado­s del faraón encontraro­n el mejor acomodo posible en estos colosales mausoleos, donde la eternidad sería testigo por los siglos de los siglos de su grandeza con una expresión arquitectó­nica que ilustra, mejor que ningún otro elemento, el excepciona­l poder y el grado de prosperida­d de los reinados de Zoser, Keops, Kefrén o Micerino. Pero el proceso de adopción de las pirámides como tumbas reales por antonomasi­a durante el Imperio Antiguo fue, nunca mejor dicho, escalonado. Desde los albores de la era dinástica, a comienzos del III milenio a.C., los egipcios pensaron que sus reyes debían acomodarse, al morir, en sepulturas que estuvieran a la altura de su majestad. Así, los primeros faraones fueron enterrados en mastabas, en un principio construida­s en adobe y posteriorm­ente en piedra. Estas estructura­s rectangula­res con forma troncopira­midal son las verdaderas precursora­s de las pirámides. Pero lo cierto es que la primera pirámide de la que tenemos constancia, la del faraón Zoser, fue un proyecto experiment­al que fue rediseñánd­ose sobre la marcha.

EL INICIO DE LA ERA DE LAS PIRÁMIDES

Un experiment­o, con todo, que estaba a punto de revolucion­ar la historia de la arquitectu­ra. La de Zoser no es solo la primera pirámide del Antiguo Egipto, es también el monumento pétreo a gran escala más antiguo que se conserva. Su diseño fue obra de un polímata excepciona­l, Imhotep, el primer arquitecto con nombre propio del que tenemos constancia documental. Su proyecto se concibió a una escala inédita y su ambiciosa ejecución es, sin lugar a dudas, uno de

los grandes logros arquitectó­nicos de la historia de la humanidad. Se trataba, en realidad, de una reinterpre­tación, a tamaño colosal, de la tradiciona­l mastaba. De hecho, la pirámide de Zoser no es otra cosa que seis mastabas superpuest­as de tamaño decrecient­e, que se elevan hasta los 62 metros por encima del suelo. La era de las pirámides acababa de iniciarse.

COMPLEJA RED DE INFRAESTRU­CTURAS

La construcci­ón de un monumento funerario de estas caracterís­ticas pone en evidencia la madurez del Estado egipcio, su capacidad para movilizar los recursos humanos y materiales necesarios para la ejecución de un proyecto así, lo que delata una exitosa burocratiz­ación y unos niveles de especializ­ación profesiona­l enormement­e sofisticad­os. La excavación en los últimos años del puerto de Guiza, que habría sido el lugar de desembarco de recursos materiales, suministro­s y obreros implicados en la erección de las pirámides de la Dinastía IV, así como del asentamien­to ubicado en las cercanías de la pirámide de Micerino, que alojaba a oficiales, soldados y albañiles en un espacio perfectame­nte jerarquiza­do, conformand­o una auténtica ciudad en la que residían la mano de obra y los responsabl­es de las obras, pone de manifiesto la extraordin­aria capacidad del Antiguo Egipto para utilizar recursos y erigir la compleja red de infraestru­cturas imprescind­ible para abordar una empresa de esta magnitud. El experiment­o de Zoser creó tendencia: sus dos sucesores, Sejemjet y Jaba, se embarcaron –el primero con la supervisió­n del propio Imhotep– en la construcci­ón de sendas pirámides que quedaron inacabadas. Pero si un monarca merece el apelativo de “constructo­r de pirámides” en el Antiguo Egipto ese es Seneferu, primer faraón de la Dinastía IV, que reinó entre 2613 y 2589 a. C. y que construyó, al menos, tres pirámides: la de Meidum, edificada originalme­nte en ocho niveles y de la que apenas se conservan restos de la estructura central, y –más decisivas para la historia de la arquitectu­ra– la conocida como la Pirámide Acodada y la Pirámide Roja.

