Ella, la reina del jazz
El jazz no hubiera sido lo mismo sin la figura de Ella Fitzgerald (1917-1996). Junto con Billie Holiday y Sarah Vaughan, está considerada como la cantante más importante del género. Apodada “La Primera Dama de la canción”, tuvo una vida difícil desde su infancia. A partir de los dieciséis años empezó a actuar en clubs. Enseguida, el talento de Ella fue descubierto por productores musicales que la lanzaron al estrellato. Ganó 13 premios Grammy y se convirtió en una leyenda del mundo de la música. Lo había obtenido todo por su formidable voz, que lograba proyectar con una naturalidad inusual fuese el género que fuese el que se le propusiese: hasta era capaz de imitar cada instrumento de una banda. Tanto por su físico como por su estilo más bien torpe en el escenario o su actitud –siempre tímida–, fue criticada en sus comienzos. Pero al final muchos grandes del jazz, desde Duke Ellington, Count Basie y Nat King Cole hasta Frank Sinatra, Dizzy Gillespie y Benny Goodman, se peleaban para poder tener el placer de trabajar con ella. La maestría de Ella a la hora de improvisar vocalmente, que se conoce con el nombre de scat, acabaría siendo uno de sus signos identitarios, al igual que lo fueron sus memorables duetos con Louis Armstrong, el otro genio del scat. Esos diálogos, que son auténticas interpretaciones únicas, dejaban fascinado a un público tan diverso como su rango vocal. Para la década de 1990, Ella había grabado más de 200 álbumes. En 1991, dio su último concierto en el famoso Carnegie Hall de Nueva York.
En la foto, la cantante en un momento de descanso en la habitación de su hotel en Londres, durante su gira europea de 1961.