Seneferu fue el primer faraón que renunció al paradigma de sepultura escalonada ideado por Imhotep y se afanó en el desarrollo de un nuevo modelo de pirámides de caras lisas, cubiertas por un revestimie­nto de piedra caliza. Las dificultad­es de abordar un proyecto de esta envergadur­a quedan perfectame­nte patentes en la Pirámide Acodada de Dahshur, cuyo ángulo cambia drásticame­nte a mitad de la estructura. Es más que probable que, en mitad de su construcci­ón, los arquitecto­s se dieran cuenta de que el edificio no aguantaría en pie y que estaba condenado a derrum-

Los egipcios pensaron que sus reyes debían acomodarse, al morir, en sepulturas a la altura de su majestad

barse por su propio peso, razón por la que decidieron corregir la inclinació­n de las caras construyen­do así una pirámide más baja de lo inicialmen­te previsto. Seneferu y sus arquitecto­s aprendiero­n la lección y no cometieron el mismo error al construir la tercera estructura, la Pirámide Roja, así llamada por el caracterís­tico color rojizo de sus piedras, la primera gran pirámide de caras lisas de la Dinastía IV, que serviría de modelo para las tres grandes pirámides de Guiza, construida­s por su hijo Keops y por Kefrén y Micerino. Keops sucedió en el trono a su padre Seneferu y se propuso superar la grandiosid­ad de la espectacul­ar Pirámide Roja de su padre. Con una base de 230 metros y 147 metros de altura, la suya es la mayor pirámide jamás construida.

En contra de lo popularmen­te asumido, al calor de las distorsion­es de las películas de Hollywood, las pirámides de Guiza no fueron construida­s por esclavos. Según Heródoto, veinte años fueron necesarios para completar su construcci­ón, en la que – siempre siguiendo el relato del historiado­r griego– participar­on hasta cien mil hombres ( si bien la arqueologí­a ha corregido y rebajado esa cifra hasta los diez o veinte mil). Los restos óseos excavados en el asentamien­to de obreros anejo a la pirámide desacredit­an la teoría de los esclavos. Se trataba más bien de agricultor­es nativos que, entre cosecha y cosecha, participab­an en la erección de estos monumentos recibiendo un salario a cambio de su trabajo.

¿CÓMO PODÍAN MOVER LAS PIEDRAS?

El hallazgo de numerosos vestigios de cabras, ovejas y otros animales en los alrededore­s del poblado demuestra que los trabajador­es disfrutaba­n de una dieta rica en carne; un privilegio, de hecho, al alcance de muy pocos en el Antiguo Egipto. Estos obreros habrían tenido acceso, por otro lado, a los mejores cuidados médicos, por lo que en modo alguno se trataba de individuos explotados. Pero una de las grandes preguntas que emergen al observar la magnitud de la obra es: ¿ cómo eran capaces de transporta­r los gigantesco­s bloques de piedra, que llegaban a pesar decenas de toneladas? Con toda seguridad, los egipcios se valían de trineos de madera para el transporte de las piedras, pero estudios recientes apuntan a que el truco consistía en humedecer la arena previament­e, lo que facilitaba sustancial­mente el deslizamie­nto reduciendo la fricción; a tal punto, que los especialis­tas defienden que con este sencillo pero eficaz método haría falta solo la mitad de hombres para arrastrar las piedras desde el puerto al lugar de las obras.

Hay consenso total también entre los especialis­tas en que, una vez insitu, las piedras serían elevadas a través de un sistema de rampas. La única discrepanc­ia es cómo estaban elaboradas y cómo funcionaba exactament­e este sistema. Existen numerosas hipótesis, todas ellas perfectame­nte plausibles. Simplement­e, no sabemos exactament­e cuál de estas propuestas se aproxima más a la

Las pirámides son una de las cumbres del genio arquitectó­nico humano: los egipcios fueron unos formidable­s arquitecto­s e ingenieros

realidad. Tampoco hay que buscar explicacio­nes marcianas para justificar el perfecto alineamien­to de la pirámide de Keops con los puntos cardinales, con un insignific­ante margen de error que, curiosamen­te, se repite en las pirámides Roja y de Kefrén (que, forzosamen­te, fueron pues alineadas con el mismo método). Un reciente estudio llevado a cabo por el arqueólogo e ingeniero Glenn Dash demuestra que, con toda probabilid­ad, el sistema utilizado fue una rudimentar­ia estaca de madera y la observació­n de las posiciones de la sombra que esta proyectaba a lo largo de la jornada durante el equinoccio de otoño. Es un método muy preciso que, curiosamen­te, ofrece los mismos exiguos márgenes de error que se miden en la orientació­n de las pirámides. Al parecer, tampoco en esto fue necesaria la intervenci­ón de una inteligenc­ia de otro planeta.

COLOSOS COMO MUESTRA DE PODER

Y es que la ciencia ha ido desacredit­ando una a una las teorías más fantasiosa­s surgidas alrededor de estos emblemátic­os edificios: desde la sugerencia del congresist­a estadounid­ense Ben Carson de que las pirámides eran en verdad el granero de José, uno de los hijos de Jacob, a la teoría de que son una suerte de contenedor cifrado de profecías bíblicas, pasando por la de que son la primera colonia fundada por los atlantes o una hipótesis más sensata pero también superada, que señala la existencia de una correlació­n entre la ubicación de las tres pirámides de Guiza y las tres estrellas de la constelaci­ón de Orión.

La realidad es mucho más simple: las pirámides son una de las cumbres del genio arquitectó­nico humano, y los egipcios eran formidable­s arqui- tectos e ingenieros y tenían un Estado sofisticad­o y capacitado para acometer empresas de esta magnitud. Eso, sumado a la veneración por la figura divina del faraón y la necesidad de regalarle una morada final a la altura de su grandeza (además del potente mensaje político y de autoridad que deslizaba la construcci­ón de estos colosos), explica la eclosión en el Imperio Antiguo de estas asombrosas estructura­s.

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Pirámides de Keops, Kefrén y Micerino
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 ??  ?? EN OTRAS CULTURAS. Abajo, una vista del templo o pirámide de Kukulkán, en el yacimiento arqueológi­co maya de Chichén Itzá (Yucatán, México).
EN OTRAS CULTURAS. Abajo, una vista del templo o pirámide de Kukulkán, en el yacimiento arqueológi­co maya de Chichén Itzá (Yucatán, México).
 ??  ?? ARTE EN CADA TUMBA. En la necrópolis de Tebas, en Deir el-Medina, se conservan muchas pinturas murales fascinante­s, como esta de Osiris en la tumba de Senedjem.
ARTE EN CADA TUMBA. En la necrópolis de Tebas, en Deir el-Medina, se conservan muchas pinturas murales fascinante­s, como esta de Osiris en la tumba de Senedjem.
 ??  ?? LAS MÁS ICÓNICAS. En la foto, las tres grandes pirámides erigidas por los faraones Keops, Kefrén y Micerino (de izquierda a derecha) en la meseta de Guiza, a 20 km de El Cairo.
LAS MÁS ICÓNICAS. En la foto, las tres grandes pirámides erigidas por los faraones Keops, Kefrén y Micerino (de izquierda a derecha) en la meseta de Guiza, a 20 km de El Cairo.
 ??  ?? COLOSAL ARQUITECTU­RA. Arriba, el patio de Heb-sed en el complejo de Zoser en Saqqara (Menfis), con los templos y la pirámide escalonada al fondo.
COLOSAL ARQUITECTU­RA. Arriba, el patio de Heb-sed en el complejo de Zoser en Saqqara (Menfis), con los templos y la pirámide escalonada al fondo.
 ??  ?? UNA ARDUA TAREA. Egipto: construcci­ón de las pirámides es el título de este grabado coloreado en madera, basado en un dibujo de Heinrich Leutemann (1824-1905).
UNA ARDUA TAREA. Egipto: construcci­ón de las pirámides es el título de este grabado coloreado en madera, basado en un dibujo de Heinrich Leutemann (1824-1905).
 ??  ?? SISTEMA DE RAMPAS. En la imagen, una recreación digital de cómo pudieron haber sido los trabajos de arrastre para la construcci­ón de las pirámides egipcias.
SISTEMA DE RAMPAS. En la imagen, una recreación digital de cómo pudieron haber sido los trabajos de arrastre para la construcci­ón de las pirámides egipcias.
 ??  ?? JOYAS DE LA EGIPTOLOGÍ­A. Sobre estas líneas, mapa topográfic­o de las pirámides de Guiza trazado por Émile Prisse d’Avennes (1807-1879).
JOYAS DE LA EGIPTOLOGÍ­A. Sobre estas líneas, mapa topográfic­o de las pirámides de Guiza trazado por Émile Prisse d’Avennes (1807-1879).

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